"Chirlos" y "sopapos", una forma de crianza cada vez menos aceptada

La Academia Americana de Pediatría instó a erradicar los castigos corporales y agresiones verbales como métodos disciplinarios ante la creciente evidencia científica que revela su ineficacia y riesgos a largo plazo. Alientan a los pediatras para que guíen a los padres en el uso de otras estrategias educativas que fomenten el desarrollo de niños saludables.

Aunque a lo largo de las generaciones pasadas se aprendió muchas veces "a los golpes" lo que está mal, ahora la ciencia comprueba cada vez más que ese no es el mejor camino si queremos criar niños sanos física y mentalmente. El "autocontrol" de los padres aparece entonces como un aspecto crucial, que exige aprender nuevas estrategias para lograr esa -en ocasiones titánica- tarea de poner límites, apaciguar berrinches y revertir conductas inadecuadas.

En concreto, el castigo corporal o el uso de las nalgadas como herramienta disciplinaria aumenta la agresión en los niños pequeños a largo plazo y resulta ineficaz para enseñarle al niño sobre responsabilidad y autocontrol. Pero no solo eso. La nueva evidencia sugiere que puede causar daños en el niño al afectar su normal desarrollo cerebral. En cambio, otros métodos que permiten enseñarle a discernir entre lo que está bien y lo que está mal son más seguros y efectivos, según puso de manifiesto la Academia Americana de Pediatría (AAP) -que nuclea a 67.000 médicos de esta especialidad- a través de una declaración actualizada al respecto.

El documento de la AAP, titulado "Disciplina efectiva para criar niños saludables", fue presentado la semana última durante la Conferencia y Exhibición Nacional de esta sociedad científica, en Orlando, y será publicado en la revista "Pediatrics" en su edición del mes próximo.

Mediante esta declaración, la entidad insta a erradicar el castigo corporal, los gritos y las humillaciones como acciones disciplinarias hacia los más pequeños. Como contrapartida, busca reforzar e impulsar la educación de los padres sobre estrategias disciplinarias más efectivas para enseñar al niño el adecuado comportamiento y protegerlo a él y a otros de daños.

 "La buena noticia es que hoy menos padres que antes avalan el uso de las nalgadas", afirmó el doctor Robert Sege, exmiembro del Comité de Abuso Infantil y Negligencia de la AAP y autor de la declaración de la entidad. "Pero todavía el castigo corporal sigue siendo legal en muchos estados, a pesar de la evidencia de que daña a los niños, no solo física y mentalmente, sino también en su desempeño escolar y en cómo interactúan con otros niños" , añadió.

Los castigos corporales y el abuso verbal pueden hacer que el niño sea temeroso en el corto plazo pero no mejorar el comportamiento a largo plazo e incluso causar conductas más agresivas, de acuerdo con la AAP.

Un estudio comprobó que los niños que recibían nalgadas más de dos veces por mes a los tres años eran más agresivos a los cinco años. Esos mismos niños todavía mostraban conductas negativas y menores puntajes en cuanto a vocabulario receptivo a los 9 años de edad.

Las investigaciones demostraron que golpear, gritar o humillar a los niños pueden elevar en ellos las hormonas del estrés y conducir a cambios en la estructura cerebral, reduciendo la cantidad de materia gris. En tanto que el abuso verbal también se vincula a problemas mentales, como depresión, en preadolescentes y adolescentes.

"Lo mejor es empezar por la premisa de recompensar el comportamiento positivo" , expresó el doctor Benjamin Siegel, coautor de la declaración de la AAP. "Los padres pueden fijar las reglas y las expectativas de antemano. La clave es ser consistentes en su cumplimiento" , agregó.

A través de esta publicación, la AAP recomienda a los pediatras usar su influencia durante las consultas para ayudar a los padres a aplicar estrategias apropiadas según la edad para el manejo de la disciplina de sus hijos.

"No hay ningún beneficio de pegar una nalgada. Sabemos que los niños crecen y se desarrollan mejor cuando se ejemplifica mediante roles positivos y se establecen límites saludables" , insistió Sege.
 
DISCIPLINA SIN GOLPES
 

En cuanto a cómo llevar a la práctica las recomendaciones de la AAP, Sege hizo hincapié en la importancia de utilizar estrategias adecuadas para cada edad. Por ejemplo, cuando un niño menor de un año se está portando mal, el especialista aseguró que "lo mejor es alzarlo en upa y llevarlo a otro lugar, distraerlo, cambiar de tema, y eso es generalmente todo lo que necesitan y podrán manejar". "El niño promedio de seis meses de edad no tiene la capacidad de aprender las reglas. Lo hará más tarde" , prosiguió.

En el caso de niños en edad prescolar, Sege recomendó usar el "método pausa", que implica que el niño se siente solo, en silencio. "Lo que le decimos a los padres es que presten más atención a la buena conducta de los niños y menos a los momentos en que se portan mal" , subrayó el experto, para luego agregar: "A los niños les gusta captar la atención, ansían eso, y si se portan mal recomendamos esto que llamamos "la pausa". Si tienen dos años de edad, uno debe ignorarlos durante dos minutos" .

Para los niños más grandes, Sege aconsejó que los padres permitan evidenciar la consecuencia natural del mal comportamiento. "Si salen corriendo solos en la calle, no querremos que la consecuencia natural sea que los pise un auto. La consecuencia natural puede ser que tienen que tomarse de la mano de los padres cuando van por la calle y que no pueden cruzar hasta que uno vea que han mirado hacia los dos lados para constatar que no venga un auto" , describió. En otras palabras, tomar de la mano a papá o mamá es la consecuencia.

"La relación de amor entre padres e hijos es la más importante que hay. Por eso aconsejo usar esa relación para enseñarles a los niños lo que está bien y lo que está mal sin recurrir a la violencia, la humillación o la vergüenza. Como resultado, los niños son más propensos a crecer sintiéndose seguros y positivos, sabiendo cómo regular su propio comportamiento" , concluyó Sege.
 
EL ROL DEL PEDIATRA

Consultada por La Prensa, la doctora Paola Genni, médica pediatra del Comité de Niños en Riesgo del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y miembro del grupo de trabajo de Infancias Vulneradas del Comité de Salud Mental y Familia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), se refirió a la temática con una mirada local.

- ¿Cuál es su opinión sobre la nueva declaración de la AAP? 

- El reciente artículo sostiene que para lograr una crianza saludable hay que evitar los castigos corporales. Esta premisa no es nueva, se viene trabajando en esta línea desde hace varios años. Lo que aporta este artículo es más evidencia científica a través de distintos estudios que dan cuenta de que el castigo corporal es inefectivo a largo plazo, y se asocia a problemas cognitivos y de salud mental.

- ¿Pueden los pediatras efectivamente ayudar a fomentar la crianza sin violencia? 

- El pediatra tiene un rol único respecto a la oportunidad de incidir en las formas de crianza, ya que la mayoría de las familias utiliza los controles de salud periódicos para preguntar sobre estos temas. Por este motivo, es fundamental que cuente con la mayor cantidad de herramientas posible para trabajar con los padres un modo de crianza amoroso, sin ningún tipo de trato violento (ni físico, ni emocional), haciendo respetar de este modo el derecho del niño a no recibir malos tratos (incluyendo aquellos con fines disciplinarios), enunciado en la Convención de los Derechos de los Niños (Artículo 19).

- En su experiencia profesional ¿observa que el pegarles a los niños es una actitud cada vez menos frecuente entre los padres actuales o sigue siendo utilizado como "método" disciplinario de crianza? 

- Sigue siendo utilizado por algunos padres, en muchos casos naturalizado o culturalmente aceptado. El artículo de la AAP hace referencia a que a los padres les pesa mucho la aceptación cultural de sus formas de crianza, incluso por encima de la opinión del equipo de salud. Y esto se observa en la práctica. En ciertos grupos culturales el uso del castigo físico como forma de disciplinamiento está más instalado, lo que nos interpela y nos obliga como profesionales de la salud a trabajar más intensamente para que estas prácticas cesen.

Por otro lado, es fundamental considerar algunos factores de riesgo como el desborde emocional, el desconocimiento de otras posibilidades en la puesta de límites, las propias crianzas violentas sufridas por los padres, la falta de red social de contención, entre otras, que pueden asociarse al uso del castigo corporal como método de crianza. Sin embargo, la tendencia general va en dirección a que disminuyan progresivamente este tipo de prácticas. Como todo cambio paradigmático, es un proceso. Haciendo un rápido repaso por la historia en este sentido, se observa que fueron apareciendo cada vez más resguardos legales para evitar los malos tratos y castigos corporales hacia los niños. Es así como recién a mediados del siglo XX se problematiza y cuestiona el trato violento sobre niños y adolescentes. En 1989 se firma la Convención de los Derechos del Niño (Asamblea de Las Naciones Unidas), tratado internacional de los derechos de los Niños en cuyo artículo 19 establece la obligación de los Estados parte de proteger al niño y adolescente contra toda forma de maltrato.

En nuestro país, la misma es incorporada a la Constitución Nacional en 1994. En 2005 se dicta la Ley Nacional 26.061, de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, donde nuevamente se hace hincapié en el derecho de los niños a no ser sometidos a tratos violentos de ningún tipo. Por último, el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (2015) prohíbe el castigo corporal en cualquiera de sus formas a los niños y adolescentes.

Es interesante destacar que el maltrato verbal, emocional, suele estar más invisibilizado y naturalizado, lo que dificulta su abordaje y lo hace sostenible en el tiempo.
 
EXPECTATIVAS

- En ocasiones resulta extremadamente complejo contener o ponerle fin a un berrinche o a una actitud inapropiada por parte del niño, que muchas veces es desafiante. ¿Qué consejos ofrece para manejar este tipo de situaciones? 

- Es muy importante contemplar la edad del paciente cuando hablamos de límites y crianza, explicándole a los padres cuáles son las capacidades cognitivas, motoras, de lenguaje, de entendimiento, que el niño puede tener según su grado de madurez. Esto es esencial para entender cuáles deberían ser las expectativas sobre el niño y no pretender del niño situaciones o respuestas que no correspondan a su edad.

Los límites son un elemento fundamental en la crianza, que bien podrían considerarse una expresión más del amor. Cuando son adecuadamente establecidos, están vinculados al cuidado, a la protección, a la enseñanza. Y esto es lo que se explica en la consulta, incluso empoderándolos a los padres para que pongan límites cuando corresponda, como parte de ese rol protector. Si los padres comprenden esto, les resulta más fácil ponerse firmes, contundentes y claros con lo que consideren que haya que limitar. Y esa seguridad contribuye para poder hacerlo amorosamente, a través de refuerzos positivos, y de un "no" sostenido cuando sea necesario. Es importante hacer esto en cada etapa del desarrollo del niño, desde el inicio, tomando en cuenta las características propias de cada edad.

- Hay niños más "difíciles" que otros y a algunos padres les preocupa saber si la indisciplina de sus hijos está dentro de lo normal. ¿Hay signos que permiten distinguir entre lo esperable según la edad y las conductas que pueden vincularse con alguna patología? 

- Para estas dificultades existen los controles de salud periódicos con el pediatra, un espacio donde los padres pueden plantear cualquier preocupación respecto al comportamiento de sus hijos, y los pediatras observar en la consulta de qué se trata. A veces surgen por comentarios aportados por la escuela y otras veces somos los pediatras los que solicitamos un informe escolar para conocer qué observan los docentes respecto a esta inquietud que traen los padres. Cuando un niño está "difícil" hay que ver qué le está sucediendo, porque suele ser un llamado de atención, un pedido de ayuda respecto a algo que le pasa o a límites inadecuadamente establecidos.

- ¿Con qué consecuencias ha observado en su consultorio que se puede asociar el recurrir a la violencia verbal y física para "retar" a los niños? 

- Toda violencia física conlleva siempre un daño psicológico, ya que el niño recibe de parte del adulto que debiera protegerlo golpes que lo atemorizan, disminuyen su autoestiman y aumentan su nivel de agresividad. Por otro lado, muchas veces no hay castigos corporales, pero sí violencia emocional (humillaciones, destrato, ninguneo, burlas, amenazas, menosprecio). Los niños no deberían recibir ningún tipo de maltrato, que como se mencionó anteriormente, además es ilegal.
Las consecuencias físicas pueden ir desde cuadros clínicos muy graves, hasta lesiones leves imperceptibles. Las consecuencias emocionales y cognitivas son variables y distintas según la edad, el grado de violencia recibida y la coyuntura específica e individual de cada niño: incluyen trastornos de conducta, dificultades en los vínculos con pares y con adultos, trastornos del aprendizaje, retrocesos madurativos, adolescencias más lábiles, entre otras.

- ¿Cómo repercute el acelerado estilo de vida actual, con ambos padres que trabajan, sobre la crianza de los niños? 

- Repercute sobre el tiempo de calidad dedicado a los hijos. Los momentos de encuentro, esenciales para fortalecer lazos, conocerse, compartir, jugar con ellos, sorprenderse, felicitarlos por sus creaciones y logros, se encuentran mermados por la vertiginosidad de la exigencia cotidiana que tenemos los adultos. A la vez, el estrés asociado a este ritmo aumenta la impaciencia y la tolerancia a la frustración, lo que dificulta a veces la posibilidad de una puesta de límites amorosa, dando lugar a respuestas más impulsivas, que muchas veces no son las más adecuadas para los niños.