Crecen las objeciones ante la beatificación de Angelelli

Ahora es un obispo el que señala sus serias dudas sobre el supuesto martirio.

Dos días después de que trascendiera la gestión ante el Vaticano iniciada por un grupo de abogados y ex jueces católicos para frenar la beatificación de monseñor Enrique Angelelli (1923-1976), ahora es un obispo el que sale a expresar sus reparos ante esta inminente elevación a los altares. Este abierto cuestionamiento a un proceso de canonización es poco frecuente, y de hecho fuentes eclesiásticas lo ven como “extraordinario”.

En una carta a la que tuvo acceso La Prensa, monseñor Antonio Baseotto, que es obispo castrense emérito, dice haber conocido a Angelelli en los años 70 y expresa sus “muy serias dudas” sobre el supuesto martirio del obispo de La Rioja, a la vez que advierte que su beatificación no sólo “es errónea sino también traería consecuencias lamentables para la paz en Argentina”.

Baseotto alerta que viene constatando que “muchos cristianos bien formados” abrigan las mismas dudas.

Claramente, si hubiera sido muerto por los militares, no habría sido por su Fe, sino por su compromiso con las fuerzas de izquierda, entonces operantes en La Rioja y hoy, en el poder, al que han llegado muy hábilmente”, expresa.

En la carta, que está fechada el 12 de octubre, pero que sólo trascendió ayer, monseñor Baseotto hace un repaso de su trayectoria y de lo que conoció en su momento sobre el tema.

Así, recuerda que conoció a Angelelli cuando éste era Auxiliar en la Arquidiócesis de Córdoba y se acercaba hasta “nuestro convento redentorista de Villa Allende”. “Venía a visitar a uno de nuestros sacerdotes, P. Félix Casá, profesor de Sagrada Escritura, quien abrigaba, si no ideas subversivas, sí muy afines a las mismas”, refiere.

“En nuestro ambiente se lo ponderaba por su celo apostólico y cercanía con la gente de su Diócesis de La Rioja. Pero se lo veía con precaución y preocupación: muy cercano a grupos de ideología subversiva”, dice el obispo. “Las fotografías que, pasados unos años, me hicieran llegar, confirman ese malestar”, añade.

En su testimonio, Baseotto dice que luego de permanecer en Córdoba (1973-74) fue destinado a Añatuya hasta el 2002 y allí tuvo la ocasión de conocer de cerca a monseñor Whitte, quien “había investigado por medio de gente especializada, los hechos de su antecesor, y abrigaba el mismo temor: complicidad con medios subversivos… y muerte en un accidente”.

Más tarde, cuando fue nombrado obispo castrense en el 2002, dice que pudo notar en ese ambiente, nuevo para él, el malestar por las interpretaciones de la muerte de monseñor Angelelli. “Sé que quien hoy está detenido (Comodoro Estrella) lleva con altura su situación; pero niega totalmente la versión oficial de asesinato propulsado por las Fuerzas Armadas”.

“Me toca visitar con cierta frecuencia a los militares presos. Sé que la beatificación de Mons. Angelelli como mártir les va a hacer tambalear a más de uno en la Fe”, advierte.

Los cuestionamientos a la beatificación de Angelelli se vienen repitiendo desde que el obispo diocesano de La Rioja, Monseñor Marcelo Colombo, anunciara el pasado 8 de junio que el Santo Padre Francisco había promulgado un decreto por el que se declara que el Siervo de Dios Enrique Angel Carletti Angelelli, que fuera Obispo de La Rioja entre los años 1968 y 1976, habría sido asesinado por el Gobierno Militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983 y que su muerte fue causada por odio a la fe.

Hace dos días, este diario reveló que un grupo de abogados, letrados y ex jueces católicos de diversos lugares del país presentó una carta y un dossier ante el Vaticano para frenar la beatificación. La carta, firmada por los ex jueces Carlos Bosch, Felix Dufourq y Eduardo Bieule, el profesor Luis María Bandieri, y por Juan Luis Gallardo, Alberto Solanet, Gerardo Palacios Hardy, Luis Roldán, Ramón Cabriza y Diego Palacios Hardy, señala la conducta de Angelelli como “incompatible con la fe católica y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia” y cuestiona la inverosímil versión de que fue asesinado por “odium fidei”, un extremo que no encontró nunca sustento en las investigaciones judiciales.