Páginas de la historia

El proceso Dreyfus

"El bien siempre vencerá al mal porque puede volar."

 

Por José Narosky

 

Cuando una fría mañana del 14 octubre de 1884, el capitán del ejército francés, Alfredo Dreyfus, fue arrestado en París, el mundo ignoraba que se estaba escribiendo un nuevo capítulo de la interminable lucha en pro de la incomprensión entre los hombres.

 El capitán Dreyfus, de origen judío, había sido acusado falsamente de suministrar secretos militares al gobierno alemán. Al considerarlo culpable fue sentenciado y condenado a prisión perpetua un 22 de febrero de 1894, llevándolo detenido a la tristemente célebre cárcel de la Isla del Diablo, y luego de haber sido sometido a una humillante ceremonia de degradación de su rango militar.

 Cuatro años después, se realiza en París una reunión de escritores, en la casa de Alphose Todeau, un famoso autor. Asiste entre otros Emilio Sola, renombrado escritor y por entonces muy de moda. Se habían descubierto nuevos elementos de juicio que hacían dudar a muchos de la legitimidad del fallo condenatorio de Dreyfus. Sola había permanecido casi ajeno al problema, pero una fuerza subconsciente le hizo sentir que se estaba cometiendo una gran injusticia.

 Casi sexagenario, famoso mundialmente, con una situación material envidiable, resuelve luchar en pro de la verdad a cualquier costo. Cita entonces a una reunión de personalidades en la redacción del diario La Aurora. Allí comienza diciéndoles: "los he convocado porque quiero leerles el mensaje que voy a enviarle al señor Félix Faure, presidente de la República de Francia".
 La carta comenzaba diciendo "no he querido que mi país permanezca en el error y la injusticia, algún día Francia me agradecerá, haberla ayudado a salvar su honor".

 Al día siguiente, enero de 1898, el diario La Aurora, publicó la misiva a 8 columnas y con un título que se hizo famoso "Yo Acuso". De esto, incluso se hizo una película. Sus opositores trataban de dar de Sola la imagen de un hombre gastado, desequilibrado casi. Revistas políticas lo satirizaban con groseras caricaturas, buscando la hilaridad de la plebe.

 Sola simplemente contestaba "qué compasión siento por los que ríen siempre, sin derramar nunca una lágrima". Su "Yo Acuso", penetró al fin en los repliegues de la conciencia francesa y dictó a su hora la justa reivindicación que culminó con la total absolución del capitán Dreyfus. Un 29 de setiembre de 1902, a los 62 años moría Emilio Sola. Un ciudadano del mundo que demostró a los hombres de su tiempo que la verdad es más poderosa que la calumnia, por ella soportó injusticias y sufrimientos.

 Su fe y su corazón tuvieron el más hermoso de los destinos, brindar una luz para ayudar a la humanidad a encontrar su camino. Esa noble actitud inspira en mí este aforismo: "Hay quien arroja un vidrio roto sobre la playa, pero hay quien se agacha a recogerlo".