Del Presupuesto y algunas otras cositas

Semana económica. La estrategia de implementar un sistema de bandas de flotación cambiaria, tal como lo hizo alguna vez el cuestionado Axel Kicillof, es la nueva herramienta con la que el Banco Central intentará llevar previsibilidad a la economía.

Un presupuesto es un instrumento de política económica que permite planificar, proyectar a mediano plazo, trazar un horizonte de cosas posibles y de cosas que no lo son. Es una estimación dentro de un plano lógico. De alguna manera reduce el margen de error a la hora de tomar decisiones.

En la Argentina la presentación del presupuesto en el Congreso para su debate en comisión y posterior votación ha sido una práctica poco utilizada. Ha habido épocas, bien vale recordar, en que ni siquiera había presupuesto, no era votado o directamente se lo presentaba a año vencido. Habría que celebrar, en este caso, que el Gobierno haya hecho las cosas como corresponde.

Como en tantas otras ocasiones, buscar certezas en este tipo de documentos es poco menos que una utopía. Así como el kirchnerismo, en su último proyecto de presupuesto nacional, subestimaba de manera grosera el avance del gasto público, Cambiemos hace lo suyo con algunas variables polémicas cuya evolución al alza salta a la vista.

Todos los medios han reproducido hasta el hartazgo las previsiones para el año próximo: inflación del 34,8%; dólar a $ 40,10, escalando a $ 44,30 en 2020 y $ 48,20 en 2021; caída de la actividad económica del 0,5%; inflación interanual a diciembre de 2019 de 23%; crecimiento de las exportaciones en torno al 21% interanual; merma de 1,6% en el consumo privado y de 9,7% en la inversión, entre otros puntos.

Que este borrador vaya a cumplirse en la vida real es una verdadera incógnita. Probablemente la fuerte recesión que sufre la economía, y que se prolongará mucho más de lo que el Gobierno supone, hará el trabajo sucio para que baje la inflación, ya que se desplomará el consumo. Difícil de creer, en cambio, que el dólar se mantenga durante todo 2019 casi planchado, cercano al precio en que cotiza hoy, teniendo en cuenta la volatilidad del mercado.

La estrategia de implementar un sistema de bandas de flotación cambiaria, tal como lo hizo alguna vez el cuestionado Axel Kicillof, es la nueva herramienta con la que el Banco Central intentará llevar previsibilidad a la economía. Habrá que darle tiempo al sistema de devaluación gradual para ver si surte efecto en este terreno resbaladizo que es la Argentina.

El proyecto de presupuesto vuelve a poner sobre la mesa aquel viejo dicho de que la necesidad tiene cara de hereje. En su afán por equilibrar las cuentas fiscales, el Gobierno urdió algunas traiciones que, aparentemente, no terminarán por afectarlo en las urnas el año que viene. Algo así como una infidelidad perdonada.

Cambiemos le clavó un puñal por la espalda al campo al confirmar el esquema de retenciones, el mismo que había prometido erradicar durante la campaña electoral. Promesa que, dicho sea de paso, le valió el apoyo masivo de los productores rurales. Hoy se cuestiona a la administración Macri de la tranquera para adentro, pero hacia afuera el respaldo sigue intacto.

Otro estandarte de campaña pisoteado fue la reducción significativa de la carga impositiva, entre ellas Ganancias. Sus votantes ya están resignados. Al menos, en este presupuesto que enmascara una nueva reforma fiscal, el Gobierno mantiene la idea de la rebaja de Ingresos Brutos en las provincias, comprometida el año pasado a partir del pacto fiscal.

La velocidad que quiere imprimírsele al ajuste puso en duda las alianzas tejidas con las provincias el año pasado. En eso anda hoy por hoy el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, zurciendo los agujeros que se hizo en esa red de gobernadores que parecían sintonizar, con sus más y con sus menos, con la línea que bajaba la Nación. Hoy eso no está tan seguro, por eso el debate en torno al presupuesto promete ser intenso.

La semana arrojó también algunas cifras para el espanto. El desempleo escaló al 9,6%, mientras un tercio de la población económicamente activa se mantiene en la informalidad. En pocos días se darán a conocer los datos de la pobreza en Argentina y los especialistas estiman que, inflación mediante, esta vez podría superar el 30%.

Al menos en lo económico no hay muchas cosas de las que alegrarse. Ni siquiera ayuda la idea de estar atravesando el desierto, con rumbo cierto hacia un lugar mejor. El Gobierno liderado por la clase empresaria parece no tener claro un modelo de país por construir. Al menos, en casi tres años no han dado señales de esto.

Los días de agitación cambiaria hicieron germinar otra vez la semilla de la dolarización. El tema volvió a estar en consideración de los economistas, a favor y en contra, y será la nota de tapa del suplemento de economía del diario La Prensa. Quienes la impulsan parten de la desilusión de un país que tropieza siempre con la misma piedra, y buscan desesperadamente estabilidad para ellos, sin medir las consecuencias en los otros.

Quienes se oponen, en cambio, parecen tener una idea más realista de la Argentina en la que vivimos. Un territorio impredecible, donde sostener un proyecto de vida puede tornarse verdaderamente arduo, pero que ya no resiste los pases de magia de reformas monetarias plasmadas entre gallos y medianoche.

A casi un año de que se celebren las elecciones presidenciales, en octubre de 2019, los números de la economía son malos y el llamado a la esperanza no tiene mayor sustento. Pero, por encima de todo lo coyuntural, queda la sensación de que no existe, ni en el oficialismo ni en la difusa oposición, un proyecto de Nación creíble y sustentable en el tiempo.