Reducir a la mitad el costo de los alimentos

Si el Estado saca los impuestos casi duplicaría el poder de compra del salario. La caída del salario real se debe a que tanto los alimentos como los combustibles y energía tienen valor dólar. Si aumenta el dólar, aumenta el precio del gasoil o de la manteca medido en pesos. Si el salario se mantiene en pesos, baja la capacidad de compra de salarios y jubilaciones.

Esta semana hubo una devaluación machaza, probablemente buscada por el Gobierno. La devaluación es la receta eterna del FMI. Prácticamente la única. Jamás tuvieron una idea diferente desde su creación.

Tiene varias consecuencias: aumento de las exportaciones, porque vuelve competitivas industrias que no lo eran, baja de las importaciones, algunos insumos son substituidos (el 90% de las importaciones son productos semiterminados, sólo el 10% son productos finales -prendas y calzado terminados, alimentos, autos, electrónica-), y caída del salario real.

La caída del salario real se debe a que tanto los alimentos como los combustibles y energía tienen valor dólar. Si aumenta el dólar, aumenta el precio del gasoil o de la manteca medido en pesos. Si el salario se mantiene en pesos, baja la capacidad de compra de salarios y jubilaciones.

SENDEROS QUE SE BIFURCAN

Frente al hecho de la devaluación existen dos caminos: el de siempre y el que propongo.

1 - La ruta tradicional

Frente a cada devaluación en las últimas décadas, la respuesta ha sido, establecer retenciones a las exportaciones. La excusa es que se hace para bajar el precio interno de los alimentos. Es una falacia. El precio del producto exportable es sólo una pequeña fracción del precio del alimento que consumimos.

El trigo constituye menos del 10% del precio del pan. El 50% del costo del pan son impuestos. Los otros costos son la molienda, y la panificación, y todos los transportes, del campo al molino, del molino al distribuidor, del distribuidor a la panadería, la mano de obra y la energía tanto en el molino como en el transporte como en la panadería. Así que tenemos: 50% de impuestos y el resto repartido en trigo y levadura, mano de obra, combustible, electricidad, peaje, amortización de vehículos y alquileres de locales.

Decir que se ponen retenciones para bajar el costo de los alimentos es una mentira descarada que sostienen los políticos del sector nacional y popular, la izquierda y la mayoría de los economistas.

La mitad del costo de los alimentos son impuestos. En muchas familias el 80% de sus ingresos se destina a comprar comida o pagar servicios. Por lo tanto, en el ejemplo, el 40% de sus ingresos terminan en las arcas del Estado. Saquen los impuestos y casi duplicarán el poder de compra del salario. Esa es la solución: ¿le importan los trabajadores, los jubilados? Eliminen los impuestos a los alimentos, servicios y combustibles.

CUESTION FISCAL

La verdad es otra: las retenciones son un fenomenal ingreso fiscal. Es un impuesto resistido por los productores agropecuarios porque repercute directamente en su rentabilidad. Provoca una retracción en los volúmenes de producción. Esto es porque fuerzan al productor a asumir un riesgo agronómico con menores expectativas de rédito. La respuesta es minimizar el riesgo; minimizar la producción. El resultado, eventualmente, es déficit de balanza de pagos.

Por lo que los gobiernos devalúan, le muestran una zanahoria al sector rural, que dura lo que dura la devaluación real hasta que se la coma la inflación, y los gobiernos tienen un temporario alivio fiscal.

¿Por qué se empecinan los gobiernos en este camino?

Porque el Estado siempre debe contar con ingentes cantidades de dinero para entregarlo a los contratistas y proveedores del Estado. Lo obtiene vía impuestos, emisión o deuda.

¿Cómo sacan ese dinero de las arcas del Estado nuestros prebendarios? Con obra pública, con provisiones al Estado (ejemplo, miles de autos para los ministerios que renovaron sus flotas), créditos blandos, aranceles protectores, subsidios (a la industria, a la energía, a los transportes), concesiones privadas de bienes públicos, consultorías varias y una larga lista de etcteras.

¿Quién paga una devaluación? Los que tienen ingresos fijos en pesos: asalariados, pensionados, jubilados, locadores con alquileres fijos en pesos, rentistas y los que poseen pesos.
Y el campo, claro. 

El campo es el gran sometido por los pseudoindustriales y contratistas del Estado argentinos. Por eso la Argentina nunca se dedica a exportar en serio. ¿Qué va a hacer este gobierno y seguro que para ello contará con el apoyo total de la oposición? Devaluar y cargarle la mochila a los trabajadores, jubilados y al campo. La casta política depende de los prebendarios para que financien sus campañas políticas.

Protestará la izquierda, la CGT y los piqueteros. Pedirán aumento de sueldos o de planes y obtendrán una porción de lo pedido.

Los grandes perjudicados serán los de siempre: los pequeños burgueses, que verán sus ventas resentidas, algunos quebrarán, se frenará la inversión privada y, como ya dije, los asalariados, jubilados y productores rurales. Toda esta gente, que constituye el 80% del electorado, no tiene representación, por eso son los que siempre terminan cargando la mochila. 

LA PROPUESTA

Propongo que por una vez, hagamos algo distinto.

Como ya expliqué el costo de los alimentos está integrado en un 50% por impuestos. La otra mitad del precio se reparte en la totalidad de la cadena. Por lo que frente a este tipo de cambio alto propongo que no subamos las retenciones.

Propongo que se eliminen todos los impuestos sobre:

* los alimentos,

* los forrajes,

* los servicios públicos (agua, luz, gas, electricidad),

* los combustibles.

Todo tipo de impuesto es: IVA, IIBB, sellos, impuesto al cheque, impuestos internos. Dejar únicamente Ganancias.

Propongo que se duplique el poder de compra de los asalariados, jubilados, pensionados y planeros por este simple procedimiento.

Será un aumento del sueldo real sin paritarias, sin manifestaciones, sin huelgas.

CONCLUSIONES

Con la devaluación, la recaudación de algunos impuestos aumentarán, mientras con la baja que propuse otros bajarán. El resultado neto, probablemente, sea a la baja en términos nominales.

En ese caso habrá que revisar los gastos. El Estado debe bajar su gasto y volver a un nivel del 25% del PBI, como es nuestro nivel histórico. Las familias no pueden más, los comerciantes y las empresas no pueden más.

La Argentina tiene un sistema prebendario instalado. Funcionarios que le dan dinero del Estado a pocas personas y éstas se quedan con una gran parte mientras reparten el resto entre políticos, periodistas, jueces y opinólogos. Sobreexigieron al motor y éste explotó.

Sólo resta que lo reconozcan. La casta política y los prebendarios deben reconocer que el sistema agotó su vida útil.

Los que deberán ceder son los privilegiados. Es Roggio con sus cientos de millones por año de facturación al Estado, son los millones de subsidios a las grandes empresas.

El Minotauro debe jubilarse y hay que hacérselo entender. 

Las ansias de ganancias del Minotauro hace que se quede con los ahorros de todos los argentinos y algunos de ellos ni siquiera cubren sus gastos. No es sostenible.

Nuestros Minotauros están ricos. Pueden hacerle un favor al país y jubilarse. Caso contrario vamos a tener que llamar a Teseo.