La vigencia de Molière en un ámbito donde imperan los egos

Gina Piccirilli dirige una versión de ‘Las preciosas ridículas’, de candente actualidad. La autora, también a cargo de la puesta, dice que intentó exponer con humor ‘‘la vanidad de los nadie’’. Su experiencia en la escena independiente española.

Muchas veces, cuando la obra supera a su creador es por ausencia de vanidad. La típica frase ‘que hablen mis obras por mí’ le calza perfecto a Gina Piccirilli. Porque a la autora de ‘Yo me lo guiso, yo me lo como’, difícilmente se la vea pidiendo cartel o queriendo acaparar los flashes.

Su laboratorio artístico funciona entre bambalinas, más específicamente en su teatro El Damero (Deán Funes 506), donde los sábados, a las 21, presenta la obra ‘Preciosa ridiculez’, la cual escribió y en la que dirige a un gran elenco en el que destacan Solange Verina y Dante Iemma.

En su triple rol de dueña de un espacio artístico, autora y directora, habló con La Prensa sobre la actualidad del teatro y el divismo que padece en su profesión, tema que materializa en esta obra.

‘‘Es increíble la vigencia que tiene un Molière como ‘Las preciosas ridículas’, obra que me inspiró para escribir ‘Preciosa ridiculez’, donde muestro el ego que se mueve en el mundo artístico. Porque, como sucede con los autores clásicos, su vigencia está cada vez más intacta’’, comenta Piccirilli en la tranquilidad que ofrece la sala un domingo por la tarde. Y reforzando la idea aclara: ‘‘Por otra parte, y más importante si cabe, es que la obra toca desde el humor algo que tenía ganas de contar en este momento de mi vida, que es la vanidad de los nadie’’.

-¿En base a qué experiencias surge este acercamiento a los egos ajenos?

-A ninguna en especial, pero sí al día a día de mi profesión. Es gente que me cruzo, con una necesidad imperiosa de ‘pertenecer’ manejándose de manera obsecuente. Me cruzo muy a menudo con personajes de Molière, que cree que es más importante tener buenos contactos que hacer buenos trabajos. Entonces parafraseo a Molière y cuento ese tema hoy con ese humor mordaz y desopilante que él me proporciona.

-Entonces ‘Preciosa ridiculez’ es una suerte de descargo público.

-La obra es un juguete que desde el humor muestra al desnudo el mundo del arte en general y el mundo del teatro en particular. Es teatro dentro del teatro, y allí se descubren todas las miserias a pesar del empeño que todos ponen en que no se note. ‘Las preciosas ridículas’ de Molière me permite tratar, mezclando clásico y moderno, temas que se quieren esconder y no hacen más que salir a la luz una y otra vez.

-¿El personaje protagónico, Pancho Medina Cueces, es el más artista de los artistas?

-Sí, son personas que tienen una imperiosa necesidad de ‘pertenecer’, de estar a toda costa en la lista de notables destacados, no por sus cualidades artísticas sino por su calidad de famosos. Pancho está atrapado por un ego despiadado y enorme que lo lleva a hacer ridiculeces absurdas, acompañado por un elenco acorde a un casting mediocre que realizó de acuerdo a sus intereses personales. La ficción de Molière termina siendo avasallada por un elenco que no tiene claro lo que hace ahí, e involucra al espectador en una vorágine desopilante e inesperada.

DE VUELTA

-Se fue de la Argentina en el ’87, vivió en Madrid hasta el 2013. ¿Por qué regresó y qué recuerda de aquellos años como artista?

-Casi podría decir que volví por amor. Por un lado, quería acompañar a mi madre, a la que amo profundamente, que empezaba con una larga enfermedad, y por otro lado me había enamorado de un argentino que ahora es mi marido y mi socio en El Damero. En definitiva, hice uso de esa frase que dice ‘quien se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen’.

-¿Qué diferencias encuentra entre el teatro alternativo argentino y el español?

-Cuando llegué a Madrid casi no existía el teatro independiente. En 2006 dirigí ‘Bent’, de Martin Sherman, en cooperativa y éramos un poco bichos raros pero funcionó estupendamente. La obra tuvo mucho éxito y se convirtió en un hecho teatral muy interesante. Ya desde aquel momento empezaron a abrirse salas de teatro independiente con excelente programación y la verdad es que en la actualidad no veo diferencia alguna. Allí, al igual que aquí, hay muy buenos actores y grandes montajes de teatro independiente.

-Llegó y abrió su propio espacio en el barrio de Once...

-El Damero abrió sus puertas a los meses que volví de España como sede de la escuela de teatro de Emilia Mazer, y a la vez comenzamos con los ensayos de ‘Yo me lo guiso, yo me lo como’, espectáculo que dirijo y con el que inauguramos la programación teatral en el año 2014, que sigue sin interrupción hasta hoy.

ESPACIO ABIERTO

-En este escenario en el cual muchos espacios cerraron, tener el propio es un orgullo, me imagino.

-El Damero para mí representa lo que la cocina para un cocinero. No me imagino sin un lugar donde poder crear, donde poder tejer historias desde el teatro. Es mi aire. Desde allí puedo inventar maneras diferentes de contar lo que no sé cómo contar de otro modo, lo que quiero contar para que no se quede encerrado en mí. Hay propuestas todos los viernes, sábados y domingos. Aparte de dirigir y poner mis obras, programamos también obras de otras compañías. Incluso solemos traer algunas compañías españolas. De hecho, en septiembre recibiremos ‘Pequeña suite emocional’, de Roger Alvarez.