Detalles, observación y estilo

El arte de la ficción
Por James Salter
Salamandra. 111 páginas

Este libro exiguo del estadounidense James Salter se incorpora a esa larga tradición de estudios de preceptiva literaria en idioma inglés que suelen titularse con alguna combinación entre las palabras "arte" y "ficción".

Se compone de tres conferencias que Salter (1925-2015) pronunció en el ocaso de su vida en la Universidad de Virginia. Son charlas informales y escuetas, carentes de toda pretensión académica y organizadas en torno a sus gustos como lector y su tardío comienzo en la escritura luego de sus años como piloto militar y combatiente en la guerra de Corea (1950-1953).

En ellas confirma la francofilia literaria adquirida en los años que vivió en Francia. Destaca el realismo precursor de Balzac, reivindica al incómodo Céline y se detiene en Flaubert, quien será por siempre el ejemplo de los estilistas y los esforzados. También es el modelo de Salter. "Los escritores que me gustan son los tienen un don para observar de cerca -explica-. Todo está en los detalles. Mis objetivos al escribir no se alejan tanto de los de Flaubert: realismo, objetividad y estilo".

La segunda de las conferencias está dedicada a las novelas. Salter se apresura a aclarar que no es posible enseñar a escribirlas. Elude las medias tintas frente a un auditorio de estudiantes: "Escribir novelas es difícil", les asegura antes de citar una exigente definición de Evelyn Waugh. Sus novelistas favoritos son Nabokov, Bellow, Singer y Faulkner, pero también encuentra espacio para realzar los méritos del "repetitivo, vulgar, previsible y falaz" Theodore Dreiser, quien al mismo tiempo podía ser "un gran contador de historias, infatigable y desbordante de ideas".

En el cierre del libro Salter repasa la gestación de algunas de sus obras (Años luz, la autobiografía Quemar los días), el trato diverso que tuvo con la industria del cine y su experiencia concreta como escritor. ¿Por qué y cómo escribe? ¿Para quién escribe? ¿Cuál es el anhelo último que mueve a todo escritor? Se despide con algunas frases de apretada sabiduría. "Los escritores siempre están juzgando a otros escritores, pero va en contra de sus intereses evaluarse con ese mismo rigor", es una de ellas. O:

"Creo que enseñar a escribir se parece a enseñar a bailar. Si alguien tiene sentido del ritmo, quizá se le pueda enseñar algo".