Pese a la actual resovietización impulsada por Putin, las acciones políticas de este noble están subiendo en la memoria histórica de la sociedad rusa

A cien años del asesinato del Zar Nicolás II

Actualmente se está poniendo en claro que su aporte histórico a la historia de Rusia fue enorme y que adjudicar los logros de un país monárquico a cualquiera menos al monarca es, cuanto menos, deshonesto.

Por Nicolás Kasanzew

Especial para La Prensa

Curiosamente, a pesar de la actual resovietización del país impulsada por Putin, a 100 años de su brutal asesinato las acciones políticas de Nicolás II están subiendo en la memoria histórica de la sociedad rusa. Antes, el monarquismo volcado al pasado llevaba un tinte un tanto abstracto. Como decir, bueno, nosotros respetamos en general los principios tradicionales del Estado ruso, la tríada "ortodoxia, autocracia, pueblo", y por cuanto este Zar fue el ultimo, y tuvo un final de martirio, también le reconocemos lo debido.
Pero ahora, cada vez con mayor frecuencia, se puede observar en Rusia justamente una simpatía personal hacia el soberano y su familia, en paralelo con una evaluación más justa de los resultados de su gobierno, que paulatinamente se va liberando de los clichés propagandísticos comunistas y liberales.
Se está poniendo en claro que el aporte histórico de la época de Nicolás II a la historia de Rusia fue enorme y que adjudicar los logros de un país monárquico a cualquiera menos al monarca es, cuanto menos, deshonesto.

QUIEN FUE
En la visión de un creciente número de rusos Nicolás II se convierte así en la antítesis absoluta de Stalin. Pero a fin de entender esto, hay que conocer primero quien fue este dictador que gobernó la URSS de 1924 a 1953.
Los que en la Federación Rusa idolátran a Djugashvili, (tal su verdadero apellido), empezando por Putin, no lo admiran por sus supuestos logros, sino por sus métodos: fusilamientos en masa, campos de exterminio, deportaciones de pueblos enteros, innecesarios sacrificios de vidas humanas durante la Segunda Guerra Mundial y en las absurdas obras faraónicas durante la paz, haber sacrificado millones de vidas por acelerar los tiempos de la industrialización o por avanzar unos kilómetros en las ofensivas bélicas contra objetivos que ya estaban derrotados.
Estos nostálgicos suelen citar los "logros" del socialismo stalinista. Sostienen que impulsó la industrialización, creó la industria militar y venció a la Alemania de Hitler, mientras que el zarismo perdió la Primera Guerra Mundial y la Ruso-Japonesa, (en tanto que Stalin venció a los japoneses en 1945). Y que el país se convirtió en superpotencia y los rusos fueron los primeros de volar al cosmos con Yuri Gagarin.
Sin embargo, antes que nada, todo eso costó millones de vidas rusas, perdidas sin sentido en la guerra civil, en tres oleadas de hambruna artificialmente instalada por el poder soviético, en varios holocaustos antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Por otra parte, Rusia ya era una superpotencia bajo el Zar. Y esa condición la perdió en ese momento justamente a consecuencia de la revolución de 1917 y la ruina subsiguiente del país.
En cuanto a Gagarin, fue justamente el Zar quien lo envió al cosmos. El ejército ruso usaba artillería propulsada a reacción ya en la década de 1870 en la conquista del Turkestán.
Los trabajos del precursor de la astronáutica Tziolkovsky fueron publicados en la época de Nicolás II. Los primeros estudios sobre las comunicaciones interplanetarias de Fridrij Zander, -el maestro de Koroliov, considerado padre de la cosmonaútica soviética- aparecieron en Rusia en 1908. La "Traza de Kondratiuk", es decir la trayectoria óptima del vuelo a la Luna, (que la URSS, a diferencia de los EE. UU. no pudo recorrer), fue calculada en 1916 por Alexandr Sharguei, quien usaba el pseudónimo de Kondratiuk; un estudiante del Instituto Politécnico de San Petersburgo, fundado por Nicolás II. Es que la mayoría de los creadores de la cosmonáutica rusa fueron egresados de establecimientos politécnicos creados por este Zar.

NO PERDIO
El Zar no perdió la Primera Guerra Mundial. En vísperas de su derrocamiento a manos de una coalición de conspiradores, el ejército ruso estaba ocupando sólidamente territorios de dos de las tres potencias enemigas que lindaban con Rusia.
La Primera Guerra Mundial la perdieron el gobierno masónico de Kerensky que permitió la descomposición del ejército y el subsiguiente gobierno bolchevique que firmó el obsceno tratado de paz de Brest-Litovsk. Una verdadera entrega que permitía la ocupación extranjera de todo el territorio de Rusia Occidental, con lo cual el país volvía a sus límites del siglo XVI. Endilgarle la derrota al Zar, es una maniobra ciertamente astuta, pero mendaz.
En ningún momento de la Primera Guerra Mundial Rusia corrió - ni de lejos - la amenaza de que fueran tomadas Moscú o San Petersburgo, como sí ocurrió en la Segunda. Antes de la llegada al poder de los bolcheviques nadie hubiera podido imaginar que los alemanes ocuparían Kiev y estarían en Crimea (por el contrario, en la Primera, los rusos se estaban preparando en Crimea para ocupar Constantinopla). 
Aún la más grande catástrofe de la Primera, la del ejército de Samsonov, no tiene punto de comparación con el catastrófico cerco de Kiev, producto de las directivas personales de Stalin.
En cuanto a la guerra ruso japonesa, fue un conflicto entre tres grandes potencia: Rusia contra Japón, a quien apoyaba Inglaterra. Rusia combatía en un teatro de operaciones muy remoto y no sufrió una catástrofe gracias al
ferrocarril Transiberiano, construido por Nicolás II.
No sabemos como hubiera terminado esa guerra si Rusia no hubiera recibido la puñalada por la espalda que significó la revolución de 1905, ya que los japoneses estaban sufriendo pérdidas monstruosas.
En 1945 Stalin aprovechó las consecuencias de la destrucción de Japón por parte de los estadounidenses, quienes apelaron al bombardeo nuclear contra Hiroshima y Nagasaki. Para Stalin la guerra del Lejano Oriente solo consistió en ir a apoderarse de trofeos en un imperio que ya había capitulado. 
Si el Ejército Rojo se las hubiera tenido que ver con tropas japonesas que realmente opusieran resistencia, el pueblo ruso lo hubiera pagado con centenares de miles de vidas humanas.

INDUSTRIALIZACION
En cuanto a la industrialización de Rusia, esta comenzó al principio la década de 1890 (de lo contrario, ¿de donde habría salido la clase obrera, a la cual apelaban los bolcheviques?). Y la economía zarista tenía una de las tasas de crecimiento más rápidas del mundo.
La industrialización de Stalin solo parecía importante en relación al desastre en que sumergió a Rusia la dictadura bolchevique. Además, la industrialización zarista se realizaba en base al aumento de la intensidad en el uso del capital productivo, de la adquisición de equipamientos de último modelo que ahorraban trabajo y aumentaban eficiencia.
Stalin, en cambio, inventó su propio know how: reducir prácticamente hasta cero el valor del trabajo. De aquí los métodos esclavistas para obligar a trabajar en los kolhoz, o granjas colectivas y en los campos de concentración.
La Rusia zarista tenía su propia industria militar. Construía los aviones de Igor Sikorsky (a quien los bolcheviques expulsaron del país) y construía acorazados. El gobierno soviético no logró construir ni uno solo, y a Leningrado en 1941 lo defendían los obuses sacados de los acorazados de Nicolás II y los del fuerte Krasnaia Gorka fundado por Ese Zar en 1909.
En tanto que Sebastopol en Crimea era defendido por las baterías 30 y 35, también instaladas en época del Zar. La batería 35 tenía asimismo cureñas de artillería del acorazado "Poltava", botado en 1911.
Sin esa herencia del zarismo, Leningrado hubiera caído ante los nazis y Sebastopol no hubiera resistido el asedio de 250 días.
En los años de la Primera Guerra Mundial la Rusia de Nicolás II logro superar rápidamente "el hambre de proyectiles" (que sufrieron, recordemos, todos los bandos) y creó una cantidad tal de reservas de armamentos, que alcanzaron incluso para la guerra civil desatada por los rojos.
Y, por el contrario, a pesar del horroroso gasto en vidas humanas en los "primeros quinquenios", para el 22 de junio de 1941, día de la invasión de Alemania a la URSS, la industria bélica soviética dependía... de Alemania.
Como lo recuerdan Alexei Isaiev y Artem Drabkin, a quienes sería imposible sospechar de antistalinismo: ". Por ejemplo, el cañón antitanque de fabricación más masiva del Ejército Rojo, el famoso "cuarenta y cinco", fue perfeccionado por los constructores soviéticos apelando al cañon se la firma Rheinmetall-Boris AG.
El motor de aviación M-17 no era otra cosa que el motor de aviación cuya licencia pertenecía a BMW...las máquinas herramientas alemanas se utilizaban para producir los nuevos tanques soviéticos medianos T-34-76.
No hay ningun fundamento para suponer, que la industria bélica de la Rusia zarista hubiera sido en 1941 mas débil, de lo que había resultado la soviética. Y si consideramos que no hubieran sido expulsado del país los mejores cuadros de ingenieros, lo más probable es que hubiera sido al revés. Cuando los tanques de Guderian enfilaban hacia Moscú, bien podrían haber sido recibidos por los helicópteros de Sikorsky, armados con cohetes antitanque de Zander-Koroliov.
Por otra parte, no sabemos si los tanques alemanes se hubieran dirigido a Moscú, si no hubiera existido el temor ante el bolchevismo y gobernara el Zar. En ese caso, difícilmente el partido de Hitler hubiera obtenido el poder en 1933. Lo más probable es que las élites alemanas hubieran preferido grupos revanchistas más moderados, que se abstendrían de guerrear.

SUS LOGROS
Con cada nueva investigación, se torna más claro que todos los "logros" técnicos, geopolíticos, económicos, culturales, que el gobierno soviético presentaba como justificativo de la revolución, podrían haber sido conseguidos en una escala aún mayor, si la corriente natural de la historia rusa no hubiera sido interrumpida por la catástrofe de la revolución.
Y tampoco los rusos hubieran tenido que pagar esos "logros" con la carnicería de la guerra civil, el separatismo de las periferias, el terrible terror rojo, la aniquilación de los cosacos, el salvajismo del regicidio incluyendo el asesinato de un niño enfermo, la persecución a los creyentes, la profanación de las tumbas, las tres oleadas de hambruna artificial (1921,1932, 1946), y el exterminio de la intelectualidad técnica y creativa como supuestos
enemigos del pueblo.
Hubieran seguido vivos el poeta Gumiliov, el "Platón y Newton ruso" Pavel Florensky, el ingeniero Palchinsky, el biólogo Vavilov, el historiador Liubavsky, el teórico militar Svechin y tantos otros genios. 
Diez años antes se habría introducido la enseñanza primaria universal y 5 años antes hubiera sido realizado el plan, desarrollado por el zarismo, de la electrificación a gran escala de Rusia.
En otras palabras, desde el punto de vista de la lógica del desarrollo del país la barbarie revolucionaria no tuvo ningún justificativo histórico. De la misma manera en que la revolución francesa cercenó el desarrollo de Francia y la sumió y consumió en el terror jacobino y las guerras napoleónicas, así la revolución en Rusia resultó ser un método sangriento para destrozar por largos años la vida de un pueblo.
El monstruoso mecanismo del terror, elaborado por Lenin y Stalin, lograba con enormes dificultades resultados que "la podrida autocracia" conseguía en forma natural, y sin el exterminio de millones de personas.
Es significativa en ese sentido la comparación de las vías férreas Transiberiana y la de Murmansk, construidas por el zarismo sin sacrificios humanos, y de la ferrovía Transpolar que insumió las vidas de decenas de miles de presos políticos y que luego fue abandonada sin haber sido finalizado.
Un argumento contra el Zar Nicolás II, tanto de los estalinistas, como de los liberales, es el siguiente: "El Zar era débil, abdicó, en tanto que Stalin liquidó a todos los conspiradores y se mantuvo en el poder".
Lo último es incontrastable. Stalin se las ingeniaba para sospechar, y asesinar a los sospechados, a diestra y siniestra. Y así entro en la historia, como un déspota cruel que ponía en primer lugar la conservación de su poder.
Nicolás II, en cambio, tenía una innata sensación de su derecho al poder y de sus obligaciones, y obviamente no quería y no podía luchar por el poder a cualquier precio. No era un maquiavélico, ni era un verdugo. A lo largo de todo su reinado fueron ejecutadas menos personas (incluyendo a los terroristas condenados por tribunales militares), que las que exterminaba la maquinaria estalinista en una sola semana de los años 1937-1938. El Zar no se dedicaba a detectar supuestos traidores en su círculo, no combatía contra la prensa y la intelectualidad liberal que lo acosaban todo el tiempo, no liquidó a Guchkóv, Miliukóv y demás enemigos de la escena política.
El emperador era una persona normal, buena, competente en el gobierno, piadoso en su fe cristiana ortodoxa, convencido de que si a veces es inevitable reprimir, solo se lo debe hacer en situaciones extremas y por un tiempo breve, y no como una forma constante de gobernar a Rusia.
Estaba convencido de que el pueblo ruso merece algo mejor, que un gobierno apoyado en el horror y la represión. Y justamente en eso radica el secreto de que la personalidad del emperador Nicolás II este "de moda" en la Rusia de hoy.
Si Stalin es la imagen de la mano de hierro, que lleva al pueblo por un camino de huesos ensangrentados a ser una superpotencia militar, quebrándole el espinazo a los enemigos reales y supuestos, Nicolás II es la encarnación de un desarrollo histórico normal, no catastrófico, no interrumpido por enormes conmociones y terribles carnicerías.
En él se ve la imagen de como podía haberse desarrollado Rusia durante todo el siglo XX, si su clase dirigente no se hubiera comprado la sangrienta utopía de la revolución.
El Zar se sube al avión de Igor Sikorsky y conversa con el constructor. El Zar se prueba el uniforme de campaña del infante ruso. El zar juega en la playa con el heredero. El zar camina por los viñedos de Ai-Danila.
La fascinación de muchos rusos por esas fotografías, que en estos días se reproducen en la prensa, expresa un simple sueño. El sueño de su gobernante no sea un tirano, que no sea un monstruo, que no sea un asesino que sospecha de todos, sino simplemente una buena persona.
Pero para tener un gobernante así, normal, no un antropófago, sino alguien que pueda garantizar un desarrollo no catastrófico del país y que no sea exterminado por los fanáticos, es necesaria una postura del mismo pueblo, de la misma sociedad en favor de un desarrollo que no sea de crisis, que no sea revolucionario.
Eso es lo que le faltó al Zar Nicolás II, y no fuerza de voluntad o crueldad. A largo de todo su reinado, la "intelligentsia", que se sentía iluminada, llevaba contra el emperador una guerra informativa y política de exterminio. Esta capa de la sociedad simplemente se negaba a considerar todas las demás variantes de desarrollo del país, excepto la revolucionaria. Y lo pagó con que una gran parte de esa misma sociedad fue fusilada, encarcelada, expulsada, aplastada por el poder del régimen, que ella misma ayudó a crear.
¿Estará comenzando a entender eso la actual sociedad rusa en el centenario del asesinato por los bolcheviques de Nicolás II, el Zar Mártir de Rusia y de toda su familia?