La solvencia y la efectividad al poder

Francia se consagró con un equipo firme en defensa y contundente en ataque. Antoine Griezmann y Kylian Mbappé le dieron el toque de distinción a una selección joven y con mucho futuro por delante. El nuevo campeón no juega el fútbol champán del pasado, pero a su manera también se lleva todos los aplausos.

La solvencia y la efectividad al poder.  Ese es el secreto de la Francia campeona del mundo. Así como hace medio siglo los jóvenes galos postulaban aquello de “la imaginación al poder” durante ese mayo de 1968 en el que pretendían impulsar una revolución política, social, económica y cultural, el fútbol se encargó de modificar ese lema y darle vida a uno que explica el porqué de su éxito.  Sin los ideales de esos días de efervescencia estudiantil, pero con una marcada identidad de equipo, el seleccionado comandado por Didier Deschamps se convirtió en el nuevo rey del universo futbolístico.

El equipo que acaba de consagrarse en Rusia 2018 ni siquiera se permite asociarse demasiado con cuanta revolución se puede proponer. No le sobra imaginación, pues la tiene en dosis muy acotadas, pero sí encuentra el poder por una claridad conceptual que es una de sus mayores virtudes. Su victoria tampoco permite observar las burbujas de los conjuntos franceses de 1982 y 1986. Nada de fútbol champán. Su juego no produce esa agradable sensación en el paladar que sólo aportan los más exquisitos espumantes, porque no le hace falta generar esa cuota de placer. Le basta y sobra con salir a la cancha, ejecutar a la perfección su bien estudiado libreto y entregarse a la capacidad de un par de jugadores que, tal vez como un homenaje a los viejos buenos tiempos, le dan el toque justo y necesario de calidad.

Tal vez esta Francia a la que por estas horas todos aplauden tiene ciertos puntos de contacto con aquella que hace dos décadas consiguió el primer título en el Mundial celebrado en su tierra. La gran diferencia es que no posee en sus filas a algún talentoso que pueda compararse con el sublime Zinedine Zidane. Ese campeón era compacto y sacrificado como éste, pero adquiría un brillo incomparable cuando la pelota pasaba por los pies o por la cabeza –como en los goles de la final contra Brasil- de su fantástico número 10.

El elenco de Deschamps –capitán del campeón del ´98- no parece ni siquiera un descendiente directo del que en 2006 estuvo muy cerca de volver a abrazarse con la gloria hasta que Zizou perdió la cabeza y se ganó la tarjeta roja por aplicarle un insólito golpe al italiano Marco Materazzi. En aquella ocasión, algunos de los antiguos héroes de 1998 tuvieron un resurgimiento mágico y deleitaron con un fútbol estéticamente bello. Ese sí era un equipo que hacía de la imaginación su argumento para alcanzar el poder y la gloria. Pero no pudo cuando se quedó sin Zidane.

Pero quizás no se encuentre demasiado sentido en reparar en qué le falta a este flamante campeón. Resulta más interesante analizar qué tuvo para despedirse de Rusia con la deseada Copa del Mundo en sus manos. Para empezar, posee una idea definida de juego. No improvisa. Bueno, en realidad respeta el libreto para mantener cubierta la retaguardia y le da rienda suelta a sus hombres de ataque para romper el molde y hacer estragos en las defensas contrarias.

Una defensa fuerte y segura respaldada por un arquero confiable, un mediocampo generoso en el despliegue y sabio para recuperar pelotas y variantes ofensivas que sobre la base de la inventiva y la velocidad son las principales características de este equipo. La solvencia cerca de su valla es el punto de partida para un ataque furibundo en el arco adversario. Simple, sin entregarse a experimentos tácticos tendientes a provocar un cambio en la concepción de este deporte, pero con especialistas que cumplen con un acierto encomiable su tarea para que nadie pueda resistir la prepotencia de los argumentos colectivos de Francia.

A lo largo del Mundial Hugo Lloris protegió el arco con un nivel destacable. Cometió su único pecado justamente en la final, cuando no tuvo mejor idea que intentar gambetear a Mario Mandzukic y recibió un gol insólito, producto de los excesos que los guardavallas cometen en estos tiempos en los que olvidan que su tarea es evitar la caída de su valla e incurren en graves errores por entregarse a esa tan extendida práctica de jugar con los pies.

La dupla de centrales ha exhibido una sobriedad asombrosa. Firmes en la marca, casi impasables en el mano y precisos en los cierres, Raphael Varane y Samuel Umtiti hasta han sido vitales por su aptitud para el juego aéreo, tanto defendiendo como atacando. De hecho, ambos aportaron goles para hacer realidad algunos de los triunfos galos. Los laterales Benjamin Pavard y Lucas Hernández, por su parte, no sólo son custodian sus bandas, sino que además se proyectan como si fueran wines. El segundo gol frente a la Argentina es una prueba irrefutable de esta cuestión: se lanzó Hernández por la izquierda y envió el centro que Pavard envió al fondo del arco de Franco Armani con un derechazo de ensueño.

En el centro del campo no hay balón que N'Golo Kanté no consiga capturar. Marca, recupera y se lo pasa a los jugadores más aptos para darle buen destino. Allí aparece en escena Paul Pogba, cuya elegancia hace pensar que camina en puntas de pie, aunque, por supuesto, también aporta para la obtención de la pelota. Quizás el menos lucido sea Blaise Matuidi, pero siempre estuvo a la altura de las circunstancias, tanto por su generoso despliegue como por su contribución al circuito de juego.

El toque de distinción nace de la enorme figura de Antoine Griezmann. Lujoso delantero que se multiplica por toda la cancha para conducir, definir y hasta sacrificarse para marcar. Es el alma del equipo, el líder que lleva a todos para adelante con un entusiasmo contagioso.

Adelante, bien adelante, está Olivier Giroud, quien se debate en la lucha cuerpo a cuerpo con los zagueros rivales y les abre espacios para que se internen sus compañeros. Curioso mérito el de un centrodelantero que no marcó siquiera un gol en todo el Mundial. Así y todo, el esfuerzo del 9 facilita y hace todavía más nítido el lucimiento de Kylian Mbappé, ese pibe de 19 años que vuela por los costados de la cancha y es decisivo cuando está frente al arco. El atacante del Paris Saint Germain es un diamante en bruto. Su debut mundialista fue consagratorio y tal vez sólo comparable a otro adolescente que hizo historia hace muchos, muchos años: Pelé, quien en 1958 fue campeón con apenas 17 años.

A los habituales titulares se sumaron otros jugadores a los que Deschamps fue recurriendo como alternativas en muy contadas ocasiones. Es que el DT le dio pista al equipo ideal en la mayor parte y sólo hizo pequeños retoques, cuando por ejemplo Matuidi debió cumplir una fecha de suspensión ingresó en su lugar Corentin Tolisso, un enganche de calidad. Cuando fue necesario ajustar las marcas en el medio, entró Steven Nzonzi y también tuvieron sus minutos en ofensiva Nabil Fekir y Ousmane Dembélé, compañero de Lionel Messi en el Barcelona.

Deschamps apostó por una generación de jugadores jóvenes, con mucho recorrido por delante. Salvo por Lloris, próximo a cumplir 32 años, el resto de los integrantes del plantel está lejos de los 30. Para eso, el DT, que durante gran parte de su gestión acumuló bastantes críticas, prescindió de pesos pesados como Karim Benzema (delantero del Real Madrid que reina desde hace tres temporadas en la Liga de Campeones de Europa) y Franck Ribery (puntal del seleccionado subcampeón en 2006 y figura en el Bayern Munich). Su proyecto tenía visión de futuro y maduró de pronto en Rusia.

Posiblemente hayamos asistido al nacimiento de un gran equipo. Tiene jugadores jóvenes y de gran calidad que muy rápidamente se instalaron en la cima del mundo. No son como aquellos estudiantes del ´68, pero a partir de la solvencia y la efectividad hicieron historia. Quizás, con el tiempo, también se los recuerde como los representantes de una generación capaz de alcanzar la gloria con imaginación y fútbol estéticamente bello. El del fabuloso Michel Platini en el ´82 y el ´86 o el de Zidane en el ´98 y 2006. El del típico acento francés.

LA CAMPAÑA

Ronda/Rival/Resultado/Goleadores

Fase de grupos/Australia/2-1/Griezmann (penal) y Behich (en contra)

Fase de grupos/Perú/1-0/Mbappé

Fase de grupos/Dinamarca/0-0

Octavos de final/Argentina/4-3/Griezmann (penal), Pavard y Mbappé (2)

Cuartos de final/Uruguay/2-0/Varane y Griezmann

Semifinales/Bélgica/1-0/Umtiti

Final/Croacia/4-2/Mandzukic (en contra), Griezmann (penal), Pogba y Mbappe

 

LOS CAMPEONES

Jugador/Partidos/Goles/Minutos

Olivier Giroud/7/0/546

Antoine Griezmann/7/4/570

Lucas Hernández/7/0/590

N'Golo Kante/7/0/595

Kylian Mbappe/7/4/534

Raphael Varane/7/1/630

Nabil Fekir/6/0/69

Hugo Lloris/6/-6/540

Benjamin Pavard/6/1/540

Paul Pogba/6/1/539

Samuel Umtiti/6/1/540

Blaise Matuidi/5/0/336

Steven Nzonzi/5/0/141

Corentin Tolisso/5/0/194

Ousmane Dembelé/4/0/165

Presnel Kimpembe/1/0/90

Thomas Lemar/1/0/90

Steve Mandanda/1/0/90

Benjamin Mendy/1/0/40

Djibril Sidibe/1/0/90

Florian Thauvin/1/0/1

Alphonse Areola/0/0/0

Adil Rami/0/0/0

DT: Didier Deschamps