De la táctica del apaciguamiento a la de sangre, sudor y lágrimas

Siete días de política. El gobierno consiguió una tregua en la escalada del dólar. Lo que sigue es la arremetida opositora por el ajuste. El optimismo de Durán Barba reemplazado por el realismo fiscal y financiero

La crisis cambiaria parece haber quedado atrás, pero sus consecuencias políticas, no. El ingreso de Luis Caputo en el Banco Central como interlocutor de los banqueros, la llegada de los dólares provenientes del FMI y el "upgrade" a mercado emergente del sistema financiero global se combinaron para darle un respiro al dólar en los 28 pesos.

La moneda norteamericana pasó de no tener precio a tener uno que consolidará por sí sólo un ajuste brusco de las variables macro. Licuará los gastos del estado, depreciará el salario real, reducirá el nivel de actividad, mejorará el balance exterior y pondrá al mismo tiempo en pie de guerra a la oposición.

Es llamativo como los capitales externos que castigaron al gobierno con su desconfianza se la devolvieron a sola firma y devaluación mediante. Con el sacudón le sacaron a Macri de la cabeza la idea del "gradualismo". El presidente tendrá origen empresario, pero es acostumbró a razonar como político. Creyó que podía no hacer el ajuste para ganar las elecciones, mantener indefinidamente el dólar en 17 pesos para regocijo de los consumidores y viajeros nativos y que la fiesta la pagarían los atraídos por la bicicleta cambiaria local.

Finalmente reconoció su error y rectificó, pero el rescate que recibió desde el exterior no resuelve el problema por sí solo. El Fondo pondrá 7.500 millones de dólares para tranquilizar al dólar, pero en el último mes se fugaron 6.900 millones. Entre enero y mayo la sangría fue de 13.600 millones y el rojo de cuenta corriente el mes pasado fue de 2.300 millones. Conclusión: la calma cambiaria no es un espejismo, pero el oasis sigue muy lejos.

Parece por lo tanto llegado el momento inevitable de sincronizar las políticas financiera y fiscal, tarea a cargo de Caputo y Nicolás Dujovne, las nuevas figuras del gabinete macrista. Los que debieron dar un paso hacia el fondo del escenario son el ala política y de imagen del presidente: Macros Peña (en silencio de radio desde hace varias semanas), Quintana, Lopetegui y el "comunicador/ideólogo" Jaime Durán Barba.

En otras palabras se acabaron el timbreo, los globos amarillos, el optimismo compulsivo y la actitud contemporizadora que llevaron al presidente al triunfo después de dos años de gestión. Llegó la hora de la resistencia. Se pasa del apaciguamiento y los acuerdos con la oposición a la soledad que traerá el ajuste.

Todo esto exigirá un cambio de mística: ya no se le pondrá dinero en el bolsillo al votante, pero al mismo tiempo hay que convencerlo de que es lo mejor para él. Una tarea compleja y sin antecedentes exitosos. Los políticos venden futuro; hacerlo prometiendo sangre, sudor y lágrimas no es para cualquiera. Si Macri se va a ver obligado a practicar ese difícil arte, debería empezar por hacer consciente a su electorado del peligro al que se expone si el ajuste fracasa.

Las turbulencias que se avecinan provendrán de los factores de poder que están en su mayoría en contra de la Casa Rosada. Macri ya pudo probar el daño que puede hacerle la desconfianza del capital financiero. Falta que se pongan en movimiento los sindicalistas, los piqueteros, la Iglesia y la clase política. La mayoría de los medios de comunicación multiplicarán el ruido que estos hagan.

¿Qué dicen entretanto los votantes? La mayoría de las mediciones coinciden. La brusca devaluación provocó una caída en la valoración positiva del gobierno. La preocupación por la economía se puso por encima de cualquier otra consideración y las expectativas pesimistas escalaron.

Pero la falta de una alternativa política se mantuvo. La crisis cambiaria no alteró, según la consultora Synopsis, significativamente los deseos de triunfo del oficialismo en 2019 si se comparan las mediciones de marzo y la poscrisis cambiaria realizada en junio. Macri conservó más del 36% de intención de voto, mientras que una eventual candidatura kirchnerista pasó del 19% al casi 24% y una alternativa nueva (peronismo reciclado) cayó del 36 al 30%.

En síntesis, frente al deterioro de la economía el macrismo consolidó su núcleo duro. Con eso no le alcanza para ganar la reelección, a lo que hay que añadir que todavía no se sintieron los efectos negativos de la devaluación. Pero la ausencia de una oposición creíble es el principal factor interno que lo está ayudando a capear el temporal.