La economía electoral cedió ante una situación financiera adversa

Siete días de política. El gobierno terminó retrocediendo ante la presión del dólar. El gradualismo dependía del crédito, un insumo que se encareció. Habrá ajuste con costo político y social para evitar la crisis.

La suba de la tasa de interés a nivel mundial, el encarecimiento del crédito, la apreciación del dólar en los países de la región y el abandono de las posiciones en pesos eran un peligro grave y previsible que acechaba al gobierno. Mucho más que la oposición peronista, porque impactaba de lleno en la estrategia económica y electoral que le permitió a Mauricio Macri ganar en octubre pasado: el denominado gradualismo.

Por esa razón cuando los inversores institucionales empezaron a fugar del peso en dirección al dólar, la primera reacción del gobierno fue pulsear con ellos. Pero el round inicial lo perdió por paliza: cotización en alza y caída fuerte de reservas.

De este fracaso surgieron las versiones sobre el posible despido del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Por eso Macri salió a sostenerlo. Porque el responsable de la política económica es él, no Sturzenegger. Por eso también que a los que reclaman un ministro de Economía `fuerte' les cabe la misma respuesta que daba Néstor Kirchner: el que conduce la economía es el presidente. A lo que hay que agregar que el problema no es quién conduce la economía, sino la falta de dólares no prestados.

A esa altura el presidente demostró que le funciona lo que Sigmund Freud llamaba principio de realidad al reconocer que no podía seguir porfiando sin arriesgarse a una crisis; que la economía electoral debía ceder ante la economía real que exigía, básicamente, hacer el ajuste largamente postergado. Y ese ajuste no podía consistir en recortar los gastos en vuelos privados o en chocoarroz, sino en devaluar para no quedar en una posición externa vulnerable. Negarse a devaluar hubiese terminado en una apreciación excesiva y a la larga insostenible del peso. ¿Cómo iba a salir el gobierno de esa trampa? ¿Poniéndole un nuevo `cepo' a las reservas para evitar que se las saquen?

Otra pregunta de interés es cómo hubiera reaccionado un Alfonsín o un Néstor Kirchner ante una situación similar. Con voluntarismo. Cuando vio el precipicio Macri, en cambio, prefirió frenar; no acelerar. Esa es la lógica de los negocios, no la de la política que demasiadas veces en la Argentina fue guiada no sólo por el voluntarismo, sino también por el pensamiento mágico.

Que el presidente optara por la racionalidad económica no será, sin embargo, una decisión gratuita. Tendrá costo político, económico y social. El primero tratará de hacérselo pagar la oposición política y mediática. El problema para ambas es que tienen poca credibilidad y menos aún, una propuesta alternativa.

A la dirigencia peronista del Congreso lo que se le ocurrió, por ejemplo, fue congelar las tarifas. A sindicalistas, piqueteros y otras capillas opositoras tampoco les sobra imaginación: ya se recortan en el horizonte los acostumbrados paros, marchas y movilizaciones.

El costo económico y social es, en cambio, el más perjudicial para el proyecto de reelección presidencial en 2019. La actividad caerá, los salarios se deteriorarán y aumentará la conflictividad social.

A lo que hay que agregar que el recorte del gasto público anunciado anteayer por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es más simbólico que efectivo. Cortar 30 mil millones de obra pública no soluciona el problema del déficit, generado en rigor, por un monumental gasto social -.jubilaciones y `planes'-, responsable del 68% del gasto público nacional. Y allí no se puede cortar sin un nivel de conflicto muy superior al que Macri -y en rigor ningún otro presidente- está a esta altura en condiciones de soportar.

Después de varios días en el sube y baja (más en el sube que en el baja) el dólar aterrizó al cierre del viernes en los 22 pesos. Conclusión de todo el entuerto: el gobierno no pudo mantenerlo en los 20, el límite que había fijado para la devaluación de este año.

Comparado con el dólar de noviembre de 2017, la devaluación osciló entre el 20 y el 25%. Al mover la cotización por encima de sus propias expectativas el gobierno debe prepararse para un nuevo enfriamiento de la economía, pero le queda un consuelo: si la suba internacional de la tasa de interés se producía en abril del año próximo el panorama electoral se le hubiese complicado. Le queda un año y medio para reacomodar las variables macro e ir por la reelección.