Ser un niño con las letras­

RELATOS DE NEIL GAIMAN PRINCIPIANTE­

Los cuentos de hadas son más que ciertos. No porque digan que existen los dragones, sino porque dicen que se los puede derrotar.­

G. K. Chesterton­

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Para disfrutar de las obras de Neil Gaiman (Porchester, 1960) hay que aceptar una premisa de hierro: ahí afuera existe un multiverso, relumbrante y mágico. Están los Angeles, los Dioses del Caos y los Señores del Orden. Están las razas antiguas, altas pálidas y élficas y los reinos jóvenes. Están los trolls y la gente, como nosotros, aburrida, estúpida y normal. En términos borgeanos, es una literatura que exige completa suspensión de la incredulidad. Compórtate como un niño con el libro y serás recompensado. Gaiman es uno de esos autores dignos de confianza, que creen que no debe haber nada oculto baja la superficie de una buena historia.

El sello Salamandra reimprimió ahora Humo y espejos (395 líneas) una colección de cuentos publicados entre 1985 y 1998, la mayoría en antologías específicas (para una de relatos sobre el Santo Grial, otra sobre Navidad, otra sobre la revista Penthouse, otra con relatos de cien palabras, otra más sobre el sexo, etc, etc.).

Descubrimos pues un Gaiman inexperto que, mientras buscaba sus propia imaginería, se ganaba la vida rescribiendo clásicos, como El retrato de Dorian Gray o las pesadillas más horrorosas de Lovecraft. Y no lo hacía mal. Realmente, nadie que lea el magnífico "Nieve, cristal y manzanas" (oímos la atormentada voz de la madrastra) volverá a sentir simpatía -ni siquiera piedad- por Blancanieves y sus infames siete enanos.

El volumen tiene dos puntos flacos. El primero es "cierta veta costumbrista, que allí donde aparece nunca levanta vuelo". Por fortuna, sólo lastra uno o dos cuentos. En segundo lugar, los ocho relatos en verso hacen rechinar los dientes. Una de dos. Exigen una traducción más competente (un poeta, sobre todo) o definitivamente Gaiman solo nació para la prosa.

Hecha esta salvedad (doble), digamos que la recopilación atesora entre diez y quince cuentos, entre buenos y excelentes (de un total de treinta), algunos, incluso, con sentido del humor. El recurso de añadir un elemento fantástico a una narración convencional es la piedra de toque del libro. Por ejemplo, una familia adopta un gato negro; poco después descubre que la protege del Diablo y la Mala Suerte. Otra se va de picnic al fin del mundo. Literalmente. Un remedio para curar el cáncer provoca -como efecto secundario- cambio de sexo.

Al parecer, hay una pregunta de los periodistas o de los lectores que Gaiman detesta: "¿Cómo se le ocurren a usted estas cosas?". Es que no sabe bien qué decir a los curiosos. "Confluencia", es una respuesta de compromiso. "De pronto, las cosas encajan. Se reúnen los ingredientes adecuados y de pronto: ¡abracadabra!". La magia de la buena literatura.