El centro del poder mundial regresa al Asia

En una era multipolar, de mayor equilibrio de poder, China y Rusia han recuperado su influencia global. Anarquía, una nueva Guerra Fría y el traspaso de la hegemonía de Occidente hacia Oriente son los componentes clave de la primera mitad del siglo XXI.

Por Alejandro Laurnagaray de Urquiza * 

Especial para La Prensa

La historia de las Relaciones Internacionales nos da siempre nuevas y valiosas lecciones, sobre todo con relación a la volatilidad del poder y el auge y caída de los grandes imperios. Hace más de un siglo y medio, el imperio occidental con cabeza en Gran Bretaña vencía a China en las Guerras del opio y le imponía la importación de dicho producto, algo a lo que el gigante asiático se negaba rotundamente. Hoy día, aquel país invadido se convirtió en la segunda potencia mundial, destinada a llegar al podio en los asuntos mundiales, y el imperio norteamericano, descendiente del británico, sufre la crisis de opiáceos más importante de la historia. Karma o enseñanzas de la historia. Todo cambia, y el centro del poder mundial vuelve a modificarse, dirigiéndose del Atlántico hacia el Asia-Pacífico en cabeza de China, mejor dicho regresando, donde estuvo antes del descubrimiento del nuevo mundo por parte de Occidente.

El sistema internacional comienza a vivir una era multipolar, de mayor equilibrio de poder, con China y Rusia como jugadores que han recuperado una fuerte influencia en el mundo y la expanden. La India también juega un rol significativo -algo que preocupa a los chinos-, al mismo tiempo que Japón, Alemania y otros, claro. Pero es el creciente poder de los primeros dos lo que determinó los lineamientos de la Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos: los ubica como peligros y amenazas para el progreso norteamericano.

EN CINCO CONTINENTES

Día a día, el mundo experimenta esa puja por el poder entre las grandes potencias. Una competencia a nivel mundial, en los cinco continentes. Se ha profundizado la anarquía en el sistema, característica esencial pero profundizada en períodos de transición como se viven. Anarquía, una nueva Guerra Fría y el traspaso de la hegemonía de EEUU hacia China son 3 componentes clave de esta primera mitad del siglo XXI, con la tendencia marcada pero desenlace aún incierto.

"Estamos en guerra comercial con China", afirmaban ya hace un año desde la Secretaría de Comercio de Estados unidos. Agreguemos que no sólo comercial, cibernética también, y con fuertes tensiones militares en el Mar meridional de China, en la península coreana y con relación a Taiwán, gran comprador de armamentos de Estados Unidos. América Latina no escapa a esta puja, claramente.

HEARTLAND Y RIMLAND

Esta disputa geopolítica global por la distribución del poder nos recuerda la vigencia, entre otras cuestiones, de las teorías geopolíticas del Heartland y el Rimland. La primera fue elaborada por el teórico británico Harold Mackinder, que representaba un área pivote en Asia Central y Europa Oriental: "quien domine esa región podrá determinar los destinos del mundo. Quien controla Eurasia controla el mundo", afirmaba. 

Luego el norteamericano John Spykman complementó dicho planteo agregando el concepto del Rimland, sumando Europa, Medio Oriente y el Asia con acceso a los mares del Sudeste. Estas teorías que guiaron la política exterior de Estados Unidos durante la Guerra Fría hoy están claramente vigentes.

La militarización occidental en Europa del Este a través de la OTAN y los nuevos escudos antimisiles, la respuesta rusa con la presentación de nuevos armamentos para contrarrestar la amenaza, la guerra en Ucrania con injerencia occidental y de Rusia; la Guerra en Siria, Yemen y las reiteradas tensiones en Medio Oriente, la creciente militarización en torno a Taiwán, la península coreana y las aguas del sudeste asiático son claros y determinantes ejemplos prácticos de esta teoría.

TODOS CAPITALISTAS

Así como también es clara esta nueva etapa de Guerra Fría, aunque con algunas diferencias: los contrincantes están inmersos, a su manera, en el sistema capitalista de producción y comercialización. Y China es hoy jugador con mayor fortaleza de la que supo tener en su momento la propia URSS. Se vive hoy una guerra cibernética, mediática, económica y con posibilidades de enfrentamiento militar. La mediática y cibernética es la más palpable en estos días. Pero seamos francos, a pesar de los temores de enfrentamiento militar directo entre las potencias, ninguna desea realmente que esto ocurra. Aunque en Siria, es claro que las fuerzas norteamericanas y rusas combaten en bandos opuestos. Uno quiere derrocar a Bashar al-Asad, y el otro, sostenerlo.
Esta nueva etapa de enfrentamientos y puja geopolítica a nivel mundial se produce, a diferencia del pasado, con países y economías mucho más integradas e interdependientes, lo que aleja aún más la posibilidad de enfrentamiento directo. Pero en el arte de la política, la diplomacia y la guerra, todo es posible. De lo único que podemos tener certeza hoy, es que la República Popular China está destinada a desbancar a los Estados unidos como primera potencia mundial durante el siglo que corre.

EL DRAGON 

Hoy, China es ya el principal importador y exportador mundial. Es también el mayor socio comercial a nivel global: 124 países tienen al gigante asiático como principal socio, mientras que Estados unidos detenta ese lugar para 56 países. El banco más grande del mundo es chino -y estatal-, el ICBC. Tiene el mayor mercado a nivel global de automóviles, celulares, tablets. Más de 135 millones de turistas chinos gastaron un monto superior a 260 mil millones de dólares en sólo un año. El gigante asiático tiene la mayor clase media del mundo -110 millones de personas con ingresos de entre 50 mil y 500 mil dólares (Estados unidos tiene 92 millones). Goldman Sachs ya predijo que para 2025 las economías de China y Estados unidos serán iguales, y que para 2050 la asiática duplicará a la norteamericana. Y un detalle no menor, China es el mayor acreedor de deuda externa de la administración Trump. Podríamos seguir enumerando por horas diversos aspectos en los cuales ese país encabeza los registros a nivel mundial.

Xi Jinping se presenta como el paladín del libre comercio, afirmando que es necesario "mantenerse comprometidos con el desarrollo del libre comercio, decir no al proteccionismo y facilitar la liberalización a través de la apertura económica", frente a la postura opuesta de Donald Trump. China encontró la combinación entre comunismo y libre mercado, obsequio conceptual y práctico que nos brinda el posmodernismo. Ha profundizado lazos con socios fundamentales de Estados unidos, como Gran Bretaña y Alemania y le disputa de manera clara la hegemonía en América Latina. El hoy ex secretario de Estado Rex Tillerson había advertido con claridad desde la óptica norteamericana de la creciente influencia china, destacando que hoy también los asiáticos son socios clave de Brasil, Argentina, Chile y Perú.

LIDERAZGOS FUERTES

Observamos en el gigante asiático y en Rusia dos liderazgos fuertes. Xi Jinping logró hace pocos días consagrarse como líder a la altura de Mao, con reelección indefinida, y Vladimir Putin fue reelecto con el 76% de los votos, el mayor porcentaje de la historia rusa. Mientras tanto, la crisis de las democracias occidentales se profundiza, tanto en los Estados Unidos como en la Unión Europea, donde entre otras cosas, la flexibilización laboral y el creciente poder del sector financiero a través de la desregulación vienen haciendo estragos. Aquellas políticas impulsadas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher se han vuelto en contra de la civilización occidental, frente a un firme intervencionismo estatal de los hoy revisionistas del statu quo, Xi Jinping y V. Putin.

El sistema internacional se le ha vuelto demasiado pesado a Estados Unidos y no estaría hoy en condiciones de liderarlo. Sólo puede hoy predominar en asuntos militares, con un gasto de 700 mil millones de dólares anuales, superando a las 10 potencias que le siguen. Y supera en tres veces y media a China y Rusia juntas. Para contrarrestar ello -en parte-, de manera pacífica, Xi Jinping lanzó al mundo el año pasado el Nuevo Cinturón y Ruta de la Seda, con inversiones astronómicas incluyendo a 60 países de manera directa, y al mundo en su totalidad de manera indirecta.

Expansionismo pacífico y profesionalismo diplomático -aunque también moderniza y aumenta también su gasto militar-, son las dos claves de la política exterior del gigante asiático.
Pero la decadencia del imperio norteamericano (de la cual Donald Trump es la expresión más auténtica y descriptiva), de la hegemonía occidental, o como queramos llamarle, no es sólo vista desde afuera por parte de sus competidores. En el centro mismo del poder hay un conflicto entre asumirla y enfrentarla para permanecer en el podio. Esta es la opción que pregonan los halcones republicanos. Pero las corrientes de cambio parecen ser más fuertes.

Hal Brands, profesor de la John Hopckins University y asesor gubernamental, afirma que Estados Unidos ya no podrá integrar a China ni a Rusia en un orden mundial dirigido por Norteamérica. Señala que al país le queda reforzar el gasto militar, la presencia en Europa Oriental y en el Pacífico para frenar el expansionismo revisionista de estas potencias. "Estados Unidos necesita ser más duro y menos ambicioso en su enfoque de las relaciones de gran poder.", señala. 

Otro especialista norteamericano, Fareed Zakaria, destaca que "los estadounidenses ven que un nuevo mundo está surgiendo, pero se forma en tierras lejanas y en manos de extranjeros.". 

"El mundo pasó del antiamericanismo al pos-americanismo". Confirma que se está viviendo "un nuevo cambio de poder en la historia, donde la transición es al ascenso del resto, del resto del mundo". Y ese resto del mundo está con Asia a la cabeza, China y también la India, y claramente, Rusia.

"La hora de la integración ha terminado", coinciden varios analistas del Norte. Se entiende allí los nuevos pasos de la política exterior de Trump, ahora más inciertos que antes luego de la salida de Rex Tillerson y el ingreso de un halcón republicano (Mike Pompeo) en la Secretaría de Estado, quien considera a China y Rusia directamente amenazas para la seguridad nacional, en línea con los nuevos designios de la Doctrina Trump.

Estados unidos tiene tres caminos posibles: adaptarse a la situación de manera pacífica, encarar una contraofensiva para mantener su hegemonía con la posibilidad del uso de la fuerza militar, y una ofensiva de negociación y garrote. Retroceder poco a poco en los asuntos globales buscando perder lo menos posible y mantener su primacía donde pueda. Este último sería el camino que podemos observar que está transitando la administración Trump, por lo menos hasta ahora. Mientras tanto, el cambio de poder mundial sigue su camino, por ahora sin confrontación militar directa pero en medio de grandes tensiones.

* Consultor y analista internacional.