TEATRO- En Estudio Los Vidrios

Un díptico experimental

Díptico 1: "Amor, furia y languidez" y "Sala de bombas". Dramaturgia, diseño de espacio y dirección: Carla Petrillo, Juanchi Rojas. Luces: Matías Sendon. Video: Selene Scarpiello. Coordinación: Lisandro Rodríguez. Actores: Juan Sebastián Contarino, Juan Carlos Antón, Emilce Olguín Ramírez, Diego Centorame, Pablo Dos Santos, Milagros Menéndez Novali, Laura Rebora, Nahuel Martínez Cantó, Carla Petrillo, Juanchi Rojas. En Estudio Los Vidrios (Guardia Vieja 4257).

 

 

 

 


Una sala pequeña, en el barrio de Almagro. Allí funciona un laboratorio de creación, producción, experimentación escénica con un director artístico, Lisandro Rodríguez. En síntesis, un espacio de investigación con gente joven o de espíritu joven que experimenta, intercambia y reflexiona, relacionándose con su contexto. El hecho de involucrarse en la organización, desde los estudios hasta la puesta de luces, la atención de la sala o la producción de las acciones que se desarrollan, habla de grupos independientes, de proyectos abiertos y de infraestructuras que se repiten en el tiempo, desde la época de La Máscara o los Independientes, verdaderos semilleros de arte.
El díptico montado en el Estudio Los Vidrios exhibe las características nominadas anteriormente y que responden al concepto de laboratorio del taller.
"Amor, furia y languidez", en la primera parte, es convocada por una suerte de árbitro femenino que va anunciando una serie de ejercicios escénicos que desplazan a actores y actrices en simples tareas cotidianas y donde los sentimientos, la posibilidad de la convivencia o el compartir, la discrepancia o la cotidianeidad, ofician como rituales que pueden desembocar en la armonía o la muerte.
Las acciones se desarrollan a lo largo de una pared, casi en contacto con el público. Cualquier aceleración en el ritmo o en los desplazamientos deben desarrollarse con especial cuidado debido a lo angosto del espacio seleccionado.

EL ABSURDO
La segunda parte, "Sala de bombas", también tiene una suerte de árbitro que en cierto modo preanuncia acciones que van a acelerar el ritmo del espectáculo en cuanto a la cantidad de personajes elegidos y la discontinuidad de las secuencias presentadas. Una trama fracturada asume la forma de mini historias individuales.
Espacio de interacción, plataforma de despegue, oficina atípica, lugar de relato de sueños imprevisibles, todo se conjuga en esa "Sala de bombas" para que lo caótico se manifieste, la disrupción sea la característica y hasta lo onírico tenga su lugar. Suerte de teatro del absurdo, con potencia para la incomunicación y lo imprevisible, comunidad de voces sin demasiada relación entre las partes, "Sala de bombas" puede ser el lugar donde la catástrofe suceda, la tensión eclosione o la claustrofobia se desarrolle.
De la visualización de los trabajos en que conviven experiencias individuales diferentes, distintas edades y formaciones, se desprenden distintas impresiones: un interesante manejo de lo corporal y gestual en el trabajo de los actores, un disciplinado aprovechamiento del espacio en relación con lo corporal y cierto minimalismo en los desplazamientos y respeto de la otredad del compañero de escena.
Otra de las características del grupo es cierta austeridad en lo expresivo y la ausencia de desbordes en una obra en la que el dominio del absurdo puede ser una tentación para la sobreactuación. Buenos trabajos en los que diferentes actores, como Emilce Olguín Ramírez, Juan Carlos Antón o Carla Petrillo, ya sea por su espontaneidad, su humor o su porte sobresalen del homogéneo grupo.

Calificación: Buena