El Día de la Cobardía

Claves de la historia-La cobardía de los militares primero, y de la sociedad civil después, le permitió a la insurgencia izquierdista trocar una derrota en victoria.

El 24 de marzo debería ser señalado cada año como el Día de la Cobardía. Los militares de la década de 1970 combatieron, derrotaron en el campo de batalla y eliminaron por completo a las diversas insurgencias izquierdistas que se proponían entonces tomar el poder por las armas con propósitos dictatoriales, algunas de ellas, como Montoneros, con un alto grado de peligrosidad. El único error de los militares fue no haber dispuesto juicios sumarios y firmado el fusilamiento de los capturados. No lo hicieron exclusivamente por cobardía, ya que no hay razón bélica ni estratégica que justifique la práctica de las desapariciones y las matanzas. Nunca pudieron explicarla, porque hacerlo habría significado reconocer esa cobardía.

Cuando se vio perdido, el bando opuesto tuvo la lucidez necesaria como para identificar la debilidad del adversario y cambiar a tiempo la naturaleza del combate: sus jefes redoblaron la apuesta y empujaron a sus tropas a acciones desesperadas -como la llamada contraofensiva montonera- a fin de incrementar la dimensión de la tragedia y por lo tanto su capacidad de victimizarse. De allí nació, entre otras razones, la mitológica cifra de los 30.000 desaparecidos.
A partir de ese momento, la guerra pasó del plano militar al plano cultural, y la periferia de simpatizantes izquierdistas sobreviviente se lanzó de lleno al combate desde la cátedra, los medios, la justicia y las expresiones culturales. Mediante una acción sistemática, coordinada e implacable, lograron, y siguen logrando, silenciar toda opinión adversa a la que promovían los ideólogos insurgentes de los setenta, y discriminar en esos ámbitos el ingreso o promoción de cualquier defensor de esa opinión adversa. 
Hoy el presidente Mauricio Macri lleva a los dignatarios extranjeros a visitar el Parque de la Memoria izquierdista, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal promulga una norma que sanciona legalmente la cifra de los 30.000 desaparecidos y le regala un palacio platense a una organización dudosa como Abuelas de Plaza de Mayo, y Cecilia Pando pierde su trabajo como maestra de escuela por sus opiniones favorables al accionar de los militares.
Los revolucionarios izquierdistas de la década de 1970 y sus continuadores son triunfadores absolutos en esta segunda etapa de la guerra que iniciaron entonces, y que logró su primer gran éxito en el juicio a las juntas impulsado tan pronto el poder político volvió a manos civiles. 
Esa victoria cultural de la izquierda fue posible por otra cobardía mayúscula: justamente la de la sociedad civil, que no supo plantarse frente al chantaje moral concebido por quienes de hecho aspiran a sujetarla con riendas dictatoriales, no supo sostener (como sí lo hicieron los chilenos, y lo hacen los colombianos) el apoyo que inicialmente dio a sus fuerzas armadas, cuando se sintió amenazada por la metralla y las bombas de los izquierdistas. 
Una vez que se sintió a salvo, en lugar de erguirse con dignidad y reconocer a los militares allí donde se jugaron la vida para protegerla, y criticarlos y juzgarlos por no haberse hecho cargo legalmente de sus actos, la sociedad civil claudicó: optó por la comodidad blandita de repudiarlos in toto, y refugiarse en las inocuas banalidades de la corrección política. 
A tal punto llega su pusilanimidad, que es incapaz incluso de reconocer como tales a sus propias víctimas, que pugnan en vano para que el Estado nacional, conducido por civiles desde 1983, las reconozca como tales. Como les pasó a los militares, a la sociedad civil esta cobardía le va a costar, en realidad ya le está costando, cara.

* Periodista. Editor de la página web gauchomalo.com.ar