Centurión es autodestructivo

El mediocampista de Racing volvió a meterse en el ojo de la tormenta. Si no lo ayudan, en su locura este pibe va a llevarse a alguna víctima inocente.

No hay caso con este pibe. Ricardo Centurión está empecinado en que sus notables condiciones futbolísticas pasen a un segundo plano y que sólo se hable de él por sus excesos, su falta de educación y su inmadurez. Hoy todos deberían estar destacando la espectacular actuación del mediocampista en el marco de una brillante tarea de Racing en la goleada por 5-0 sobre Patronato. Pero no. Por estas horas, este muchacho volvió a descarrilar y obligó a que los elogios que merece por lo que hace dentro de la cancha pierdan por goleada con los reproches que se gana por su inconducta fuera de ella.

Esta mañana, apenas unos minutos después de las 8, Centurión protagonizó un incidente de tránsito al pasar dos semáforos en rojo en el centro de Lanús, en una zona de corredores escolares. Cuando fue detenido, se negó a que lo sometieran a un control de alcoholemia. Encima se deslizó que olía a alcohol. Por si faltaba algo, no tenía en su poder el comprobante del seguro obligatorio para circular.

Todo mal. Le retuvieron el vehículo y, como suele pasar con aquellos que no saben de límites, no tuvo mejor idea que intentar coimear a los agentes de la policía. Este pibe está fuera de control.

Parecía que en su regreso a Racing había encontrado la contención suficiente para que el inadaptado social que vive en su interior encontrara refugio y contención. Se intuía que entre el manager Diego Milito y el técnico Eduardo Coudet le habían proporcionado el ámbito necesario para que se preocupara sólo por jugar. No duró mucho la paz para este hombre de 25 años que ya se ha visto implicado en otras situaciones similares en la vía pública, que ha enarbolado armas de fuego para sacarse fotos, que ha incurrido en actos de violencia de género, que se vio inmerso en una pelea en un boliche y hasta se mostró fuera de sí en la concentración de Boca durante una pretemporada…

Todo puede pasar con Centu. Para bien y para mal. Nadie puede ponerle freno. Los rivales dentro de la cancha pierden por su habilidad y capacidad de desequilibrio. En la vida cotidiana no hay ley ni sentido común que lo haga reflexionar. Ya es hora de que alguien se siente a su lado e intente explicarle que no es posible continuar así. No puede seguir autodestruyéndose.

El fútbol parece ser un ámbito en el que se disculpa cualquier barbaridad que se cometa en la vida privada siempre y cuando se rinda a satisfacción cuando se desempeña la profesión de jugador. No debe ser así. El hombre que pisa el verde  césped es el mismo que vive el resto del día. La existencia de un ser humano no se reduce a las dos o tres horas de entrenamiento, a las 24 o 48 horas de concentración o a los 90 minutos de un partido. Hacer a un lado todo lo demás es lavarse las manos.

Lo hizo el presidente de Racing, Víctor Blanco, al tratar de quitarle gravedad a lo sucedido. Es un pésimo hábito tirar la basura debajo de la alfombra. Se hace la vista a un lado cuando habría que ponerle coto a los problemas de inconducta, alcoholismo, violencia y falta de profesionalismo de Centurión.

Historias similares han pasado con innumerables jugadores que no podían librarse de los azotes de la bebida, la droga, un entorno nocivo del que no lograban desprenderse y de infinidad de cuestiones que conspiraban contra ellos. Si se destacaban en el campo de juego, eran simples travesuras o picardías. No puede hacer así. No debe ser así.

Centurión es un problema para Racing, para el fútbol argentino, para la sociedad y, especialmente, para él mismo. Necesita que de una vez por todas alguien recuerde que además de jugador es una persona que insiste una y otra vez en hacerse daño. Y lo peor del caso es que un día, de tanto dañarse, en su locura va a destruir a alguien más.