¿A quién pertenece el futuro?

Los "internacionalistas" tienen un problema insoluble. Su visión de un mundo de libre comercio, fronteras abiertas y gobierno global es una construcción intelectual que no llega al corazón de las personas.

Por Pat Buchanan *

Robert Bartley, el desaparecido editor de la página de opinión del Wall Street Journal, era un fanático del libre comercio que durante décadas abogó por una enmienda de cinco palabras para nuestra Constitución: "Las fronteras deben ser abiertas". Bartley aceptaba lo que la eliminación de las fronteras y el ingreso incesante de personas y bienes foráneos iba a significar para los Estados Unidos. "Yo creo que el estado-nación está acabado", decía.

Su visión y su ideología tenían un largo pedigree. Este culto del libre comercio y las fronteras abiertas floreció por primera vez en la Gran Bretaña del siglo XVIII. El San Pablo de esta fe poscristiana fue Richard Cobden, quien encandiló a las élites con la grandiosidad de sus visiones y el poder de su retórica. 

En el Salón del Libre Comercio de Manchester, el 15 de enero de 1846, la multitud era tan grande que hubo que retirar las sillas. En esa ocasión, Coblen atronó: "Yo veo más allá, veo el principio de Libre Comercio actuando en el mundo moral como el principio de la gravitación lo hace en el universo: acercando a los hombres, apartando los antagonismos de raza y de credo y de lengua, y uniéndonos con los lazos de la paz eterna".

OTRO SISTEMA

Gran Bretaña se convirtió a esta fe utópica y abrió sus mercados al mundo. Al otro lado del Atlántico, sin embargo, se abrazaba otro sistema, que iba a ser conocido como el sistema norteamericano.

La segunda ley firmada por el presidente Washington fue la Ley de Aranceles de 1789. El Padre Fundador de su país dijo en su primer mensaje al Congreso: "Un pueblo libre debe promover tales manufacturas que tiendan a independizarlo de terceros en materia de abastecimientos esenciales, particularmente militares".

En su Informe sobre las manufacturas de 1791, Alexander Hamilton escribió: "Cada nación debe proponerse poseer en sí misma todo lo esencial para el abastecimiento esencial. Esto incluye los medios de subsistencia, el habitat, la vestimenta y la defensa".

Esta sabiduría había nacido de la experiencia. En Yorktowon, los norteamericanos tuvieron que depender de mosquetes y naves francesas para conquistar su independencia. Y se comprometieron a erigir un sistema que pusiera fin a la dependencia de Europa para cubrir las necesidades de nuestra vida nacional, y establecer nuevos lazos de dependencia recíproca entre los norteamericanos.

EXTRAVIO

El extravío de los británicos quedó de manifiesto en la Primera Guerra Mundial, cuando unos Estados Unidos autoabastecidos se mantuvieron al margen, mientras le vendían a una Inglaterra dependiente de las importaciones los alimentos, las provisiones y las armas que necesitaba para subsistir pero no podía producir.

Los primeros pasos importantes de los Estados Unidos en la dirección del libre comercio, las fronteras abiertas y el globalismo se dieron con la Ley de Expansión Comercial de John Kennedy y la Ley de Inmigración de Lyndon Johnson en 1965.

Hacia fines de la Guerra Fría, sin embargo, ya se había producido una reacción y despuntaba una gran toma de conciencia. Los déficit comerciales de los Estados Unidos en bienes aumentaban en centenares de miles de millones de dólares, y más de un millón de inmigrantes legales e ilegales llegaban cada año, alterando visiblemente el carácter del país.

Los norteamericanos empezaron a darse cuenta de que el libre comercio estaba corroyendo la base manufacturera de los Estados Unidos y que las fronteras abiertas significaban la pérdida del país en el que habían crecido. Y no hay mayor pérdida posible en este mundo.

LLEGA TRUMP

La nueva resistencia del hombre occidental a la agenda globalista se hace visible ahora en todas partes.
La encontramos en la hostilidad de Trump al Nafta, en sus aranceles, en su muro fronterizo.

La encontramos en la declaración británica de independencia de la UE en el Brexit. La vemos en las victorias políticas de los nacionalistas polacos, húngaros y checos, en los partidos anti-UE que surgen en toda Europa, en los movimientos secesionistas de Escocia y Cataluña y Ucrania, y en la admiración que despierta el nacionalista ruso Vladimir Putin.

Los europeos han comenzado a verse a sí mismos como pueblos originarios cuyo Viejo Continente está en peligro de muerte a manos de los centenares de millones de invasores desesperados que vadean el Mediterráneo y ocupan sus tierras.

¿A quién pertenece el futuro? ¿Quién decidirá el destino de Occidente?

El problema de los internacionalistas es que la visión que tienen para ofrecer -un mundo de libre comercio, fronteras abiertas y gobierno global- es una construcción intelectual que no llega al corazón.

Los hombres son capaces de pelear por su familia, por su fe y por su país. Pero ¿cuántos estarían dispuestos a empeñar sus vidas a favor del pluralismo y la diversidad? ¿Quién estaría dispuesto a morir por la Eurozona y la UE?

El 4 de agosto de 1914, los antimilitaristas socialdemócratas alemanes, que componían el más antiguo y numeroso partido socialista de Europa, votaron las partidas necesarias para que el Kaiser librara la guerra contra Francia y Rusia. Cuando se trataba del ejército alemán, los socialistas alemanes eran primero alemanes.

PATRIOTISMO

El patriotismo vence a la ideología.

En Present at the Creation, Dean Acheson escribió acerca del mundo de posguerra y de las instituciones nacidas en los años durante los cuales sirvió a Roosevelt y Truman en el Departamento de Estado: la ONU, el FMI, el Banco Mundial, el Plan Marshall, y, tras el cisma entre el Este y el Oeste, la OTAN.
Hoy asistimos al fin de todo eso.

Y nuestras élites transnacionales enfrentan un problema aparentemente insoluble.

Para millones y cada vez más millones de personas en Occidente, el globalismo de fronteras abiertas y comercio libre que las élites ambicionan y promueven no significa un futuro glorioso, sino una amenaza existencial a la soberanía, la independencia y la identidad de los países que aman. Y no van a entregarse apaciblemente a los felices sueños que les proponen.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.