Crítica: "El sacrificio del ciervo sagrado"

Crítica: Un relato inquietante pero con demasiados dobleces

"El sacrificio del ciervo sagrado" ("The Killing of a Sacred Deer", Reino Unido, Irlanda, Estados Unidos, 2017). Dirección: Yorgos Lanthimos. Guión: Y. Lanthimos, Efthymis Filippou. Actores: Nicole Kidman, Colin Farrell, Alicia Silverstone, Barry Keoghan, Bill Camp y otros. Duración: 121 minutos. Calificación: Apta para mayores de 16 años.

El relato empieza a aclarar cuando transcurrió bastante tiempo del inicio. Hasta ese momento no se sabe para dónde dispara la película. Un cirujano en aséptico e importante sanatorio, con una casa más aséptica pero bella al fin, una mujer tan gélida como él, dos lindos hijos y la presencia de un adolescente bastante desagradable del que no se sabe nada. ¿Un hijo ilegítimo? ¿Una aventura gay? Todo puede ser hasta que se suelte la madeja. Más que madeja, telaraña por lo siniestro de sus habitantes.

El caso es que el doctor Steven se equivocó, en el quirófano. Lo que se viene es la venganza de aquello que no pagó, y todo se paga en esta vida, al menos así lo asegura el extraño adolescente que recuerda en algo al visitante de "Teorema", de Pier Paolo Pasolini, no sólo por cierto parecido de Barry Keoghan con un muy joven Terence Stamp, sino por los desbarajustes que va a provocar en esta familia de la alta burguesía.
"El sacrificio del ciervo sagrado" mantiene el misterio de su historia si uno ignora algunos rudimentos de la mitología griega y el carácter de expiación que puede tener una muerte cuando venga otra muerte (Ifigenia). A medida que transcurre el filme uno piensa que Lanthimos, el director y guionista, disfruta de los argumentos enfermos, con gotitas de sadismo y abundante crueldad. Pero también de experimentar con los recursos cinematográficos: así lo demuestran los inesperados ramalazos sonoros, los largos travellings o ciertas manifestaciones sádicas (alusión al padre del cirujano) y morbosas.
La película termina tan enrollada que no se cree demasiado. Lo que sí se puede rescatar es la puesta en escena, esas experimentaciones un tanto inesperadas, y la atmósfera inquietante.
Nicole Kidman sigue siendo una gran actriz, aunque aquí la marcación hiératica la hace más fría que en "Ojos cerrados", filme con el que tiene puntos de contacto. A su lado, un actor con futuro, Barry Keoghan (el mismo de "Dunkerque").

Calificación: Regular