Digno final para una exitosa saga

Camille
Por Pierre Lemaitre
Alfaguara. 320 páginas.

El éxito editorial de Pierre Lemaitre despertó la atención por toda su obra, que distintos sellos vienen traduciendo en forma acelerada. Ahora es el turno de Camille, un título que fue entregado a la imprenta en 2012 y que cierra su saga policial protagonizada por el comisario Camille Verhoeven. Una tetralogía -integrada además por Irene, Alex y Rosy & John-, que en castellano editó Alfaguara y por la que ya era conocido antes de ganar el Premio Goncourt.

Con una fórmula que es un sello personal, ritmo trepidante, violencia brutal, tramas ingeniosas, Lemaitre sumerge a su atribulado comisario en un caso que envuelve a su novia, Anne. Una atractiva mujer que es testigo de un robo comando a una joyería y, por haber visto la cara de los atracadores, recibe una salvaje golpiza de la que sobrevive, lo que ahora la pone en peligro.

Esa escena, que abre la novela, sacude al lector. La saña de esos profesionales, armados con escopetas calibre 12 a repetición, es narrada en presente, con hiperrealismo. En medio de la acción frenética, el tiempo queda suspendido a veces para demorarse en detalles, como el ruido de vitrinas rotas, gritos, gemidos, jadeos de terror. Solo el talento del autor francés hace que esa exhibición de violencia acelere las pulsaciones del lector sin llegar a causar nunca repulsión.

Lo que ocurrió, por lo tanto, se conoce de entrada. La intriga se asienta en la pesquisa, a la que aquí se da mayor preeminencia que en otras novelas de la serie. Y, sobre todo, en la cacería contrarreloj a la que da lugar para encontrar a uno de los delincuentes, antes de que éste dé con Anne.

La historia transcurre en tres días y es el relato de lo que sucede después del asalto, casi hora por hora, en tres locaciones distintas, siguiendo en forma alternativa a Camille, la banda de asaltantes, y el peligro que corre Anne en el hospital.

Los miembros de la brigada Verhoeven -Armand, Louis Mariani, Maleval- aquí entran en un cono de sombra. Como sugiere el título en español (en francés fue Sacrifices), la figura que se recorta es la del propio comisario.

Conocemos así algo de la intimidad de este iracundo policía de la Brigada Criminal, de 50 años, calvo, de baja estatura, que tiene un agudo sentido de la observación y de la intuición, algo que lo destaca del resto pero también lo vuelve desmesurado, ciego. Un hombre que está rehaciendo su vida tras años de depresión por la pérdida de su esposa, Irene, que fue asesinada. Un fantasma que ahora sobrevuela sobre Anne.

Camille pidió el caso ocultando su relación con la víctima, y la falta de resultados lo va arrastrando a un camino sinuoso en el que se salta todas las reglas, en una historia cuyo trasfondo es la inmigración creciente de Europa oriental.

Lemaitre dosifica el ritmo, extrae una sonrisa con sus abundantes trazos de ironía y de humor negro que sirven para descomprimir la tensión.

Camille, traducida por Juan Caros Durán Romero, mereció el prestigioso premio Dagger Awards. Aunque se eche en falta a los otros miembros del equipo de Verhoeven, que le aportaban riqueza y complejidad a la trama, y pese a que el lector termine por acostumbrarse a los giros que hacen avanzar la historia, Lemaitre logra que sus libros no se puedan soltar hasta conocer el final, un mérito que demuestra por qué se lo llama el rey de la novela negra.