Dos miradas viejas y actuales sobre la Guerra de Malvinas

Escribiendo en este diario Manfred Schönfeld y Patricio Randle vieron que en el conflicto se jugaba la supervivencia nacional.

POR SEBASTIAN SANCHEZ

O la mañana acecha o la noche es señora.
O la derrota vence o la voz se agazapa.
Y haber sido vencidos no nos deja sin aire, 
no nos calla; la muerte, vencidos, no nos mata. 

Eduardo B. M. Allegri, "140 poemas" 

Manfred Schönfeld y Patricio Randle fueron muy distintos. Judío y liberal el uno, católico y tradicionalista el otro. Periodista Schönfeld -de esos escriben sobre lo que pasa y también sobre lo que permanece-; académico distinguido y lúcido Randle. Dos hombres muy diferentes pero afines en el cultivo del espíritu, el conocimiento del mundo y, lo que aquí importa, el aprecio y la intelección de la causa de Malvinas. 

Manfred Ulfilas Schönfeld (1932-1989) nació en Berlín pero desde los cinco años vivió en Argentina.Si bien estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires fue esencialmente periodista, formado en el diario La Prensa, al que ingresó en 1956 y en el que escribió hasta su muerte. Se presentaba como "liberal nacionalista" y quizás lo retrate el hecho de que, al discutirse la ley de enseñanza libre bajo el gobierno de Frondizi, se mostró abiertamente a favor de la posición católica. Al principiar la Guerra tenía 50 años y se ofreció voluntario "aunque fuera para pelarles papas a los soldados". Sin embargo su voluntad combativa fue denegada y a cambio escribió decenas de columnas que tiempo después reunió en el libro Malvinas, la guerra austral.

Ceñir la larga vida de Patricio Horacio Randle (1927-2016) a su título de arquitecto es decir poco y nada. Es considerado una de las plumas más relevantes del nacionalismo católico. Geógrafo, urbanista, profesor e investigador, la reflexión filosófica no le fue ajena. Estudió en Buenos Aires y completó su formación en Europa, donde vivió largo tiempo. Fue un publicista -en el antiguo sentido del término- pues cultivó varios géneros literarios, incluso el periodismo. Entre otros medios -y he aquí otra afinidad entrambos- fue columnista de La Prensa durante muchos años. Sus reflexiones durante la Guerra -volcadas en artículos en este diario y La Nueva Provincia- fueron compendiadas en el volumen La guerra Inconclusa por el Atlántico Sur.

SENTIDO

La recuperación de las islas entusiasmó a nuestros autores, cuyos escritos dan muestra de hondo patriotismo. No obstante, su fervor eludió la irreflexión del banal exitismo o del derrotismo necio pues comprendieron que la cuestión no era, principalmente, ganar la Guerra -como si de un partido de fútbol se tratase- sino reconocer la trascendencia histórica de la circunstancia y asumir esperanzadamente la posibilidad de un renacer patrio tras largos años de decadencia política y moral. Uno y otro vieron en la crisis de Malvinas la "oportunidad" de hacer surgir a la Argentina de su postración social y cultural. 

Para Schönfeld la clave de bóveda esperanzadora eran los jóvenes soldados: "No seremos una potencia armada hasta los dientes y tendremos gobiernos ineficaces y que no saben informar bien y clases dirigentes que no las tienen todas consigo, que dudan y que temen. Pero ello no obsta a que el país, visto en su conjunto, posea la fuerza de la fe. Basta ver las caras de los muchachos que están aguantándoselas en el sur. O las de los sobrevivientes del General Belgrano. Son serios. No son fanfarrones. Tienen dignidad, nobleza y madurez en la mirada (...) a esta gente joven la sentimos de un modo tal que -no tenemos reparo ni vergüenza en admitirlo-, a su lado, nos sobreviene una sensación de apocamiento". 

Por su parte, y con mayor hondura, Randle ve el sentido último que ha de tener la recuperación de las Islas: 

"La guerra es una crisis -escribe en los primeros días de aquél abril- pero sin crisis no hay legítimo cambio. Porque el cambio genuino es lo que los latinos llamaban "conversio" y los griegos "metanoia"". Y señala en el mismo sentido que "la guerra valdrá en la medida que salgamos de ella mejor identificados. O se entiende esto o no se entiende nada...la verdad es que mandar soldados a morir sin haberse adentrado en esta metanoia, en este más allá del espíritu, resulta brutal e irresponsable. Si la guerra no tiene sentido religioso, no tiene ningún sentido".

¿QUE PAZ? 

Incluso una vez desencadenada la batalla, Randle y Schönfeld aleccionaron sobre la importancia de la paz, aunque indisolublemente unida al orden y a la justicia. Cada cual por su lado, pero casi al unísono, pusieron la palabra escrita al servicio de la dirigencia nacional para hacerle entender que la paz a cualquier precio no es paz sino iniquidad.

Nota tras nota, mientras arreciaban los combates y la guerra se hacía tangible incluso para los más "distraídos", los dos columnistas manifestaban desconfianza sobre la conducción política y diplomática del conflicto. Dudaban, en lamentable acierto, de que los sectores dirigentes -estado, empresarios, sindicatos, académicos- estuvieran a la altura de la circunstancia. Y la duda se extendía, penosamente, a una parte de la jerarquía militar que incluso una vez iniciados los combates no terminaba de creer que la nación estaba en guerra. Comenta Randle que "un General, ministro del Poder Ejecutivo, llegó a afirmar "no queremos la guerra", sin advertir que eso equivale a decir: no queremos municiones". 

En el mismo sentido Schönfeld asevera que "uno de los peores males que puede aquejar, a nuestro juicio, a una nación es que se afinque en su alma la idea de que la paz es un bien tan importante que debe ser comprado, si fuese necesario, a cualquier precio, aún -por ejemplo- el del honor nacional". 

Para Randle, el país se dividió durante la Guerra en dos "argentinas". Las distingue primero desde lo geográfico (al sur y al norte de Bahía Blanca, lo que nos parece un desacierto pues hubo de las dos "argentinas" en todo nuestro territorio) pero sobre todo en lo espiritual.

Así las cosas, la primera "argentina" fue poéticamente patriótica, con el corazón y la oración puestos en las Islas, siempre pronta al sacrificio. La segunda, egoísta y prosaica, distraída en las cosas del mundo, fue ajena al heroísmo y al auténtico servicio. ¿Cuál de las dos Argentinas habría de vencer al terminar la Guerra? 

SOBRE LA DERROTA

Es cierto que Patricio Randle expone una visión del conflicto destacada por el sentido religioso, teológico incluso, y que esa perspectiva está aparentemente ausente en el análisis de Schönfeld; pero no lo es menos el hecho de las coincidencias entrambos respecto de lo esencial del conflicto. Comprendieron que en Malvinas no sólo se arriesgaba la soberanía sino la propia entidad de la Argentina. Supieron discernir, por sobre la ignorancia y superficialidad de muchos de sus contemporáneos, que en la Gesta lo que estaba en juego era la sobrevivencia del país. ¿Exageración? Pues veamos lo que decía Schönfeld, días después de la rendición de Puerto Argentino: 

"La "dirigencia" del país, su gobierno designado de acuerdo con la voluntad de un puñado de oficiales superiores y apuntalado por dirigentes sectoriales de controvertible representatividad (...) han decidido de común, pero también de tácito acuerdo, que la batalla que perdimos en Puerto Argentino sea una derrota para toda la Nación". 

Con tristeza y cólera, el veterano periodista describe a los ejecutores de lo que más tarde se llamará "desmalvinización": 

"Los que no dejaron pasar un minuto, que no dejaron enfriarse siquiera los cadáveres de los muertos para lanzarse, con un entusiasmo digno de mejor causa, a convertir a los muertos en los cimientos sobre los cuales están construyendo ya sus respectivos castillos de naipes políticos, ilusiones y especulaciones electorales (...) sórdidas luchas por precios, salarios y tasas de interés. Para eso sirvieron los muertos". En eso convirtieron al país "que pocos días antes se hallaba, bella y bravíamente, vibrando al unísono en son de lucha, en tren de una guerra hondamente sentida por todos como causa nacional, como causa justa, como causa noble". 

Y nótese, matices aparte, la concordancia con las dolidas palabras de Randle, a pocas horas de la aciaga caída de Puerto Argentino: 

"Esta paz será mucho más horrible que la misma guerra aunque no vaya a correr sangre (en principio al menos), servirá para que afloren las tendencias más innobles: el egoísmo pequeño-burgués, el relativismo ideológico, el materialismo más cruel, todo esto sobre el contexto, no terminado de borrar por la guerra, de la "ética" financiera, los vaciamientos de empresas, la "coima" multinacional y el cohecho. Esta Argentina "pacificada" dará asco y no habrá elecciones que puedan curarla". 

¿Quién se atreverá, 36 años después, a impugnar estos cuasi proféticos asertos?  Sin embargo. 
Poéticamente lo dice Eduardo Allegri: "la muerte, vencidos, no nos mata". Siempre hay un "sin embargo" con una esperanza en su seno. Así lo vieron Randle y Schönfeld que, a pesar de la desazón por la oportunidad perdida, comprendieron que la Patria llegaría a reconocer la sangre de los héroes y la haría germinar en otras gestas salvíficas.

Es preciso leer estos libros, tan críticos como honestos, tan distintos como afines. Leerlos sí pero no con afán arqueológico o mero interés bibliográfico sino con visos de actualidad urgente. Puede ser un buen ejercicio para mirar mejor a la Argentina.