El Gráfico, una escuela que los amantes del deporte vamos a extrañar

Se anunció el cierre de la edición impresa de una publicación fundamental para el periodismo. Durante casi un siglo se encargó de narrar grandes proezas y dolorosas derrotas y de instalar en la memoria colectiva nombres que jamás se podrán olvidar.

Se acumulaban en cajas, estantes y bibliotecas. Muchas veces hasta se los guardaba en bolsas de celofán como si se tratara de inéditas joyas de colección. Y lo eran. ¡Vaya si lo eran! Los ejemplares de El Gráfico se convirtieron en un tesoro invaluable para varias generaciones de lectores, tanto de la Argentina como de cualquier punto del planeta en el que la pasión por el deporte fluyera por las venas con un alocado ritmo que estrujaba el corazón ante cada derrota o lo acariciaba con inusitado amor luego de cada victoria o de esas hazañas inconmensurables que la revista relataba a través de sus páginas. Y sí: es preciso referirse a esta publicación en pasado, porque ayer se anunció el final de su edición impresa. El triste cierre de una era mágica, inolvidable, irrepetible…

Fue simplemente “La Biblia del deporte”. Aunque se antoje desmesurado tamaño apelativo, resulta un acto de estricta justicia para con una revista que, ya sea por voluntad propia o por el arrollador contenido de sus páginas, les enseñó a entender el deporte a millones de personas. Conmovió con relatos épicos de proezas inimaginables, asombró con fotografías que rozaron la dimensión de obras de arte y acompañó la evolución del periodismo con estilos y técnicas que se transformaron en una escuela para periodistas de distintas épocas.

Pese a que nació el 30 de mayo de 1919 como una revista de interés general, a El Gráfico le esperaba un destino enlazado inseparablemente con el deporte. La primera tapa mostró una imagen del desfile de las escuelas públicas de la Capital ante el presidente Hipólito Yrigoyen. El número 5, aparecido el 26 de julio de ese año, ofreció la primera portada dedicada al deporte: imágenes de un partido protagonizado por las selecciones de Argentina y Uruguay. Y como anticipo de lo que con el paso del tiempo se transformaría en una sana costumbre, el 9 de agosto, en la séptima edición de su todavía joven historia, tuvo en su portada el primer gol: el tanto de Huracán, obra de Luis Bertolini, en un duelo que terminó 1-0 a favor del Globo contra Porteño por la Copa Competencia.

Salir en la tapa era un motivo de orgullo para los deportistas. Durante un tiempo las portadas eran casi cuadros, ya que los protagonistas posaban como si estuvieran a punto de ser retratados para la posteridad. Y no se equivocaban…

LECCIONES PARA SIEMPRE

Para comprender qué se pierde con la desaparición de esta revista, bastaría con acotar que el 12 de junio de 1942, en el número 1.196, Borocotó (inolvidable seudónimo del periodista uruguayo Ricardo Lorenzo) bautizó al equipo más famoso de la historia del fútbol argentino. “Jugó como una máquina el puntero”, fue el titulo de la nota que se refería al triunfo de River por 6-2 en su visita Chacarita. Borocotó apeló a esa figura para definir el juego “sin puntos flojos” y con “ese gran entendimiento y capacidad que lo viene distinguiendo” que exhibía esa fantástica formación que en el ataque tenía a Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Aristóbulo Deambrosi (ese día faltó Félix Loustau, el extraordinario puntero izquierdo que componía esa ofensiva de ensueño). Desde ese día, La Máquina fue mucho más que un apodo, se erigió en una marca registrada que soportó con gallardía la sucesión de almanaques hasta nuestros días.

El 22 de septiembre de 1923, en la edición 221, los argentinos se enteraron de la heroica derrota de Luis Angel Firmo, El toro salvaje de las pampas, a manos de Jack Dempsey en la pelea que representó un hito fundamental para hacer del boxeo nacional una fábrica de campeones que no baja las cortinas.

También relató los interminables viajes de Vito Dumas, El Navegante Solitario, que el 7 de agosto de 1943 fue recibido por una multitud en Buenos Aires tras dar la vuelta al mundo tripulando el Legh III. El Gráfico presentó en sociedad a Bernabé Ferreyra, la primera gran figura del fútbol argentino. O dejó en claro que “El team argentino no fue cobarde” en su caída a manos de Uruguay en el Mundial de 1930.

El deporte local acaparaba medallas olímpicas y El Gráfico las relataba con una pasión contagiosa. Félix Daniel Frascara les puso la piel de gallina a los lectores que se enteraron a través de su fervoroso relato del triunfo de Delfo Cabrera en el maratón de Londres en 1948… Perdón, voy a tomarme una licencia impropia del periodismo: seré protagonista de mi propia nota. En 1984, leyendo una edición especial por el 65° aniversario de la creación de la revista me enteré de la existencia de Cabrera y Juan Carlos Zabala (ganador del maratón de Los Angeles 1932) y decidí que quería dedicarme al atletismo, actividad a la que todavía sigo entregado en cuerpo y alma.

La maravillosa victoria de Juan Manuel Fangio en Nurburgring en 1957 para hacer realidad su quinto título en la Fórmula 1 también fue contada con lujo de detalles por esta publicación que empieza a ser parte del pasado. Mucho después, el 31 de marzo de 1981, Orlando Ríos tildó de “magnífico desobediente” a Carlos Reutemann por un triunfo magistral en el Gran Premio de Brasil, ignorando las órdenes de su escudería, que pretendía que se impusiera Alan Jones.

Hoy los argentinos latimos al compás del enorme corazón de Emanuel Ginóbili. La Liga Nacional de Básquetbol, la cuna de grandes como Manu, nació con la visión de León Najnudel y el impulso que a través de las páginas de El Gráfico le dio Osvaldo Ricardo Orcasitas, quien firmaba sus notas con la sigla O.R.O.

La leyenda de Los Pumas en 1965 surgió contada por Free Lance en la edición del 22 de junio. El Veco narró la fantástica conquista de El Intocable Nicolino Locche contra el japonés Paul Fujii en el número 2.567 del 17 de diciembre del ´68. Héctor Vega Onesime se confesaba el 27 de junio de 1978 al ver a la Selección argentina ganando el Mundial: “Argentina campeón del mundo. Gracias por hacerme sentir pibe otra vez. Ya no grito, ni tiemblo ni lloro. Cierro los ojos. Creo que vi a Dios”. También se emocionaba Aldo Proietto por el título en México 1986: “¡Ar-gen-ti-na! grito yo y gritás vos, viejo. Pero no nos escuchan. ¿Cómo nos van a escuchar? Pellizcame viejo, somos Campeones del Mundo. ¿Cómo nos van a escuchar si estamos llorando, viejo?”.

La pluma exquisita y fina de Ernesto Cherquis Bialo -ese hombre que los cronistas jóvenes de hoy conocen como el antiguo y particular vocero de la AFA de Julio Grondona- acercaba al público las contundentes victorias de Carlos Monzón. Otro hombre de narrativa sensible como Eduardo Rafael se jactaba de haber sido testigo de la memorable consagración de Independiente en el Nacional de 1978 contra Talleres con una majestuosa tarea de Ricardo Enrique Bochini. Y Luis Hernández le contaba al mundo el 13 de septiembre de 1977 que Guillermo Vilas era el número uno del tenis.

Pocos como Juvenal, seudónimo de Julio César Pasquato, fueron capaces de despojar de misterios la táctica en el fútbol para hacerla comprensible para todos. Pasaron por sus páginas figuras sublimes como Osvaldo Ardizzone y Dante Panzeri…  El Gráfico acompañó muchos, muchísimos momentos gloriosos del deporte argentino. Cualquier enumeración con pretensiones de ser completa nos condenaría a incurrir en omisiones imperdonables. Tómense los anteriores como dispersos ejemplos de cuánto nos dio esta revista.

EL TRISTE FINAL

Duele la desaparición de “La Biblia del deporte”. Es cierto que en el pasado reciente quedaba poco y nada de ella. Le faltaban las grandes firmas, quizás porque el periodismo en el que la prensa gráfica pierde por goleada con los medios audiovisuales transforma a los grandes escritores dedicados al periodismo en especie en extinción; las fotos maravillosas de Ricardo Alfieri o Antonio Legarreta marcaron camino, pero hoy cualquiera con una cámara digital o un teléfono celular se cree reportero gráfico…

Tal vez lo poco bueno que le quedaba a El Gráfico era el 100X100, esas entrevistas de Diego Borinsky que constituían un homenaje a las viejas glorias del periodismo de otros tiempos. Perdió en la batalla con los sitios web que en nombre de la celeridad informativa prescinden del preciosismo. Resulta curioso que le baje el pulgar justamente Torneos, la empresa que admitió pagar coimas para conseguir derechos de televisación… También que lo haga cuando El Gráfico estaba ahí nomás de su centenario.

Quizás porque a los pibes que en el presente hacen periodismo les resulte vano internarse en un archivo para leer “cosas viejas”, la muerte del Panadero Díaz les represente la desaparición del “señor que le alcanzaba el talco al Coco Basile” y no la de quien fue un gran jugador de fútbol. Ese es un síntoma de por qué publicaciones como El Gráfico están condenadas.  

Ellos y nosotros, los que crecimos aprendiendo las lecciones que se dictaban a través de sus páginas, estamos de luto, aunque a nosotros se nos nota más que a ellos…