Confesiones de una artista impar

Los libros de entrevistas a escritores son casi un género en sí mismo que sigue ciertas reglas. El entrevistador suele ser un devoto del entrevistado, las preguntas buscan establecer la idea de un diálogo fluido y la edición es menos histérica que en los formatos periodísticos, donde son otros los requisitos de tiempo y espacio.

Nací para ser breve respeta todas esas normas con algunos agregados. Su autora, Gabriela Massuh, tiene casi tanto protagonismo como la entrevistada, la extraordinaria María Elena Walsh. El texto, grabado durante seis meses en 1981 cuando Walsh se recuperaba de un cáncer, permaneció inédito hasta ahora debido, entre otras cosas, a la modestia de Massuh. Por décadas estuvo archivado en cajas de cartón, y su relectura postergada porque sus páginas eran a la vez el registro de un tiempo que se fue y de una añorada amistad, íntima y profunda.
Convertida en libro, la extensa entrevista repasa la vida y la obra de Walsh (1930-2011) en sus propias palabras, siempre precisas y teñidas de ironía. Entre los muchos temas que aborda sobresale el de la formación artística de quien fue poeta, cantante, dramaturga, novelista y renovadora de la literatura y la música infantil en habla española, con un influjo que alcanzó primero a varias generaciones de niños, y luego a incontables herederos o imitadores.
Poeta prodigio a los 17 años, celebrada por los grandes nombres de su tiempo, Walsh abandonó poco después la poesía porque veía en ella algo mágico que lindaba con la locura, un proceso "cada vez más doloroso porque no se dejaba dominar o manejar; me manejaba a mí". Su gran obsesión artística fue siempre la sencillez, aunque sin abandonar las formas clásicas: "escaparle a la retórica pero dentro de la retórica misma", era su meta. Y el golpe de genio fue la combinación de estilos, géneros, tradiciones.
Toda su obra infantil reconoce ese sello original que empezó como un juego y después se ahondó a conciencia en la mezcla de poesía española popular, folclore del norte argentino y las rimas absurdas (o "nursery rhymes") de la literatura inglesa que había aprendido bromeando con su padre. Walsh sabía que estaba abriendo caminos y gozaba con la emoción de "internarme en algo que no estaba hecho, una tierra incógnita, un horizonte no compartido y libre".
Había también otro motivo de alegría. Al crear algo nuevo, la escritora, una tímida incorregible, podía refugiarse en la certeza de que "nadie tendría elementos suficientes" para juzgarla y por lo tanto quedaría al margen de la "crítica de las capillas literarias". Bendecida por el genio, Walsh no teme admitir en esta charla reveladora que era una gran insegura a la que jamás le había gustado "mostrar un poema para que alguien lo disecara".

 

Nací para ser breve

Por Gabriela Massuh
Sudamericana. 256 páginas