Viajes por un país desaparecido

Dos tipos de encanto distinguen a este libro de viajes por Estados Unidos que John Steinbeck publicó en 1962. El primero es el propio de la obra tal como fue concebida y escrita hace casi sesenta años, con sus descripciones y observaciones de un país -o de una forma de vida- que ya no existe. El otro radica en su valor como documento histórico involuntario de una transformación que entonces estaba comenzando y hoy es una realidad vertiginosa, inabarcable.

El viaje de marras llevó a Steinbeck (1902-1968) a recorrer 16.000 kilómetros por 34 estados de la Unión en 1960, año de la elección presidencial entre John Kennedy y Richard Nixon. Lo hizo en una furgoneta con casa incorporada que le fabricaron a medida y que llamó Rocinante. Y no fue solo. Para combatir la sensación de "soledad y desvalimiento" se llevó de acompañante a su mascota, el Charley del título, un caniche francés "viejo y caballeroso" de color azulado, al que no pocas veces convierte en protagonista del relato.
¿Por qué se lanzó a la ruta? Steinbeck lo explica muy al comienzo. Al igual que el Ismael de Moby Dick, quería desfogar su espíritu de vagabundo, "ese ansia de estar en otro sitio" que la madurez no había aplacado. Pero también estaba la curiosidad profesional. Buscaba reencontrarse con su país, al que creía desconocer. "Yo, un escritor estadounidense, que escribía sobre Estados Unidos, estaba trabajando de memoria, y la memoria es, en el mejor de los casos, un depósito defectuoso y deformado", admite en las primeras páginas.
Partió de su casita en Long Island (Nueva York), siguió por Nueva Inglaterra, los Grandes Lagos, Chicago, las Dakotas, Montana, la costa oeste, California y después el regreso hacia el este cruzando el desierto de Mojave, el sudoeste árido e imponente, la inmensidad de Texas y parte del sur histórico. Siempre que pudo eludió las grandes ciudades y las autopistas, que lo ponían nervioso. Prefería los caminos desolados, los bosques y los cursos de agua para detenerse a descansar y soltar al simpático Charley. Cada tanto se refugiaba también en la comodidad de algún hotel.
A Steinbeck le fascinaban por igual la naturaleza y los pobladores que le salían al encuentro. Todo el libro está salpicado de escenas en las que se abre al trato con lugareños parcos y sencillos a los que pretende descifrar. En esos contactos procuró reflejar el talante del hombre de provincias, el hombre común, que es más o menos el sello literario del autor de Las uvas de la ira, y una noble tradición de las letras norteamericanas.
Por el camino verificó además cambios que lo desconcertaron. "Las grandes ciudades están haciéndose más grandes y los pueblos más pequeños", alertó. La radio estaba uniformando los gustos musicales y la manera de hablar. Estaba por desaparecer el espíritu local. El crecimiento inmobiliario de la costa oeste y del norte de California, la tierra de su infancia, le provocó un asombro desalentador.
"Me pregunto por qué progreso se parece tanto a destrucción", protestaba con melancolía hacia el final de un libro más bien cálido, optimista, pleno de gusto por los seres y las cosas.

Viajes con Charley

Por John Steinbeck
Nórdica.285 páginas