SALMAN RUSHDIE VUELVE AL REALISMO EN "LA DECADENCIA DE NERON GOLDEN"

Juegos con la identidad y el destino

Con el trasfondo del ascenso político de un magnate inmobiliario en Estados Unidos, la novela indaga en temas clásicos y atemporales. Pese a la sátira, un aliento a tragedia griega recorre sus páginas.

En su última novela, La decadencia de Nerón Golden (Seix Barral), Salman Rushdie dejó atrás su personal interpretación del realismo mágico para escribir una historia de realismo a secas, aunque con un generoso barniz de ironía, sobre el ascenso de un extravagante magnate inmobiliario neoyorquino que llega a la presidencia de Estados Unidos. La alusión a Donald Trump, al que se presenta como un Guasón de pelo verde, es tan obvia que la prensa internacional no deja de mencionarla, pese al fastidio del autor, que muy pronto se aburrió de las comparaciones.
Contra todo pronóstico, el escritor nacido en Bombay, India, en 1947 y que hace dos años se nacionalizó estadounidense prefiere eludir las menciones a la actualidad. Asegura que el 95% del libro ya estaba escrito cuando fue la elección presidencial estadounidense de 2016 que dio el triunfo a Trump sobre Hillary Clinton, aunque admite que si el resultado hubiera sido distinto, habría tenido que hacer algunas modificaciones importantes en la trama.
Pero Rushdie recalca que si la actualidad interviene de lleno en las páginas, no es por Trump sino por el clima de división imperante hoy en día en Estados Unidos.
"La tesis del libro es que, aunque Trump desapareciera mañana, esa división todavía seguiría presente, porque esa erosión de la capacidad de comprender la realidad no es sólo política -comentó al diario El Mundo, de Madrid, en una entrevista reciente-. Es algo que tiene que ver con la era de la información, que es, en cierto sentido, la era de la desinformación. Cuantas más formas tenemos que recibir información, más basura recibimos. Trump y otros como él no han hecho más que explotar eso con habilidad".
Por eso Rushdie sugiere desprenderse de las alusiones políticas y ahondar en el otro tema clásico, atemporal, que también aparece en el centro de la novela, la decimotercera que entregó a la imprenta.
Su protagonista es Nerón Golden, un inmigrante indio que se cambió el nombre y llevó sus hijos (que pasaron a llamarse Plinio Apuleyo, Petronio y Dionisio) a la ciudad Nueva York para empezar una nueva vida después de los atentados terroristas de 2008 en Bombay, en los que perdió a su esposa. Esa línea argumental, precisó Rushdie, orientó el libro más hacia el reino de la tragedia griega que al de los inevitables canales de noticias y su bombardeo informativo. El relato adquirió un tono como de "realismo operático", consideró.
Si la mitología griega y la historia romana están presentes ya desde el título y en los nombres de los protagonistas, no resultan tan dominantes como la otra influencia que circula por la historia. Es la del cine, una de las grandes aficiones de Rushdie. En La decadencia... hay menciones y guiños a El padrino (la primera) o La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock. Y por otra parte, el narrador-personaje que cuenta la historia, René, al que la crítica vinculó con el inolvidable Nick Carraway de El gran Gatsby, no es un escritor en potencia sino un cineasta en formación.
Rushdie volcó allí una vieja pasión. "Toda mi vida he sido adicto al cine -confesó en una de las habituales entrevistas de promoción la novela-. Por fin pude usar algo de eso en el libro y jugar ciertos juegos cinematográficos durante la escritura".
Otra intención expresa del novelista fue la de alejarse lo máximo posible de la literatura de fábula fantástica que había ensayado en su último libro, Dos años, ocho meses y veintiocho noches (2015). Recordó que su interés profesional estuvo desde siempre orientado al modernismo literario, pese al constante encasillamiento de la crítica que prefiere ubicarlo dentro del realismo mágico y sus secuelas.

IRONIA DE GENERO

En La decadencia de Nerón Golden se propuso jugar con la idea de identidad y, a tono con estos tiempos, también con la noción de género, si bien esto último lo encaró con el recurso de la ironía. Hay un personaje que se enfrenta a ese dilema, y Rushdie se permitió filtrar algunas burlas sobre la confusión que un cambio de sexo puede provocar en el uso de ciertos pronombres personales. Creó también un desopilante Museo de la Identidad, una sátira de la que está "muy contento de haber inventado".
"En Estados Unidos, cuando se habla de identidad, mucho tiene que ver con la identidad de género -explicó al diario británico The Guardian-. Si estás en Inglaterra, la discusión es sobre la identidad nacional, que es lo que estuvo detrás de la catástrofe del Brexit. Y en la India, cuando la gente habla de identidad, en verdad están hablando de sectarismo religioso. En los tres lugares, el tema de la identidad es colosal, pero se lo entiende de modo totalmente diferente. En todo eso tuve que pensar también".
Los hilos de la historia que relata René convergen al final en una reflexión sobre el destino, y la tragedia de aceptarlo o no. "No hay cómo escapar del destino porque el destino es el carácter, parece decirnos Rushdie -escribieron en The Guardian-. Eso vale para un individuo tanto como para un país. Nerón es inteligente, emprendedor, ingenioso y un encanto. También es corrupto, codicioso e implacable, incapaz o reacio a contener esas tendencias. Es por lo tanto el arquitecto de su caída".
Al margen de los temas y de la mirada de la crítica internacional, que no ha sido tan admirativa como podía preverse, Rushdie apela a lo obvio: quiere que sean los lectores quienes saquen sus propias conclusiones después de internarse en las más de 500 páginas de La decadencia....
"Lo que la novela hace mejor es permitir que los lectores accedan a mundos en los que por lo general no entrarían -señaló-. Deja que vivan en esos mundos y que reflexionen sobre lo que eso significa".