La redención llegó en forma de copa

River terminó el año festejando. Quería la Libertadores, pero se llevó la Argentina. No es lo mismo, pero un título siempre resulta valioso. Después de un 2017 con más pena que gloria, necesitaba dar señales de vida. Y lo hizo. También merece aplausos este Atlético Tucumán que hizo historia.

La redención llegó en forma de copa. Después de un año con más penas que gloria, River estaba urgido de una dosis de olvido para los malos resultados y las pobres actuaciones que lo acompañaron durante el 2017. La Copa Argentina terminó en manos del capitán Leonardo Ponzio y la alegría que tanto había gambeteado a los millonarios, esta vez no se escapó. Por más que el consuelo se antoje menor pues el gran objetivo era la Libertadores, un título jamás se desprecia. Este equipo de Marcelo Gallardo necesitaba que sanaran las heridas que a esta altura parecían incurables y por eso hoy respira aliviado.

El triunfo por 2-1 sobre Atlético Tucumán no borra algunos pálidos desempeños individuales y colectivos que explican la desazón que se vivió en Núñez en estos últimos meses. Tampoco disimula la falta de jerarquía de un plantel que no fue reforzado como correspondía. Pero sirve de desahogo. Esa posibilidad de abrazarse a un trofeo, de gritar el orgullo de campeón, incluso de dedicarle la conquista a Boca, es el premio que se debía River.

Quizás Gallardo y sus jugadores jamás hayan dudado de sus argumentos, pero lo cierto es que el equipo había tocado fondo. Poco y nada quedaba de ese conjunto que estaba habituado a aprobar con notas altos los duelos coperos. Se había hecho frágil en defensa y casi inofensivo en ataque. Hasta se le había escapado mucho Boca en la Superliga… Sólo Ignacio Scocco conseguía salir apenas chamuscado del incendio que devoraba a los millonarios. Enzo Pérez era el otro que resistía las llamas porque el resto… el resto moría abrasado.

Y en la final contra El Decano fueron justamente Scocco y Pérez los líderes de la remontada. Nacho volvió a aportar la cuota de gol que lo ha transformado en el principal -y casi único- referente ofensivo del elenco del Muñeco. El mendocino, por su parte, pidió la pelota, la puso bajo la suela y enseñó el camino que su equipo tenía que tomar.

Pérez se burló de una lesión muscular que puso en riesgo su presencia y se llevó todos los aplausos. Su presencia garantiza la jerarquía que le falta a este River. Lo mismo sucede con Scocco, el delantero de calidad que prácticamente manda el centro y lo va a buscar para que se extrañe menos a los emigrados Lucas Alario y Sebastián Driussi.

Ellos juegan y contagian. Y esta vez algunos de sus compañeros se dejaron contagiar. Ignacio Fernández, hasta ahora de vuelo muy bajo, le puso la firma al gol del campeonato. Con esa conquista pagó una deuda que mantenía desde su arribo a Núñez. La labor de Fernández le facilitó la tarea a Ponzio, quien esta vez se movió con más acompañamiento en la mitad de la cancha.

Imaginar que River se libró de todo lo malo que había mostrado hasta ahora sería caer en una mentira imperdonable. No fue una máquina. No brilló con su juego. Pero salió a buscar la victoria, supo reaccionar después del empate de Atlético -obra del eterno Pulga Luis Rodríguez- y pegó en el momento justo para trasladarle la presión a los tucumanos.

El partido se le hizo cómodo porque su rival no repitió en el segundo tiempo todo lo bueno que había hecho en el primero. En ese período inicial, River y Atlético habían protagonizado 45 minutos muy atractivos, como para demostrar que no sólo con dientes apretados se afronta un partido de estas características. El gol de Nacho Fernández, en el complemento, terminó por cambiar el rumbo del encuentro. Los millonarios supieron manejar los tiempos y avanzar hacia la victoria. El Decano intentó sin éxito luchar contra un destino inexorable.

Aquí convendría rendir un pequeño homenaje a Atlético. El equipo de Ricardo Zielinski se instaló merecidamente en la final, pero el destino no le permitió alcanzar su primer título. Juega bien El Decano. Respeta la pelota, la trata con cariño, piensa en el arco de enfrente. Tuvo un ajetreado calendario de casi 50 partidos entre el torneo pasado de Primera División, la Copa Libertadores, la Sudamericana, la Superliga y la Copa Argentina. Hizo historia, pero no tuvo la recompensa de quedarse con el trofeo que hoy está en manos millonarias.

La redención a River le llegó en forma de copa. No es la Libertadores que tanto deseaba, pero por estas horas eso parece ser lo de menos. Porque las huestes de Gallardo dieron señales de vida cuando parecían consumidas por las llamas del infierno en el que vivían desde que Lanús le incendió los sueños.