Cacería de opositores en Arabia Saudita

El actual rey quiere asegurarse que el sucesor sea su hijo Mohammed bin Salman. Esto, si de pronto se desbocara, podría repercutir en el mercado internacional del petróleo crudo desde que Arabia Saudita es, con la Federación Rusa, el más grande exportador de petróleo crudo del mundo.

Arabia Saudita está gobernada por una monarquía árabe absolutista. Es el único país árabe que forma parte del llamado G-20, que pronto se reunirá en nuestro país. Sus treinta millones de habitantes están hoy absortos, contemplando como, desde la corona, parecería haberse abierto una dura cacería de opositores que incluye a los reales y a algunos de los posibles.

Hablamos de haber, de pronto, arrestado a once príncipes, cuatro ministros y hasta al multimillonario Alwaleed bin Talal, uno de los hombres más ricos del mundo. Y esa lista puede bien ampliarse.

¿Qué sucede? Ha comenzado a exteriorizarse lo que venía siendo una suerte de guerra interna limitada a un tejido de complejas intrigas y de maniobras palaciegas en una lucha sorda por el poder. Pero capaz de desestabilizar seriamente al poderoso reino. Y afectar la marcha y la estabilidad misma del país que -salvo el caso de Venezuela, hoy lastimada por la fenomenal incompetencia de los bolivarianos a los que ahora lidera el ineficaz Nicolás Maduro- tiene las reservas probadas de petróleo crudo más grandes y más ricas del mundo.

Esto, si de pronto se desbocara, podría repercutir en el mercado internacional del petróleo crudo desde que Arabia Saudita es, con la Federación Rusa, el más grande exportador de petróleo crudo del mundo. Y es, además, el productor que regula fundamentalmente la oferta mundial de crudo cuando de tratar de defender los niveles de los precios internacionales del crudo se trata. 

EL SUCESOR

Ocurre que el actual rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdul-Aziz -que accediera al trono en enero del 2015, luego de la muerte de su medio hermano, el rey Abdullah, que había ya reinado por espacio de dos décadas- pretende que su sucesor sea su hijo: Mohammed bin Salman. De allí la necesidad política de sacar de carrera a todos quienes puedan eventualmente competir con él.
Hasta ahora, la persona sobre cuya cabeza estaba la corona del reino era elegida mediante una asamblea especial compuesta por los herederos del fundador de la monarquía, que se reunía inmediatamente luego del fallecimiento de un rey. La decisión se tomaba por consenso, entre todos los concurrentes. Un sistema que obviamente no permite asegurar la estabilidad y que genera toda suerte de nocivas competencias y desconfianzas.

Con anterioridad, el rey Salman había ya conferido a su hijo poderes realmente enormes en materia de seguridad, designándolo para ello como Ministro de Defensa del reino. A lo que sumó su designación como cabeza del estratégico Consejo Económico del reino; la de contralor de la poderosa petrolera estatal Saudi Aramco; y la de Jefe del organismo anticorrupción del reino. Esto conformó una concentración feroz de poder. 

En su esfuerzo por procurar de pronto fortalecer a su hijo, el rey Salman además removió de sus funciones gubernamentales a su medio hermano y a su sobrino. Ambos eran ya príncipes de la corona y por ende presuntos candidatos en su sucesión. Y cuidó, asimismo, de sacar a un lado a los líderes religiosos y tribales en los que no confiaba. Todo esto conmocionó a la familia real y preanunció la lucha por consolidar el poder sobre los hombros de su hijo que luego se pusiera en marcha.

REDADA

Uno de los recientemente arrestados es el príncipe Mitab bin Abdullah, hasta no hace mucho comandante de la Guaria Nacional, una fuerza paralela al ejército regular. Un rival peligroso políticamente, por definición.

La más curioso es la detención del multimillonario príncipe Alwaleed bin Talal, cuyo padre es un crítico virulento del actual rey y de su hijo, aunque -el mismo- nunca actuara en política. No obstante, cayó en la que fuera una no demasiado sorpresiva redada.

Con esta sorprendente estrategia, lo cierto es que Mohammed bin Salman es hoy el hombre fuerte indiscutido de Arabia Saudita. Más allá de toda duda, salvo la del paso del tiempo. 

Con esto, el rey actual y su hijo se han despegado de la elite saudita tradicional, la compuesta por los clérigos y los líderes de las distintas tribus que componen la sociedad local. En cambio, parecen estar intentando recostarse en lo que podríamos llamar el favor popular, en sus súbditos entonces. Lo que tiene sus riesgos, entre los cuales aparece el populismo, que es toda una novedad en el lejano reino.

La idea central es la de alejarse de la guardia vieja y recostarse, en cambio, sobre la juventud. Para lo cual, a la limpieza política antedicha, se agregó en paralelo una cierta flexibilización de los criterios conservadores -sumamente rigurosos- que hasta ahora habían prevalecido siempre en la dura variante religiosa local del Islam sunnita. La de los llamados Wahhabis, conocidos por su extremismo. Ellos fueron quienes, como filosofía de vida, estuvieron detrás de la aparición del patológico Estado Islámico y de los atentados y acciones cruentas de Al Qaeda. Es la variante del Islam que, todavía intolerante, no permite construir en Arabia Saudita templos religiosos a los católicos. 

TIBIA APERTURA

La flexibilización mencionada incluye la reciente autorización a las mujeres para conducir automóviles. Y podría ser seguida de otra también demorada autorización: la de poder presenciar deportes en los estadios sauditas. Así como de la posibilidad de contar con una ópera y hasta con una orquesta sinfónica nacional, proyectos ambos que hasta no hace mucho carecían completamente del entusiasmo siempre requerido para poder llevarlos adelante.

Hay, nos parece, una evidente contradicción entre el despotismo propio de las monarquías absolutas, como la saudita, y el populismo. Veremos como ella, que puede ser incómoda, se resuelve en Arabia Saudita cuya experiencia histórica, cabe señalar, no registra episodios anteriores de esta misma e inusual naturaleza. Pero lo cierto es que en Arabia Saudita el 70% de la población local tiene menos de 35 años y quiere pertenecer al mundo y no ser considerada como perteneciente a una sociedad empantanada permanentemente en su pasado.

Lo cierto es que lo que hemos reseñado muestra a un país que enfrenta serias dificultades y que está lejos de contar con una paz social asegurada, pese al intenso componente religioso que tiene todo cuanto sucede en el ámbito político local. Sometida, además, a una complicada serie de tensiones externas en su puja por el predominio regional y religioso con la potencia regional rival: Irán. 

CONMOCIONES

Estas cuestiones externas, sumadas a la pulseada interna, pueden hacer que de pronto Arabia Saudita enfrente un período de inestabilidad y hasta de conmociones. Ese es, sin duda, el gran riesgo para la actual corona y su heredero. Particularmente, si de pronto el rey Salman, con sus 81 años a cuestas decide abdicar en favor de su hijo.

Ocurre que su país luce confundido y que Irán, particularmente luego de sus triunfos en Siria, parece atravesar un buen momento político. La elite religiosa iraní lo sabe bien y podría tratar de aprovechar la situación para embestir ahora contra Arabia Saudita desde que el momento puede resultar oportuno.

La noción de un Islam moderado es quizás parte de una estrategia política que procura atar al chiismo -que desde 1979 conduce a Irán- con el extremismo religioso. Olvidando que ese mismo año fueron los fanáticos del Wahhabismo quienes sitiaron a La Meca. Hablamos de quienes luego fueron nada menos que los precursores del terrorismo de Al Qaeda y los defensores del extraño modelo plasmado en el Estado Islámico, ahora en vías de desaparición. La situación de la mujer en Arabia Saudita debe dejar de parecerse inhumanamente a una categoría que podría describirse como la de menores de edad de por vida. Los eventos recientes generan una dosis de optimismo en este último sentido.