Entre modernidad y tradición

Un singular viaje a China inspiró el último libro de Eduardo Berti. En "La máquina de escribir caracteres chinos" el autor quiso crear una suerte de diario onírico que reflejara la extrañeza que suscita el gigante asiático. Realidad y ficción se cruzan en sus páginas.

 En La máquina de escribir caracteres chinos (Tusquets), Eduardo Berti expone en forma de diario y episodios de ficción el segundo viaje que hizo a China, fascinado por "la extrañeza" de un universo imbuido de magia que le provoca un constante estado de perplejidad.

Berti, que viajó a China por primera vez casi por azar -al desistir de un viaje a Japón debido a su alto costo- describe en este libro el periplo realizado en 2012 junto a su familia, y da cuenta de una cultura que, entre la modernidad y la tradición, hechiza a los visitantes.

El autor describe con ojos de turista todo lo que Pekín le ofrece en sus recorridos, por diferentes zonas y en distintos momentos. Instantáneas de un hombre que en plena calle le corta el pelo a otro sentado en una silla; de otro que viaja en el subte con un balde lleno de escorpiones; o de un tercero que come tofu desde un bowl con palitos, en una parada de colectivo.

También incluye fotografías y ofrece datos sobre la organización de la ciudad, la superpoblación y la contaminación, el trabajo nocturno de albañiles para terminar de construir un edificio en tiempo récord, o la antigua costumbre de los padres de buscar pareja para sus hijos.

En un clima atravesado por lo onírico, Berti describe costumbres que parecen de otros tiempos: como los ancianos que caminan hacia atrás para ejercitar la coordinación y el equilibrio; las páginas de periódicos desplegados en paneles en las plazas; o la desagradable presencia en restaurantes populares de menúes que ofrecen hígado de perro, culebras de río o sopa de sapo.

Paralelamente al viaje, el autor de obras como Un padre extranjero, Agua y Todos los Funes se interesa por determinar cómo funciona una máquina de escribir caracteres chinos y se propone adquirir un ejemplar, luego de descubrir uno de estos artefactos en una tienda pekinesa.

"Ya me hice a la idea de que lo más fascinante que suscita en mí el mundo chino es la extrañeza. O, digamos, un extrañamiento en todos los sentidos", aseguró el escritor en una reciente entrevista con la agencia Télam desde Burdeos, Francia.

-Cuando hizo el primer viaje no sabía el idioma. ¿Eso le generó mucha distancia o fue parte de la adrenalina del desafío de visitar un país como China?

-Fui sin preparar mucho la cosa. Casi a ciegas. La distancia y la sensación de no entender fueron parte de la magia del viaje. No está mal dejarse llevar y no entender. Como cuando leemos un poema o vemos un cuadro que nos fascina sin que nos quede claro su sentido. La experiencia fue tan intensa que dejó varias marcas: me puse a leer literatura china y libros sobre China -lo que, en parte, desembocó en mi novela El país imaginado- y mi mujer se puso a estudiar el idioma mandarín.

DEPENDENCIA

-¿Por qué se sintió atraído a hacer un segundo viaje?

-El primer viaje fue tan intenso que me dejó una especie de síndrome de dependencia. Personalmente, China siempre me deja con esa sensación: es tan singular, es tan irrepetible, que no hay modo de reemplazarla o sublimarla con otra cosa. Por otra parte, sabía que tras los Juegos Olímpicos de 2008 la ciudad de Pekín había cambiado mucho. El primer viaje fue cuatro años antes de los Juegos; el segundo fue cuatro años después. Yo quería ver los cambios, aunque no todos hayan sido positivos: me dio pena ver que ciertos barrios antiguos (los llamados hutong) fueron demolidos. Otra razón para volver fue que, tras las lecturas y los estudios, forzosamente el viaje iba a ser distinto. Pero esto no quiere decir que la ilusión de "entender" creciera mucho. Yo ya me hice a la idea de que lo más fascinante que suscita en mí el mundo chino es la extrañeza. O, digamos, un extrañamiento en todos los sentidos. Hay algo propio de los sueños cuando uno viaja a China: ¿viste que en los sueños suelen aparecer muchas cosas del mundo "conocido", pero armadas u organizadas de otra manera? Quise que el libro reflejara esto y que tuviese algo de diario onírico. 

-¿Qué fue lo que más le sorprendió de la cultura china?

-Me cuesta resumirlo en pocas líneas. He escrito un libro entero que da cuenta de esa sorpresa. Un libro que, en cierto aspecto, se detiene y se forja en esa sorpresa. Sin tanto ánimo de explicar. O, más aún, comprendiendo que cuanto más se intenta explicar lo chino, más parece crecer esa sorpresa. Como si un niño algo ingenuo se propusiera alcanzar la línea del horizonte. Suelo decir que China me recuerda todo el tiempo que todo eso que consideramos normal, cotidiano o natural no es otra cosa que una serie de convenciones. Hablo bastante en el libro acerca de esto último: en un momento afirmo, por ejemplo, que incluso algo que nos parece inevitable y universal, como usar cinco dedos de una mano y un dedo de otra mano para indicar el número seis, en China se hace de otra manera. La consecuencia es una especie de extrañeza doble porque uno sale conmovido y perplejo, sintiendo no solamente que la cultura china es rara, sino que también es rara (una especie de ficción) la supuesta "normalidad" de nuestra cultura occidental.

-La idea de comprar una máquina de escribir caracteres chinos, ¿fue un deseo genuino o es una ficción dentro del libro?

-El libro es una mezcla de ficción con diario de viaje. Por cierto, me cuesta definir qué "género" es. Y me encanta que sea así. Yo quise que la frontera entre una y otra cosa fuese móvil. Por eso a veces hay todo un episodio que he inventado (a partir de cosas que me contaron o que llegué a vislumbrar o a imaginar en base a hechos reales), pero otras hay pequeñas notas o burbujas de ficción que vienen a adornar a exagerar un poco o a ilustrar mejor una imagen que me tocó presenciar pero que pedía ser mostrada desde otro ángulo. Quienes me conocen saben que me apasionan las máquinas de escribir. Y me tentó desarrollar, en el marco de un libro hecho de fragmentos, una suerte de hilo narrativo en torno a la doble pesquisa de la máquina de escribir. Doble, digo, porque se trata de entender cómo funciona ese artefacto y de ver también si es posible conseguir un ejemplar.

Eduardo Berti volvió de China con la idea de que todo lo que parece normal es apenas una serie de convenciones.