Los secretos del fertirriego

Preocupa la desertificación de gran parte de la Patagonia. Las provincias de Tucumán, Mendoza y Buenos Aires, fueron escenario de las jornadas técnicas dedicadas al estudio del agua y nutrientes con precisión en cultivos intensivos y perennes.

La asociación civil Fertilizar junto al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) organizaron las Jornadas Fertirriego: agua y nutrientes con precisión en cultivos intensivos y perennes que tuvieron lugar en las provincias de Tucumán, Mendoza y Buenos Aires. La actividad estuvo dirigida a técnicos, productores, asesores públicos y privados de cada una de las regiones, que fueron elegidas para ser sede de estos encuentros por ser importantes áreas de producción de frutas y hortalizas del país. La primera se llevó a cabo en la ciudad de San Pablo, Tucumán, continuando en la ciudad de Mendoza, finalizando en la Chacra Experimental Gorina, en la ciudad de La Plata.

María Fernanda González San Juan, gerente ejecutiva de la Asociación Civil Fertilizar, señaló: "Organizamos estas jornadas porque consideramos que el fertirriego es una técnica productiva clave para el desarrollo de las producciones regionales. Compartimos la experiencia de los expertos nacionales e internacionales que fueron parte de los encuentros". 

El fertirriego es la práctica de aplicar fertilizantes a los cultivos junto con el agua de riego, es una moderna técnica agrícola que permite maximizar los rendimientos y a la vez minimizar la polución ambiental, al incrementar la eficiencia de uso de los fertilizantes y, en consecuencia, aumentar los beneficios económicos de la inversión en este insumo. 

Este temática, fue abordada en charlas y exposiciones donde se presentaron los avances y el estado actual de esta técnica, con disertantes de elevado nivel académico e invitados internacionales, entre ellos la Dra. María del Carmen Salas Sanjuan, de España, y los ingenieros agrónomos Luis Dimenstein y Bruno Toniello, de Brasil. 

Se discutieron principalmente las interacciones de los fertilizantes en el suelo y con el riego, la capacidad para suministrar al cultivo la demanda de agua y nutrientes según los requerimientos específicos de su etapa de crecimiento para alcanzar la máxima eficiencia del fertilizante aplicado y otros temas específicos.

Suelos amenazados

Una diversidad de factores suman riesgos sobre la situación edáfica de los suelos en nuestro país. A la falta de reposición de fertilizantes tras las cosechas, se abren interrogantes sobre el estado de los nutrientes ante las técnicas de cultivo existentes y sus consecuencias sobre la sustentabilidad productiva.

A ello debe sumarse la situación de anegamientos e inundaciones continuas en grandes extensiones de la zona núcleo, y la amenaza de desertificación existente en amplios sectores periféricos. El concepto de desertificación hace referencia a la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, que obedece, sobre todo, a la actividad humana y a las variaciones climáticas. En ocasiones, confundimos a la desertificación con el avance de los desiertos pero, en realidad, se debe a la vulnerabilidad que presentan los ecosistemas de zonas secas, a la que suman la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra.

Las zonas secas representan un tercio de la superficie de la Tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas en materia de riego afectan negativamente a la productividad del suelo. Alrededor de 250 millones de personas en el mundo sufren, de manera directa, los efectos de la desertificación, mientras que unos 1.000 millones se encuentran en las zonas de riesgo que se reparten en más de 100 países. Entre ellos, la Argentina. 

Para la Convención de Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas ocupan el 41% de la superficie planetaria y, en esos espacios, habita el 38% de la población. Para el caso argentino, las tierras de esa índole representan el 75% del territorio. En consecuencia, el país es uno de aquellos con mayor superficie en riesgo de sufrir procesos de degradación del suelo. El desarrollo de nuevas estrategias como el fertirriego tienen el fin de generar conciencia sobre la problemática y las iniciativas internacionales que están en juego para combatirla.

En su edición 2017, durante las jornadas se analizó la relación que existe entre la degradación de la tierra y la migración. Ocurre que, entre otras, la degradación medioambiental, la inseguridad alimentaria y la pobreza son causas de la migración, y de serias dificultades para el desarrollo. Entre 2000 y 2015, el número global de migrantes aumentó de 173 a 244 millones de personas.

Uno de los objetivos en la lucha contra la desertificación es fortalecer la resiliencia de las sociedades frente a las múltiples dificultades que obstaculizan el desarrollo, mediante la gestión sostenible de la tierra. La actividad resultó propicia para recordar la importancia que tiene el suelo en la producción de alimentos y en la generación de empleo, al igual que su contribución a la sostenibilidad, estabilidad y seguridad en las zonas que, precisamente, se ven afectadas por la desertificación.

La Patagonia

En la Argentina funciona el Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación porque el país tiene la responsabilidad de gestionar un porcentaje importante de las tierras secas del planeta. Hace aproximadamente un cuarto de siglo, desde diversas reparticiones estatales se trabaja con el fin de neutralizar la degradación de la tierra, mediante el abordaje de los procesos de erosión y desertificación. 

Cabe señalar que la problemática resulta del todo preocupante en las tierras áridas y semiáridas de la Patagonia. En los ecosistemas que aparecen más vulnerables ante la problemática, la actividad humana más extendida es la ganadería extensiva sobre pastizales naturales. El aumento de las condiciones de aridez y el deterioro de nutrientes lleva a una disminución en la fertilidad de los suelos, situación que provoca una menor productividad de los pastizales con sus secuelas en la producción ganadera. Investigadores argentinos establecieron que las regiones más afectadas son las semiáridas que, como resultado del cambio climático, experimentan mayores condiciones de aridez. 

Sin embargo, la evidencia disponible demuestra que el aumento de la aridez no es uniforme en todas las regiones: mientras algunas zonas sufren de manera evidente, otras no acusan recibo e incluso otras, aparentan tornarse más húmedas. Es el caso del norte de la Patagonia, donde algunos modelos climáticos acusan escenarios en los que podría registrarse un ligero aumento de las lluvias, sobre todo en verano y otoño. Pero los mismos esquemas prevén incrementos en las temperaturas, lo que implicaría más evaporación ambiental y, como resultado, más aridez. En definitiva, el combate contra la desertificación debería tener un lugar en la agenda pública que aún no posee.

Las zonas aridas, semiaridas y subhumedas secas ocupan el 75% del territorio nacional.