La niña que sabía dibujar el mundo

Rescatan con una muestra homenaje el universo poético de Norah Borges. Fue la artista una persona diferente, angelical como los seres alados que en la exposición conviven con frutas, tocan instrumentos o se reúnen de a tres. Un tono evocativo y melancólico acompañó su vida y su obra.

Una calle tranquila. Quintana. Como imprevistamente, asoma una galería, ya atisbada por una ventanita desde la calle. Y en su interior se rehace el misterio del universo poético de Leonor Fanny Borges. La que su hermano, el escritor, rebautizó Norah, ésa que pintó barcos como gaviotas en la pared de la casa de Victoria Ocampo, la de Rufino de Elizalde, diseñada por Bustillo.

En el cálido ambiente se distribuyen trece obras de Norah Borges, óleos y témperas, con paisajes, frutas, instrumentos musicales, casas y ángeles. Como reconstruyendo su propio mundo.

Entre esas obras figuran curiosidades como El limonero que nació en 1932 y pasó nuevamente por las manos de la pintora en 1952. Se trata de un óleo sobre cartón que tiene datadas dos fechas. No es habitual una re-datación y tanta diferencia entre el momento de creación inicial y la otra, veinte años después, aunque también su grabado Paisaje de Buenos Aires (1930) tuvo otras fechas. El mundo de frutas, paisajes, instrumentos que revela el universo de sus cuadros parece un remedo de aquellas veladas gloriosas sevillanas entre 1919 y 1920, cuando Jorge Luis Borges con su hermana de 18 años celebraban el arte con poetas ultraístas.

También está presente en esta muestra un óleo sobre cartón de los "60, Recuerdo de Toledo, que transmite influencias picassianas y constructivistas y remite a aquella postal dirigida al poeta sevillano Adriano del Valle que los hermanos Borges enviaran, con el sol de Toledo de fondo y la alusión al Greco y su casa natal.

Pero ya Norah Borges había ilustrado sus propios poemas en la inicial Notas Lejanas (1915). Con quince años, cuando la familia residía en Ginebra, su padre la inscribe en la prestigiosa L"Ecole de Beaux Arts. Alumna del escultor suizo Maurice Sarkisoff, estudiosa del grabado con Ernst Kirchner, también incorporó la técnica de la xilografía con Arnaldo Bossi en Lugano, acercándose al expresionismo.

En España Norah sería muy popular entre los poetas ultraístas. Su encanto, su belleza y talento la distinguían de las demás. Con su hermano colaboró en las revistas Baleares, Grecia y otras de vanguardia llegando a ilustrar poemas de Juan Ramon Jiménez.

Esa niña que sabía dibujar el mundo, como dice el poeta Francisco Luis Bernárdez, dejó un mural en el Hotel des Artistes en Villamosa. Expresionismo y cubismo pasarían por sus obras.
Ya en Buenos Aires, con Jorge Luis popularizarían el ultraísmo en Prisma con el Grupo de Florida.

PRIMERA ILUSTRADORA

Larga vida vivió esta primera ilustradora argentina (97 años), mientras su angélico mundo se plasmó en obras como las que hasta fin de mes pueden observarse en la galería de Carlos Pinasco (Avenida Quintana 125). Desde la transparente témpera Joven con parasol hasta Amigas o La quinta de Bella Vista.

Hay algo evocativo, melancólico, íntimo en este espacio tan cercano a la vida de Norah Borges. Sus cuadros ahora se exhiben a sólo una cuadra del que fue su hogar en 1924. En Quintana 222 vivió con sus padres y su hermano Jorge Luis, luego de la estadía en Europa. Todavía no eran tiempos de casada cuando con su esposo y los hijos compartían momentos felices en la casita del Tigre, ésa que alquilaban en los veranos al señor Torino y que evoca Joven con Parasol.

Fervor de Buenos Aires y Luna de Enfrente de Borges contaron con las ilustraciones de Norah en sus tapas. Ellas dieron a nuestra ciudad una fisonomía particular, silente y metafísica. Importantes autores como Eduardo Mallea, Alfonso Reyes, Ricardo Molinari, Jules Supervielle, Eduardo Mallea, Victoria Ocampo y su hermana Silvina Ocampo vieron dibujado el mundo de sus creaciones a través del pincel de esta delicada dama, que siempre mantuvo un discreto segundo plano dedicada a un hogar tradicional que formó con el destacado crítico español Guillermo de Torre.

Sin embargo, Norah Borges tuvo su tiempo de exposiciones en la prestigiosa Amigos del Arte y sus momentos de crítica e ilustradora en Anales de Buenos Aires, en la que apareció el primer cuento de Cortázar, "Casa tomada" y en la que a veces publicó críticas con el seudónimo de Manuel Pinedo. Sin mencionar su estancia en España durante la Segunda República en la que participó en exposiciones y producciones de La Barraca, el grupo de teatro universitario dirigido por Federico Garcia Lorca y Eduardo Ugarte. Lo teatral no se agotaría allí, hubo escenografías y vestuarios incluso para representaciones de importantes señoras de la escena como Luisa Vehil.

Si la familia y el arte ocupaban gran parte de su vida, el mundo de la política no le fue ajeno, de eso habla su militancia en la Junta de la Victoria, movimiento de mujeres a favor de la democracia que desde 1941 se ocupaba de ayudar a los Aliados. A su lado su amiga Silvina Ocampo, María Rosa Oliver, la fotógrafa Annemarie Heinrich y tantas otras, artistas y no artistas compartían ideales durante períodos de conflagración mundial.

Pensar en un ser que alguna vez aconsejó a Borges "Nunca digas nada que no dé alegría a alguien", es sentir que era un ser diferente, siempre rodeado de ángeles, tantos como los de esta muestra en que seres alados conviven con frutas, tocan la mandolina, el arpa o se agrupan de a tres (el número mágico).
Mientras la noche cae también sobre la calle Quintana y saliendo de la muestra, plena de los ángeles de

Norah, no se puede dejar de recordar la palabras de Ezequiel (1:11): "Tales eran sus rostros y tenían sus alas extendidas por encima, dos cada uno, las cuales se juntaban". Eran palabras que precedían a "Tales eran sus rostros", el cuento de Silvina Ocampo, la gran amiga de Norah, ese cuento que ella ilustró llamativamente con seres sin alas.