Despistar al lector es un ideal

María Fasce habla de su escritura y de su premiado "Un hombre bueno". En los cuentos reunidos en este volumen, la autora radicada en Madrid incluye varios narradores en tránsito. Dice que viajar es un acelerador de la realidad y que admira las obras que llevan al lector de la extrañeza a la identificación.

El momento en el que se transforman las relaciones familiares, el cambio de percepción en los vínculos amorosos y las formas en las que la literatura fusiona la realidad y la ficción son algunos de los ejes que aborda la escritora y editora María Fasce en Un hombre bueno, el libro de cuentos por el que recibió el Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz 2015 y que acaba de publicar Edhasa.

Radicada en Madrid, donde ocupa el cargo de directora literaria de Alfaguara, Fasce (Buenos Aires, 1969) asegura que "los libros de cuentos se forman por acumulación" y destaca que las historias que le interesan "tratan ciertos temas recurrentes: el amor, la soledad, el sexo".

Autora de los libros de relatos La felicidad de las mujeres (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1999) y A nadie le gusta la soledad; y de las novelas La verdad según Virginia, La naturaleza del amor y La mujer de Isla Negra, Fasce construye en Un hombre bueno narradores que están en tránsito, que circulan por Turquía, Marruecos, París o Florencia, entre lo que desean y lo que les sucede.

-Los cuentos reunidos en Un hombre bueno recibieron el Premio Iberoamericano de Relatos Cortos de Cádiz. Leí que cuando te avisaron que habías ganado el premio no te acordabas que los habías enviado...

-Mi primer libro de cuentos, La felicidad de las mujeres, fue publicado también gracias a un premio, y me interesó siempre conservar esa costumbre, la de presentarme a un premio o a varios para intentar que mi libro tenga un aval de peso antes de ser publicado. Pero pasan varios meses desde que se presenta una obra hasta que se conoce el resultado. La llamada me tomó por sorpresa, y fue una gran alegría.

-¿En qué momento fuiste escribiendo estos cuentos?

-Los libros de cuentos se forman por acumulación: la escritura de los cuentos suele ser contemporánea a la de una novela, pero mientras que una novela necesita un largo tiempo de maduración los cuentos surgen en distintos momentos, casi como una iluminación (es un proceso similar al de la escritura de un poema), y una vez que surge la idea, el embrión o la escena disparadora, el cuento casi se escribe solo. Así, escribo cuentos a lo largo de varios años, y cuando tengo diez o doce los leo todos juntos y empiezo a trabajarlos para darles una unidad. Suelen tener siempre una unidad, porque las historias que me interesan tratan ciertos temas recurrentes: el amor, la soledad, el sexo.

-Muchos de los personajes están en tránsito. Algunos están viajando por trabajo (Abbesses) o por descanso (Un hombre bueno o Marruecos). ¿Qué te interesa de esa experiencia del viaje?

-Creo que los viajes funcionan como acelerador de la realidad: estamos más dispuestos a que nos pasen cosas, y suelen pasar cosas, si estamos atentos. Flannery O"Connor decía que un buen cuento en realidad no hace más que contar "lo que le pasaría a una persona determinada en una situación determinada". El viaje lo es: somos nosotros mismos y, a la vez, otros. Nos comunicamos con personas que tienen otros códigos, con culturas o ambientes distintos: es un escenario excelente para contar una historia. Y me interesa también que el lector viaje junto a los personajes, que participe de ese estado de extrañeza. Viajo siempre con una libreta en la que anoto todo lo que veo, porque sé que en esas notas habrá un disparador. Puede ser la leyenda de una lápida, "Aquí yace un hombre bueno", como en el cuento que da título al libro. Patricia Highsmith recomendaba eso a los escritores principiantes: escribir todo lo que veían o pensaban en una libreta, cuando no tenían una idea o una historia determinada que contar.

VER LO QUE SUCEDE

-Justamente en esos relatos los narradores transitan por territorios nuevos. Los paisajes van ocupando cada vez más lugar en las tramas. ¿Por qué fuiste eligiendo esos países, esas ciudades?

-Escribir de lo que conocés porque lo viste o lo viviste te permite muchos más matices y una mayor precisión, que es lo que persigo en mis cuentos: que el lector se olvide que está leyendo y "vea" lo que sucede. Esa precisión de detalles opera casi como un truco de magia y el lector entra en el cuento. Viajé por esas ciudades fascinada por lo que veía y escuchaba, anotándolo todo, y de ahí salieron los cuentos.

-En Abbesses el escritor Jean Echenoz dice que le interesa "despistar, basta que haya una adherencia posible con la realidad para que el lector se deje embarcar, y después se acelera el movimiento". Ese parece ser un aspecto de tu literatura y está muy presente en los cuentos de este libro.

-Sin duda, ese es el ideal: despistar al lector, que cree que una mujer en Estambul no puede vivir nada parecido a lo que le sucede a él, hasta que un diálogo lo conmueve y ya no puede despegarse de la trama: esa aceleración es la magia de la literatura. La que me producen a mí los cuentos que admiro: olvidarte de que Lucia Berlin escribe relatos en Nuevo México y Cheever en Nueva York, porque esos personajes son como vos. La extrañeza inicial cambia de signo y acentúa la identificación.

-El narrador de La gran aventura dice que para ocuparse de los verdaderos protagonistas está la literatura, no el periodismo. ¿Crees que es así?

-La literatura pone la lupa sobre los personajes y al mismo tiempo una distancia: es lo que convierte a los personajes en universales. La idea de que la vida de un ama de casa con cinco hijos pueda ser más fascinante que la de un viajero es de algún modo el leitmotiv del libro. Abelardo Castillo, otro gran cuentista, decía que no hay vidas aburridas si las vemos desde la literatura. Es lo que hace que una noticia sobre una mujer que se suicida pierda interés al día siguiente pero sigamos leyendo Madame Bovary doscientos años después.