Benjamin, la "flànerie" y la experiencia moderna

Algunas de las ideas centrales del filósofo alemán "Despojadas de secretos".

 "Al pasado solo cabe retenerlo como imagen que relampaguea de una vez para siempre en el instante de su cognoscibilidad". Walter Benjamin, "Sobre el concepto de Historia".

Como sucede con otros autores complejos hay en nuestro medio más comentaristas de Walter Benjamin que lectores de Walter Benjamin. Contribuyen a esto las dificultades que entraña su lectura; su inclinación por un estilo oracular y un pensamiento original que combina misticismo, materialismo y dialéctica. También, por qué no, las malas traducciones.

Hay no obstante algunos textos que pueden funcionar como un atajo para abordar sus ideas. Eso ocurre con las reseñas bibliográficas (*). Forzado a escribir para el público de diarios y revistas, desarrolló cuestiones centrales de su obra de manera más accesible, con una prosa casi periodística.

Para Benjamin la crítica no se limitaba a la obra. Involucraba texto y contexto. Creía que la función fundamental del crítico era su aporte a la comprensión histórica antes que el juicio puramente estético. La crítica se volvía así un medio para construir una historia y una filosofía del arte.

Con acierto en el prólogo se señala que leer el volumen de sus Obras Completas dedicado a las reseñas equivale a recorrer un diccionario en el que aparecen muchos de sus conceptos formulados con claridad, "despojados de secretos". De las cerca de 150 críticas que publicó en los años "20 y "30 el presente volumen reproduce una selección en la que aparecen el "flàneur", el coleccionismo, la niñez, la naturaleza de la novela y el surrealismo, temas infaltables en lo que podría denominarse "la agenda Benjamin".

Para medir la complejidad de las reflexiones benjaminianas vale analizar brevemente uno de sus tópicos más difundidos, el del "flàneur" o paseante callejero de la primera mitad del siglo XIX.

El "flàneur" aparece en la primera reseña de la antología, dedicada al libro Pasear por Berlín de Franz Hessel. Tanto ese espectador urbano, que ya había desaparecido para la época de Benjamin, como la ciudad son dos conceptos relevantes de su teoría de la historia.

Benjamin entendía que la especulación filosófica sobre la historia debía incorporar como ejercicio práctico la observación directa y que caminar por la ciudad era caminar hacia el pasado. El "flàneur" constituía el espectador por excelencia, el "cazador de imágenes", ejemplo perfecto de la experiencia moderna.

Como tipo social su carácter distintivo era el de transitar despreocupadamente. Era un observador sin objetivo concreto que caminaba entre el bosque de imágenes que ofrece la ciudad y su lugar natural era aquel en el cual más imágenes se aglomeran: el mercado. De allí la importancia de los pasajes parisinos, centros comerciales que en los años "20 del siglo pasado cuando Benjamin los analizó eran fantasmales reliquias de una etapa capitalista superada.

AUTOMATAS

El deambular del "flàneur" revelaba, a su criterio, la pérdida de la experiencia real del mundo moderno. Ese debilitamiento se verificaba especialmente en el obrero convertido en autómata por el modo de producción capitalista y en la experiencia del hombre despersonalizado en la multitud de las ciudades, la masa. El obrero convertido en autómata ha perdido toda experiencia de memoria, pero la "flànerie" es una estrategia de conocimiento. Lo que la hace verdadera es la condición misma del observador que no se ubica en un plano externo y superior para estudiar lo que pasa, sino que forma parte de la multitud. Las imágenes que capta son necesariamente incompletas y "relampagueantes". Su percepción sólo puede captar destellos. En esos destellos identificaba Benjamin la temporalidad propia de la verdad: la del instante de su percepción.

La "flànerie" no sólo reflejaba la enajenación de la vida urbana moderna y del capitalismo; también evocaba por contraste la sociedad primitiva sin clases, su experiencia de democracia igualitaria y cuestionadora de la autoridad. Una experiencia social/cultural ("Erfahrung") y no meramente vivencial, privada y psicológica ("Erleibnis").

La revolución de la que era partidario Benjamin no era la continuidad del progreso, sino su interrupción y la recuperación de la "Erfahrung". Era unir precapitalismo con poscapitalismo. En otros términos, era utopía y redención mesiánica.

Este es el contenido de ideas de apenas uno de los puntos de la agenda benjaminiana. La tarea del crítico invita a sumergirse en otros tan complejos y fascinantes con el aliciente de una prosa algo más benévola para el lector no especializado.

(*) Walter Benjamin, La tarea del crítico, Eterna Cadencia Editora, 255 páginas.