Fuerte cambio de clima político por la derrota del kirchnerismo

El gobierno, los mercados y un amplio sector social pasaron de la incertidumbre al optimismo. Si el resultado de las PASO se confirma en octubre Macri podrá aspirar a ocho años en el poder.

La inestabilidad de décadas y los bruscos (muchas veces catastróficos) cambios de ciclo han generado una suerte de bipolaridad colectiva. El domingo hubo otra muestra de este extravagante rasgo de la psicología nativa después de que los pronósticos de una derrota macrista a manos de Cristina Fernández se disolvieran en el aire para dar lugar a un triunfo nacional indiscutible de Cambiemos y un empate técnico, cualquiera sea el resultado del escrutinio definitivo, en la provincia de Buenos Aires. De la depresión se pasó al optimismo triunfalista sin estados intermedios.

Las urnas enviaron dos mensajes. El primero fue de apoyo al cambio. Los votantes de Macri le ratificaron la confianza, a pesar de que el lento despegue de la actividad económica y el duro ajuste de algunas variables macro los podía haber inducido a la desesperanza y al castigo. El segundo mensaje fue de castigo, pero al populismo ultra que representa la ex presidenta. No sólo ganó Macri; tan relevante como su éxito fue el fracaso de Cristina.

Ambas señales fueron entendidas rápidamente por el gobierno que estaba apichonado y pasó a ocupar el centro de la escena porque sintió que no tiene a nadie enfrente. También las entendieron los agentes económicos: cayó el dólar, se renovaron las Lebac y hasta los supermercadistas oligopólicos, esos que no pararon de remarcar sin misericordia en el último año y medio, se comprometieron públicamente y sin que nadie se los pidiera a congelar precios. Un milagro falso, pero elocuente sobre el cambio de clima y el retorno de las expectativas positivas, esas que resultan imprescindibles para que la economía arranque de una vez.

¿En qué se equivocó Cristina? Hizo una campaña inteligente ocultándose y ocultando a su candidatos. Se cuidó de exponer su personalidad polémica en una campaña que transcurrió por debajo del radar de los medios. Pero falló al no frenar la actitud triunfalista de muchos de sus seguidores (en particular los que tienen llegada a los medios) que sembró el temor de un retorno al pasado.

Ese triunfalismo fue contraproducente. Alarmó no sólo al gobierno, sino también al grueso del padrón y exacerbó la polarización. Sergio Massa y Florencio Randazzo quedaron desplumados y sin chances para las generales. Se espera ahora que la polarización se acentúe, lo que no beneficiaría a la ex presidenta. Su muy pobre performance apenas igualó la de Aníbal Fernández de hace dos años. Para complicarle aún más el cuadro el gobierno ya comenzó a tejer estrategias de captación del voto de Massa y Randazzo. Recursos no le faltan.

El voto de Cambiemos se extendió por todo el país y consolidó una "marca" política de valor positivo. Este fenómeno fue paralelo a la derrota de algunos dirigentes del PJ que aspiraban a anotarse en la carrera para las próximas presidenciales. Conclusión: no sólo perdió CFK, sino también los gobernadores peronistas que podían representar una amenaza para el macrismo.

Las primeras reacciones mostraron a los peronistas con poder territorial y parlamentario (un Schiaretti o un Pichetto) cuestionando de manera pública (antes lo hacía sólo en privado) a su ex jefa política. No hay nadie con olfato más fino para detectar una agonía política que un peronista.
También tienen el olfato entrenado en la Justicia. El jueves en una maniobra de pinzas entre la Casa Rosada y la Corte Suprema se habilitó en el Consejo de la Magistratura el jury de enjuiciamiento a un camarista "K", Eduardo Freiler, lo que anticipa problemas sin cuento para los funcionarios del anterior gobierno investigados por hechos corrupción. Freiler se quedó sin protección política y lo que le pasó es una advertencia para todos los jueces "k". Y también para los anti "k" como Claudio Bonadío, el paciente.

El resultado electoral también puede incidir positivamente sobre la gobernabilidad, hecho que se encuentra en la base del cambio de clima político y económico. Con el kirchnerismo en retroceso, los gobernadores del PJ parecen dispuestos a negociar con el gobierno las leyes económicas clave que deben ser votadas por el Congreso antes de fin de año. Entre ellas la renovación de la emergencia pública así como el presupuesto, la renovación de la ley de cheque y las metas de gasto público. Si la Casa Rosada y el PJ orgánico llegar a un rápido entendimiento, esas normas podrían estar sancionadas antes del 10 de diciembre, día en el casi con seguridad Cristina Fernández se incorpore por tercera vez al Senado.