La Copa Argentina, un ejemplo de caos pretendidamente organizado

El certamen en teoría más federal e igualitario que diseñó la AFA es un perfecto muestrario de la improvisación. También les abre paso a historias conmovedoras de esforzados jugadores amateurs y a sorpresivas derrotas de equipos de Primera. Todo puede pasar. Para bien o para mal…

La conmovedora historia de Wilson Severino, el ídolo de Atlas que volvió por un rato a las canchas para cumplir su sueño de jugar al menos cinco minutos contra River, el equipo del cual es hincha, sólo es posible en el contexto de la Copa Argentina. La hazaña del modesto Pacífico del departamento mendocino de General Alvear derrotando a Estudiantes,  la de Defensores de Villa Ramallo eliminando a los platenses de Gimnasia,  los simpáticos muchachos de Sacachispas saliendo a la cancha disfrazados de superhéroes antes de imponerse a Arsenal y la paradoja de que Camioneros -el equipo del sindicato que encabeza Hugo Moyano- enfrente al Independiente que preside justamente el ex líder de la CGT son otras situaciones típicas de esta competición que reivindica al fútbol como juego y lo libra de su condición de deporte tan profesionalizado como mercantilmente bastardeado.

Presentada de este modo, la Copa Argentina sería una suerte de instancia reparadora y sanadora del fútbol. Un lugar en el que los más o menos acaudalados equipos de Primera División miden fuerzas con desconocidos conjuntos de los puntos más recónditos del país, abriendo paso a goleadas contundentes y lógicas en los triunfos de los elencos más poderosos y a los resultados más sorpresivos que se puedan dar dentro de una cancha en caso de que pierdan.

Para los jugadores de los equipos de Primera resulta una pesada carga que los obliga a afrontar compromisos poco atractivos que apenas se justifican por la posibilidad de acceder a la próxima edición de la Copa Libertadores, único atractivo deportivo del certamen más allá de los abultados cheques disponibles para quienes superen cada instancia de la competencia.

Es que la Copa Argentina, que puede haber nacido como una buena idea, representa un obstáculo en el calendario de los equipos que participan del torneo de Primera División y en los certámenes internacionales como las copas Libertadores y Sudamericanas. Tomando como punto de partida que la organización de la principal categoría de nuestro fútbol es lo más parecido a un mamarracho carente de sentido común con absurdas marchas y contramarchas, insertar además los partidos de la Copa Argentina constituye una misión casi imposible.

Así, los equipos de Primera postergan sus compromisos de acuerdo con sus gustos, necesidades y caprichos. Para los futbolistas del interior o el Ascenso constituye una misión difícil alterar sus obligaciones laborales para defender la camiseta de sus clubes. Es poco menos que una quimera proyectar una agenda más o menos ordenada para que los hinchas sepan cuándo ir a la cancha. O dónde. Porque la Copa Argentina, abrazada a un concepto de federalismo siglo XXI, recorre la extensa geografía de nuestro país, muchas veces con el patrocinio de las provincias que se ofrecen como sedes invirtiendo, generalmente, fondos de sus empobrecidas arcas.

Esta semana, sólo para buscar ejemplos que grafiquen la precariedad de la organización de la Copa, River goleó a Atlas y para ponerse al día deberá enfrentar el domingo en Mar del Plata a Instituto en un partido que recién quedó confirmado a última hora del miércoles. El apuro obedece a que como la primera presentación de los millonarios se retrasó más de la cuenta, es preciso aprovechar el receso antes de que comience oficialmente la temporada. Ah, por esa misma razón, los cordobeses disputarían ese encuentro con juveniles, pues sus jugadores profesionales no están disponibles.

A Mitre de Santiago del Estero ya le cambiaron tres veces el escenario de su duelo con Racing. Ese cotejo, suspendido en su momento por una batalla entre barrabravas académicos, se disputará finalmente en Banfield, una cancha que queda demasiado cerca de Avellaneda tirando por la borda la noción de sede pretendidamente neutral pregonada por el reglamento. Independiente y Atlético Tucumán deberían verse las caras esta noche, pero del jueves 17 de agosto pasó para…. bueno no se sabe cuándo se desarrollará este partido. Eso sí: estarán frente a frente el martes por la Copa Sudamericana. Cosas de la Copa Argentina…

Para ordenar un poco este insólito desorden, definamos de qué estamos hablando. Esta versión de la Copa Argentina es una prima hermana de la que se disputó en 1969 (la ganó Boca) y 1970 (quedó inconclusa porque jamás se jugó la segunda final entre San Lorenzo y Vélez luego de que la primera terminara 2-2) y reúne a 64 equipos de la temporada pasada, según el siguiente detalle: los 30 de Primera División, los 12 mejores de la primera ronda de la B Nacional , 5 de la B Metropolitana, 4 de la C, 2 de la D y 11 de la zona regional que vienen de la eliminación directa en fases previas de 14 conjuntos del Torneo Federal A y 32 del Federal B.

A través de diversas instancias de eliminación directa, siempre en sede neutral, se llega a la finalísima que consagrará al campeón, que obtendrá un pasaje directo a la edición del 2018 de la Copa Libertadores y embolsará un premio que, sumando lo recaudado al superar cada etapa, rondará los diez millones de pesos. Además, disputará la final de la Supercopa Argentina contra el campeón de Primera de la temporada 2017-18 (es decir que el ganador del torneo que está por comenzar).

Parece sencilla si se la explica de ese modo y si se la compara con la Copa del Rey en España, la Copa Italia, la FA Cup en Inglaterra o competiciones similares en cualquier punto de Europa. En los hechos se trata de un torneo caótico en el que cualquier sinrazón es posible… Bien a la Argentina. Bien al estilo de lo mal que se hace todo en la AFA…