Los "K", seguros del triunfo; el gobierno reza a los indecisos

Aunque no se conocieron encuestas que dieran como ganador a Cambiemos, en el macrismo confían en un giro a su favor en los últimos días en Buenos Aires. La mejor campaña fue la de CFK.

Los indicios de que el gobierno puede perder hoy en la provincia de Buenos Aires han sido muchos. No así los de un eventual triunfo. Los inidicios negativos abarcan desde la amplia mayoría de las mediciones que siempre dieron a Cristina Fernández al frente de la intención de voto, hasta las señales del mercado cambiario y el emotivo estado de ánimo de los candidatos del PRO y del propio presidente en sus últimas apariciones públicas.

En la Jefatura de Gabinete confían en que los indecisos reviertan la situación y les permitan obtener un triunfo estrecho sobre CFK. Si pierden por menos de cinco puntos, conservarán las esperanzas para octubre. Pero si la derrota es por siete u ocho, como predica el optimismo kirchnerista, el gobierno habrá entrado en un eclipse irreversible dos años antes de entregar el poder por lo que la gobernabiidad estará en riesgo.

Algunas mediciones muestran una mejoría de la intención de voto a Cambiemos en los últimos 10 días. En muy pocos casos llegan a sobrepasar la línea de la ex presidenta. Hay varias explicaciones del fenómeno. En primer lugar la oportuna aparición de estadísticas económicas que dan cuenta de que se está saliendo en forma sostenida, aunque todavía muy gradual, del estancamiento.

Esto llevó a los candidatos y a Mauricio Macri a hablar de economía en la campaña, algo que había desaconsejado Jaime Durán Barba. Frente a los papelitos de Cristina con presuntos mensajes de votantes angustiados porque "no llegaban a fin de mes", Cambiemos ofreció números macro provisto por un Indec ahora más confiable.

El siguiente paso fue también en la dirección contraria a lo propuesto por Durán Barba. Se acabó el discurso "pacifista" y el propósito de no pelearse con el adversario. Macri abrió el fuego atacando a CFK y a Sergio Massa con un argumento simple: si saben qué es lo que hay que hacer, ¿porque no lo hicieron durante sus doce años en el poder? La ofensiva la completó María Eugenia Vidal al reclamar que Cristina Fernández responda preguntas de la prensa y muestre a sus candidatos (Espinoza, Vallejos, etcétera) guardados bajo siete llaves para no espantar votantes.

El jueves por la noche la gobernadora fue más lejos al acusar de cinismo a los kirchneristas que dicen que Cambiemos gobierna para los ricos después de que ellos dejaron más de 30% de pobres tras la famosa "década ganada" de crecimiento a "tasas chinas". La diferencia entre el triunfo y la derrota puede estar en que esta reacción haya llegado a tiempo.

La incertidumbre ha incentivado el intercambio de acusaciones dentro del gobierno y los líderes de las protestas fueron los adversarios del consultor ecuatoriano, siempre defendido por Marcos Peña. Más allá de la interna y sin que quedara lugar a duda la mejor campaña fue la de Cristina Fernández que se fundó en no discursear, reducir al mínimo la exposición pública y esconder a los candidatos.

Falló, no obstante, en el clima triunfalista difundido por sus seguidores y la prensa opositora, cuyo impacto en los votantes anti-K podría resultarle contraproducente. En el gobierno confían en que su posible regreso victorioso restablezca el escenario de 2015 y los indecisos (y aun los votantes de Massa) terminen optando por el mal menor, volviendo a votar por el macrismo.

Si esto último ocurriera, sería consecuencia de otro fracaso de la ex presidenta. Querría decir que no pudo impedir que la elección de hoy sea sobre ella, sobre su supervivencia política, sobre los fueros que necesita, en lugar de ser una evaluación del gobierno de Macri. Tan así es que la protagonista será ella y el escenario que medirá el fracaso o el éxito del gobierno será la provincia de Buenos Aires. El resto de los distritos pasó a actuar de comparsa, aun cuando lo que está en juego es la composición del futuro Congreso.

Es casi seguro que el oficialismo aumentará su representación en ambas Cámaras, pero si pierde en Buenos Aires la sensación de fracaso resultará imposible de eludir. Aunque Macri consiga más diputados y senadores también se verá afectada la gobernabilidad y la economía se empantanará hasta que quede claro quién manda en el país.