Entre magia y poesía del abandono

Crítica: "El mar de noche", otra gran creación de Santiago Loza

"El mar de noche" de Santiago Loza. Dirección: Guillermo Cacace. Vestuario: Magda Banach. Iluminación: David Seldes. Asistencia de dirección: Gastón Re. Actúa: Luis Machín. Apacheta Sala Estudio (Pasco 623), viernes a las 23.

El dolor de ser abandonado también puede producir belleza. Y de eso se encuentra mucho en "El mar de noche", el unipersonal escrito por Santiago Loza y dirigido por Guillermo Cacace. Con fuentes de inspiración en "De profundis", de Oscar Wilde, y "Muerte en Venecia", de Thomas Mann, el texto funciona como perfecta partitura para que un actor extraordinario como Luis Machín se luzca una vez más.

Pero el tema es el dolor, entre otros, claro: como toda obra verdaderamente artística, contiene múltiples resonancias. Y ese sentimiento está tratado aquí sin apelar a ningún tipo de exceso, ni verbal ni físico.

Todo va deslizándose de una manera suave, con tranquilidad, como si un veneno se apoderara lentamente del cuerpo del protagonista. El viene a contarnos su tragedia, el tremendo pesar que siente porque su amante lo dejó. Y lo hace desde una oscura habitación de hotel en una preciosa ciudad balnearia de Brasil. Es de noche y el protagonista decide que al otro día no aprovechará ni el sol ni la playa. Prefiere refugiarse, quedarse adentro.

En "El mar de noche" lo que importa es contar anécdotas, momentos, sensaciones de un pasado que no vuelve. Loza escribe con magia, suele ser concreto pero a la vez poderosamente poético. Y Cacace, claramente, tomó las decisiones correctas y hace todo desde la puesta para que el espectador escuche y se enganche. Su actor casi no se mueve, la luz es tenue y el ambiente, íntimo.

También existen pequeños momentos de humor, casi imperceptibles, pero todo pasa finalmente por el prisma de la tristeza en esa sala con el enorme ventanal que da a la calle. Mínimos muebles, pocos objetos. Despojo. Y Machín hipnotiza, hace pensar, logra comunicar ese profundo desamparo. No hay gritos, ni insultos, casi tampoco llanto. Apenas las palabras justas para que quien lo dejó sepa que tal vez nunca nadie lo amará así.

Calificación: Excelente.