CFK convierte las legislativas en una prueba de supervivencia

La irrupción de la ex presidenta con un resonante acto en el conurbano es el desafío mayor que enfrenta Macri. También, el PJ, amenazado por una decadencia similar a la de la UCR.

Cuando el martes pasado Cristina Fernández se subió a una plataforma rodeada de seguidores en la cancha de Arsenal puso en marcha un fenómeno inimaginable hasta hace poco: el de las primeras elecciones en más de 70 años de las cuales el PJ no será protagonista. Lo reemplazará como adversario del gobierno la Unidad Ciudadana creada para reivindicar la gestión "K". Esa alianza está formada por varios sellos de goma y no incluye al PJ.

Si se tiene en cuenta que un frente sin el PJ compite con una alianza de la que el radicalismo es el furgón de cola, podrán medirse los cambios drásticos que sufrieron tanto el sistema de partidos como el político tras la crisis de 2001. Algunos dirigentes de aquella época sobreviven, pero deben mimetizarse en estructuras nuevas. La UCR es una "marca" sin atractivo para el mercado electoral y todo indica que el PJ va por el mismo camino.

Mauricio Macri entendió el fenómeno hace ya quince años y creó PRO. Cristina Fernández, por primera vez en el llano desde que ingresó a la política de la mano de su difunto marido, resolvió ponerse a tono con la realidad. No sólo se sacó de encima al desprestigiado peronismo bonaerense, sospechado de corrupción, narcotráfico y prácticas mafiosas. También cambió de actitud y de lenguaje para poder enfrentar al presidente en su propio terreno.

En el acto del martes se ubicó en una plataforma apenas por arriba del nivel de sus fanáticos. Mantuvo lejos a la dirigencia política. Pasó de desempeñar el papel de dama del látigo al de una líder contendora y sentimental, dispuesta a defender a los pobres de los abusos económicos de un "gobierno para ricos". Hasta se vistió modestamente.

También cambió el discurso. Ya no habla de militancia, ni se dirige exclusivamente a sus "fans", ni anuncia que va a transformar el mundo. La nueva campaña será un libro de quejas en defensa de la clase media baja y de los pobres que tienen que pagar el aumento de tarifas y sufren la inflación en alimentos y medicamentos. Las peroratas ideológicas quedaron para mejor oportunidad.

Su auditorio no es pequeño: los cuatro millones de pobres con que su gestión se despidió del poder.
Cambió de estilo, de "target", de imagen y de discurso. Lo que no puede cambiar es el pasado y la estrategia del oficialismo reside en revivirlo. En exhibir el retorno de la ex presidenta como la más grave amenaza para un futuro de prosperidad. Por eso reaccionó rápidamente. 48 horas después del acto de Avellaneda advirtió que una mala elección complicará la economía. Fue en la presentación de un bono a 100 años en el que enumeró los riesgos para los posibles inversores de un retorno kirchnerista.

En este punto se comprueba que la crisis de 2001 no sólo tuvo un impacto devastador sobre el sistema político. También en la memoria colectiva. Ese año, antes de que la economía fuera arrasada, un vasto sector de la sociedad abandonó al gobierno que luchaba por no devaluar. Las consecuencias fueron catastróficas. Ese dato estará sin duda presente a la hora de votar.

La segunda reacción del macrismo estuvo vinculada con lo que será el eje de su campaña en el conurbano. Apresó al jefe de La Salada, una monumental feria en la que se cometen delitos varios según una investigación judicial en curso. El responsable directo, que se defendió a tiros e hirió a un policía, es acusado de asociación ilícita con policías, políticos y miembros del poder judicial de Lomas de Zamora. Es pública su relación con el kirchnerismo y con figuras paradigmáticas de la anterior administración como el ex secretario de comercio, Guillermo Moreno.

La lucha contra las mafias es una herramienta ideal para el gobierno, porque no sólo golpea a su más riesgosa adversaria, Cristina Fernández, sino a otros peronistas que intentaron terciar en la disputa como Sergio Massa y Florencio Randazzo, pero que han sido parte importante del kirchnerismo. El impacto del acto de CFK sobre ambos fue, además, tan fuerte que los sepultó en un silencio mediático ensordecedor. Hoy representan un problema menor para Macri.

En síntesis, se perfila una campaña en la que la economía, paradójicamente, no parece tener el peso que se le atribuía poco tiempo atrás. Sin crisis y con un modesto crecimiento de la actividad, quedará en segundo plano.

La agenda tendrá mucho de revisión del pasado y de la corrupción de los últimos años. Los votantes dispondrán de dos botones para apretar. Tanto el gobierno como CFK y el peronismo no se juegan sólo unas bancas en el Congreso, sino la supervivencia.