El gradualismo, con los días contados

El Gobierno deberá tomar la decisión de continuar con el ajuste soft o aplicar la doctrina de shock. Comenzar con la moderación y desembocar en cambios drásticos resulta peligroso. Se acentúa la dependencia del crédito externo. Cambiemos no tiene margen para absorber una derrota.

POR MARIO BRODERSOHN * 

Faltan muy pocos meses para las PASO y para las elecciones de octubre. El balance de la gestión de gobierno de Macri tiene, hasta ahora, sus más y sus menos. El gobierno no pretendió llegar a esas elecciones en un clima de euforia económica. Sabía que superar la herencia recibida tendría un elevado costo político.

Desmantelar las distorsiones de precios relativos heredadas del kirchnerismo aumentaría en los primeros meses de su gestión la inflación, disminuiría el salario real y deprimiría la actividad productiva y el empleo.

Al mismo tiempo suponía que la salida exitosa del cepo cambiario y del default de la deuda publica ayudarían a crear un clima de credibilidad y de seguridad jurídica que favorecería la inversión privada interna y externa.

El objetivo era reemplazar al sector público por el sector privado como locomotora del crecimiento. Finalmente suponía que esa transición recesiva e inflacionaria hacia una economía más ordenada tomaría seis meses. Por ello, anunció que en el segundo semestre del 2016 comenzarían a florecer los brotes verdes de la reactivación de la economía y nos acercaríamos a una meta de inflación del 17% en el 2017.

La reactivación de la economía y el control de la inflación se fueron dilatando en el tiempo y la inversión privada se mantuvo al margen del proceso esperando ver si la sociedad argentina ratificaba electoralmente en octubre el nuevo liderazgo de Cambiemos.

Crecimiento y menor inflación pasaron a ser objetivos postergados para el tercer y cuarto trimestre del 2017 sin tiempo suficiente para influir en las elecciones de agosto y de octubre. Ello no quiere decir que el gobierno se desentendió del manejo económico sino que la reactivación productiva y el descenso de la inflación, que efectivamente se van a dar en los meses pre electorales, no tienen el tiempo suficiente ni la fuerza necesaria para incidir en las elecciones.

VOTO CRITICO

El Gobierno está tratando de cubrir el vacío que deja el desempeño de su programa económico con la polarización entre Cambiemos y el peronismo kirchnerista. Se sostiene que faltando tan pocos meses para las elecciones la mejor estrategia pre-electoral sería no descansar en la tesis inicial del éxito económico como plataforma electoral sino más bien obtener a lo sumo "un voto no positivo" en el manejo de la economía para descansar más en la estrategia de la polarización y esperar un peronismo dividido, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

Macri no tiene margen económico ni político para absorber las consecuencias de una derrota electoral. La experiencia histórica nos señala que un triunfo del peronismo como partido opositor llevaría a los operadores económicos a anticipar un futuro político ya transitado varias veces. Es una película que los argentinos han visto en repetidas oportunidades.

Se suele decir que cuando los presidentes tienen que tomar decisiones económicas conflictivas los ministros le presentan dos opciones: una que termina siendo políticamente perversa y la otra también. Si el presidente Macri triunfa en las elecciones en la provincia de Buenos Aires por un estrecho margen electoral tendrá que elegir una de las dos opciones económicas para el 2018: gradualismo o shock fiscal.

El camino intermedio, esto es, empezar con gradualismo y terminar con shock es la opción más riesgosa porque puede llevar a que sea el mercado el que se anticipa y tome la iniciativa para un shock no buscado. Por ello, se sostiene que en el gradualismo el factor limitante es el acceso al endeudamiento externo y en el shock el factor limitante es la tensión social.

La primera opción sería más de lo mismo. ¿Por qué cambiar lo que dio un resultado electoral favorable? Si elige este camino gradualista la economía en el 2018 volvería a depender como en el 2016/17 de un creciente acceso a los mercados financieros internacionales para financiar los crecientes desequilibrios fiscales y externos.

Pero, ¿están dadas las condiciones económicas y políticas para volver a insistir en el 2018 con el enfoque gradual? El gradualismo en el 2018 comenzaría debilitado por las consecuencias del gradualismo en el 2017, que lo llevó a utilizar el tipo de cambio y las tarifas públicas como ancla antiinflacionaria.

En efecto, a fines mayo de 2017 habiendo devaluado un 64% al salir del cepo cambiario, el tipo de cambio real multilateral sería un 12% más alto que el de noviembre del 2015, que a su vez era un 33% inferior al de fines del 2011 y el más atrasado en los 12 años de gestión kirchnerista.

HERENCIA FISCAL

La herencia fiscal para el 2018 tampoco es favorable. El gasto primario nacional en el 2017 se mantendría en el mismo y muy alto nivel que en el 2015 (24,5% del PBI), que a su vez era 5 puntos del PBI más elevado que el del 2011. El déficit fiscal financiero (incluye intereses) sería superior en el 2017 (6,1% del PBI) que en el 2015 (5,6%) a pesar de incluir el ingreso por única vez del blanqueo.

En sus comienzos el gradualismo fue muy criticado aun por sectores económicos que veían con simpatía al gobierno. Esas críticas partían del supuesto que los gobiernos tienen más poder al inicio de su gestión presidencial, que es precisamente cuando hay que tomar decisiones estructurales pensando más en el largo plazo que en los costos políticos del corto plazo.

Por el contrario, la tesis del gobierno era muy distinta; sostenía que derrotar en el próximo mes de octubre por segunda vez al peronismo le daría mucho más autoridad. Por ello, Macri rechazó la idea de un shock inicial de ajuste fiscal porque corría el riesgo de perder las elecciones.

En otras palabras, un nuevo triunfo electoral sobre el peronismo le daría más fortaleza política y más credibilidad para plantear luego los cambios de fondo necesarios. Este es el "timing" económico y político de la estrategia gubernamental en el 2016.

La opción del shock en el 2018 parte del supuesto que el gobierno cuenta con respaldo político para sostener las propuestas de cambios estructurales. El gobierno es y seguirá siendo minoría en ambas Cámaras. Las elecciones de octubre no cambian esta realidad. El shock tiene como pre-requisito una coalición con otra u otras fuerzas políticas.

No se trata de convocar a un Consejo Económico y Social con la participación de todas las fuerzas vivas social, política y económica al estilo del Pacto de la Moncloa, ni tampoco crear una comisión parlamentaria que discuta políticas de Estado y termine disfrazando la intención oficialista de gobernar por su cuenta.

El objetivo sería invitar a algunos partidos de la oposición a compartir las ventajas como así también los costos políticos de ser parte en las decisiones gobierno.

Se trata de integrar un gobierno de cohabitación como lo fue en Francia en 1986-88 con Mitterrand (Presidente Socialista) y Chirac (Primer Ministro de derecha). O en Chile con la coalición gobernante de la Democracia Cristiana con el Partido Socialista. O como lo lleva adelante el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que fue electo presidente siendo primera minoría y sin una estructura política que lo contenga.

* Director de la consultora Econométrica.

La herencia fiscal para el 2018 tampoco es favorable. El déficit financiero sería este año del 6,1% del PBI.