"PATRIA", DE FERNANDO ARAMBURU, TRATA DESDE TODOS LOS ANGULOS EL DOLOR QUE PROVOCA LA VIOLENCIA POLITICA

Heridas abiertas por el terrorismo

La obra imagina la historia de dos familias vascas divididas por el extremismo ideológico de ETA en un arco de 40 años. Sus emotivas páginas son un potente alegato contra la sinrazón de matar por abstracciones.

Con toda razón Patria (Tusquets, 648 páginas), la impresionante novela de Fernando Aramburu, fue en 2016 el libro del año en España. Sus páginas, revulsivas, provocadoras, abordan de todas las maneras posibles el flagelo que significó el terrorismo de ETA, con su reguero de muertes, odios, divisiones y familias desgarradas por un fanatismo cerril para el que no parece haber antídotos.

Dos familias y dos mujeres (o mejor, dos matriarcas) protagonizan la historia en un anónimo pueblo vasco. Una Bittori, viuda del Txato, empresario asesinado por ETA; la otra, Miren, madre radicalizada de un terrorista que tal vez participó del crimen. ¿La ironía? Las familias, y en especial las mujeres, fueron amigas cercanas, casi parientes, que a punto estuvieron de hacerse monjas. Hasta que el extremismo las fue separando en un pueblo cada vez más exaltado e intimidado por la acción terrorista y sus grupos periféricos. Toda una comarca convertida en cómplice por persuasión o por temor.

Aramburu intercala las historias de esas dos mujeres y sus familias (nueve personajes en total) en un centenar de breves capítulos con título. El punto de partida es el anuncio por ETA del cese definitivo de la lucha armada, en 2011 (aunque la obra no menciona ese año ni casi ningún otro).

Fragmentado en escenas, el libro traza un constante recorrido hacia atrás y adelante en el tiempo para contar el origen, desarrollo y culminación de la violencia terrorista en el asesinato del Txato, que es el núcleo de la historia, y al que se va llegando de manera indirecta. A lo largo de la novela iremos conociendo ese crimen desde el punto de vista de todos los personajes, incluido el de la víctima.

La narración también está repartida, a veces en un mismo párrafo, entre un narrador omnisciente que suele preguntarse por lo que está narrando; las voces de los protagonistas, todas gentes más o menos sencillas de pueblo, y sus pensamientos y recuerdos. El estilo queda subordinado al intento, muy logrado, de imitar la oralidad y los modismos de los protagonistas, que cada tanto sueltan palabras en euskera (al final del libro se incluye un glosario).

VICTIMAS DAÑADAS

Si bien con el correr de las páginas se torna repetitivo, el procedimiento narrativo de Aramburu, que es el de alterar la cronología para contar la lucha armada de ETA a partir de sus consecuencias en esas dos familias, sirve a la idea general de la novela, la impresión básica que transmite su lectura. A pesar de la objetividad general de la obra, no quedan dudas de cuáles son las simpatías del autor. Sus páginas son una demostración minuciosa, emotiva, a veces redundante y machacona, del daño que provocó el terrorismo en sus víctimas directas, en las familias de sus víctimas y hasta en los propios victimarios, como lo refleja el personaje de Joxe Mari, el hijo preferido de Miren, joven revoltoso y amante de la acción directa que sin muchas ideas se convierte en combatiente, es detenido y torturado y ve como se le esfuma la vida en prisión.

Un personaje fugaz, al que solo se identifica como "escritor" y que habla durante un acto público con víctimas del terrorismo, refleja, sin la menor duda, el punto de vista del autor y su programa literario. "Escribí, pues, en contra del sufrimiento inferido por unos hombres a otros -explica-, procurando mostrar en qué consiste dicho sufrimiento y, por descontado, quién lo genera y qué consecuencias físicas y psíquicas acarrea a las víctimas supervivientes (...) Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias".

Con ambición de debutante pese a que no lo es, Aramburu no deja tema por tratar. Aborda la complicidad de todo un pueblo intoxicado por un nacionalismo pervertido, pero también la de ciertos pastores de la Iglesia, desviados de su misión sacerdotal en favor de la violencia extremista (fenómeno este que, al igual que muchos otros registrados en Patria, tiene mucho que ver con nuestro propio terrorismo izquierdista de la década del "70).

Pinta un cierto tipo de familia vasca, con hombres sentimentales, parcos y sumisos, y mujeres potentes, frías y decisivas, como Bittori o Miren, quien se radicaliza más por amor a su hijo etarra que por convicción sincera ("No entiende de política, pero suelta consignas como quien revienta cohetes", la define su hija Arantxa, crítica de la violencia y, en un giro de la historia, también ella víctima). Pone en boca de personas corrientes frases que suenan como aforismos sobre lo absurdo del terrorismo y el sufrimiento que provoca ("Es todo un delirio y probablemente un negocio", o

"Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar"). Explora la tierra de nadie de las víctimas, eliminadas primero por los terroristas y luego marginadas en una sociedad que, no sin hipocresía, quiere levantar la mirada y dejar atrás el pasado a costa de olvidar. Indaga, por último, en la posibilidad y la necesidad de pedir y recibir perdón, que es el tema de fondo, y acerca del cual la novela esboza una visión positiva y esperanzadora, pero sin negar sus dificultades, como lo reconoce Joxe Mari en sus soliloquios de encarcelado: "Constató: pedir perdón exige más valentía que disparar un arma".

Pese a defectos como el exceso de páginas, ciertos diálogos inverosímiles y la sobreabundancia de situaciones trágicas o patéticas, Patria es una novela notable, una obra que confiere a su autor todo el derecho a situarse en la estela de otros grandes novelistas españoles del último siglo como Cela, Delibes o Marsé, expertos en el arte de crear personajes del montón, y de sondearlos y exponerlos en su intimidad y en su roce ocasional y trágico con la historia con mayúsculas.