Prat Gay, de ministro estrella a fusible de fin de año

El vaso medio llenó se rompió

"Hace mucho tiempo que no teníamos un ministro que generase más soluciones que problemas", afirmó Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica.

 

Durante la gestión de Alfonso Prat Gay (51 años) aumentó la inflación, la pobreza, el desempleo, la deuda pública y el déficit fiscal. Al mismo tiempo, bajó la presión impositiva, se alivió el atraso cambiario, mejoró el acceso al crédito de los privados lo que salvó miles de empleos. El dólar dejó de ser un problema y la Argentina normalizó sus relaciones con los centros internacionales de poder, un paso imprescindible para el desarrollo. Vale decir, el típico vaso medio lleno. 

¿Hace falta repetirlo? Cualquier análisis de las virtudes y defectos del efímero pratgayismo debe contemplar la gravosa herencia recibida. En efecto, los desequilibrios legados por Cristina hacían imprescindible alguna clase de ajuste desde diciembre de 2015, de lo contrario ibamos derechito a otra implosión. Sólo los necios pueden negarlo.

Cuando los historiadores del futuro analicen 2016 es probable que concuerden en que fue el año en que se sentaron las bases del despegue económico ulterior (si es que la política no mete, como siempre, la cola). Prat Gay desató algunos nudos importantes y sus colegas lo reconocieron durante las últimas horas. "Estoy sorprendido. Prat Gay llevó adelante la negociación con los holdouts, fue un punto clave en la unificación del mercado cambiario, y en la eliminación de las regulaciones al comercio exterior. Fue uno de los capitanes para volver a la economía de mercado, y deja una economía a la gatera de la reactivación, con algunos brotes verdes", declaró Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica a la agencia DyN.

Las comparaciones favorecen al ahora ministro saliente: "Hace mucho tiempo que no teníamos un ministro que generase más soluciones que problemas", añadió Castiñeira.
Más discutido por el establishment fue el gradualismo fiscal que implementó el Palacio de Hacienda. Discutido, en realidad, por los liberales ortodoxos que culpan al déficit fiscal (con su correlato de altos impuestos, herencia maldita de los K) como la fuente de todas nuestras desdichas. Aquellos pensadores que entienden que la buena política es el arte de que la democracia liberal (y su correlato, la economía de mercado) nunca vaya perdiendo la legitimidad imprescindible para poder funcionar con fluidez, aplauden que el cuchillo no haya llegado hasta el hueso en un año recesivo.

INCOMODO

Los cambiemistas han dejado trascender que Prat Gay era una figura incomoda en el gabinete, con cierto exceso de arrogancia y ambiciones políticas. Al parecer, nunca aceptó ser supervisado por los auditores de la Presidencia: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. Dicen que el ministro sólo aceptaba cuadrarse ante el propio Mauricio Macri o ante Marcos Peña. También se rumorea que su prestigio internacional -Prat Gay forjó su carrera en el banco de inversión estadounidense JP Morgan- causaba celos en la Casa Rosada. Como sea, la hibris no se lleva bien con una cultura de trabajo en equipo, dispersión del poder y atomización (en aumento) de las decisiones. El año que viene la política económica estará en manos de no menos de diez funcionarios de alto nivel, tras la decisión presidencial de dividir Hacienda en dos carteras. Los superministros de Economía, a lo Domingo Cavallo, parece que son cosa del pasado. Es otra de las consecuencias del 2001.

La explicación psicologista de la defenestración de Prat Gay deja afuera el timming y las consecuencias políticas (Marcos Peña sale fortalecido). Nadie puede negar que el segundo semestre -al calor de una recesión que dura más de lo esperado- fue calcinando el capital que Prat Gay había acumulado en los primeros meses de gestión. Desapareció de los medios, prácticamente ya no había buenas nuevas que proclamar. La gota que derramó el vaso pudo haber sido el fiasco de las modificaciones del Impuesto a las Ganancias que dio alas a la oposición y terminó, a pesar de la justicia de sus fundamentos, con un fenomenal incremento del déficit. Alfonso, que no proviene del Pro, pagó los platos rotos.

CONTINUIDAD Y CAMBIO

El nombramiento de Nicolás Dujovne en Hacienda y la confirmación de Luis Caputo en Finanzas con facultades ampliadas es, a primera vista, un signo de continuidad. No se olvide que en la banca de suplentes sigue nada menos que Carlos Melconián, cuya llegada al Palacio de Hacieda sería una señal contundente de que el ajuste fiscal irá en serio. Hay elecciones en 2017 y lo más lógico es que el Gobierno siga avivando el consumo vía aumento del gasto público. Pero puede haber sopresas, teniendo en cuenta lo que Dujovne venía predicando desde la Fundación Pensar y los diarios.
En su cuenta de Twitter, el economista Martín Tetaz opinó que "es una buena noticia la llegada de @nicodujo; es un fiscalista preocupado por el establecimiento de reglas claras y por su comunicación" y luego pronosticó que "se viene Ley de congelamiento fiscal", tal como acaba de imponer Michel Temer en Brasil. 

En la misma red social, Miguel Kiguel concluyó que "el team Dujovne-Caputo trae un perfil más técnico y menos políticos a Hacienda y Finanzas (...) los inversores mostraban preocupación por las cuentas fiscales. Ahora deberían estar más tranquilos con Dujovne".

A la espera de Donald Trump, éstas son algunos interrogantes para 2017: ¿El peronismo del Congreso y los sindicatos se quedarán de brazos cruzados si hay mayor rigurosidad fiscal en el año en el que volvermos a las urnas? ¿Macri cambió de opinión repentinamente y se persuadió de que el gradualismo no sirve para que arranque la economía? ¿Habrá más sintonía entre el Palacio de Hacienda y el Banco Central, como pronostican los cambiemistas? Bajan señales confusas: la expulsión de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas por supuesta mano blanda con los gremios va en un sentido; los trenta mil millones de pesos para las organizaciones piqueteras, va en otro muy distinto. "El presidente y su tensión de primer año: quiere cambiar la economía mientras la sociedad argentina lo cambia a él", escribió ayer Pablo Gerchunoff. Brillante.