OTRO SINTOMA COHERENTE CON LA DECADENCIA ARGENTINA

El Colón convertido en salón de usos múltiples

Las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires merecen enérgico reproche por haber convertido insólitamente al Colón en ámbito de eventos de todo tipo por completo ajenos a las bellas artes (Babasónicos, Cacho Castaña, Cerati, Cornell, García, Páez, la "princesita"" Karina, Ortega, Lynch, "la Mona" Jiménez y ahora casamientos).

Esas actividades, para cuya realización existen muchas otras salas, no sirven además para cultivar y embellecer el espíritu y el alma populares, objetivo a lograrse por el contrario organizando funciones de ópera, conciertos y ballet con precios al alcance de todos.

Transformar a nuestro máximo coliseo, de bien ganado prestigio internacional, en un salón de usos múltiples que se alquila al mejor postor, viola su alta tradición, viola la ley (arts. 2ø y 3ø de la ley 2855) y subvierte su alto cometido al servicio del arte y la cultura del país, para subordinarlo al crudo negocio comercial.

Una de las varias causas de la decadencia argentina, como se sabe, consiste en la falta de respeto a lo que dice la ley, actitud típicamente menefreguista, como si cada uno tuviera piedra libre para hacer lo que quiera.

Más allá de percepciones gubernamentales o individuales, vale la pena detenernos entonces en la normativa concreta que encuadra la acción del primer coliseo argentino.

El Colón, recordemos, fue inaugurado en 1908: la Argentina se contaba entre los cinco países más importantes del mundo, y debía tener, consecuentemente, un gran teatro de ópera, a la altura de los que ya existían en las otras naciones que compartían esos primeros puestos. A partir de allí, y sin apartarse de sus objetivos fundacionales, desplegó una trayectoria casi siempre brillante, que le dio fama universal.

Llegamos así a nuestros días, cuando en Septiembre de 2008, la H. Legislatura de la Ciudad, elegida por voto popular, sancionó la ley mencionada con el propósito de definir además de su estructura interna, la misión del Colón en el conjunto social.

Dicha ley dice (y esto es esencial): "El Ente Autárquico Teatro Colón es el organismo público que tiene la misión de crear, formar, representar, promover y divulgar el arte lírico, coreográfico, musical -sinfónico y de cámara- y experimental, en su expresión de excelencia de acuerdo a su tradición histórica".

La definición es taxativa. Clara. Terminante. Y no admite interpretaciones extensivas. La ley 2855 se encuentra en plena vigencia.

¿INVERSION MALGASTADA?

Por otro lado, esta desviación del Colón de su misión fundacional y legal, notoriamente inscripta en el proceso de decadencia que viene corroyendo a la Argentina desde hace siete décadas, desnaturaliza la millonaria inversión efectuada en su momento por el Gobierno de la Ciudad a efectos de reabrir el teatro. 

La utilización de amplificadores y la altísima sonoridad de las bandas de cumbia y "heavy rock", potenciada electrónicamente con un nivel de decibeles que afecta hasta los oídos más sanos, deteriora el mobiliario y socava lentamente los materiales del escenario y el recinto, perjudicando irreparablemente su acústica, como se sabe, una de las más perfectas del mundo.

"Teatro Colón", dice Roberto Camaño, "no es la simple denominación de una sala de espectáculos: es algo más significativo y profundo", enraizado con la magia del arte musical. Y agrega: "en el campo del arte y la cultura argentinas no existe institución que aventaje al Teatro Colón en celebridad y prestigio".
Nuestra generación no hizo el Colón. No lo degrademos. Tratemos de cuidar los tesoros de nuestro patrimonio cultural. El gobierno local debe recapacitar seriamente. Barbra Streisand no actúa en el Metropolitan de Nueva York ni Serrat en la Scala de Milán. Cada cosa en su lugar.