El cerebro de los niños en la era de la tecnología

Cómo impacta el uso de los dispositivos electrónicos desde temprana edad sobre el desarrollo cognitivo. Consejos para evitar la influencia negativa.

Padres que trabajan largas horas fuera de casa, la imposibilidad de salir a jugar a la calle y la necesidad de entretener a los niños de alguna forma ha llevado a que la tecnología se convierta en una ¿aliada? de la crianza. Es así que hoy ya nadie se sorprende al ver a pequeños de incluso menos de tres años ensimismados frente a la pantalla de un teléfono celular, una tablet o una computadora y con un completo dominio de estos dispositivos. Para conocer cómo influye este cambio de paradigma sobre el desarrollo cognitivo de los niños, La Prensa dialogó con el doctor Claudio Waisburg, director médico del instituto neuropediátrico SOMA.

Según subrayó el especialista el desarrollo y cognición social de los niños dependen de la interacción con personas y no con pantallas. “Esta interacción precoz tiene la ventaja que naturalmente e instintivamente los niños buscan: el contacto corporal, afectivo y visual con otros.Inicialmente, los rostros llaman mucho más la atención a un bebe que una pantalla”, expresó.  

Con el objetivo de intentar comprender los problemas a los que se enfrentan los niños de hoy, Waisburg sugirió recordar los viejos tiempos: “Hace apenas 20 años, los niños jugaban todo el día al aire libre, en la vereda, andaban en bici, hacían deporte y construían fuertes. Los niños de antes, con su dominio de juegos imaginarios, creaban su propia forma de divertirse, que no necesitaba de gran maquinaria o equipamiento costoso ni la supervisión de los padres. Los niños de antes se movían mucho y su mundo sensorial era un poco más natural y sencillo”, expresó.

Asimismo, rememoró que antes la familia pasaba gran parte del tiempo limpiando y trabajando en la casa, al tiempo que los niños tenían más obligaciones que cumplir en el hogar. La mesa del comedor era un lugar central en el que las familias se reunían para comer y hablar de cómo había ido el día, y después de cenar se convertía en el sitio en el que se hacían trabajos manuales y las tareas de la escuela.

Hoy el escenario es diferente. “La influencia de la tecnología en una familia del siglo XXI está fracturando su base y causando una desintegración de los valores fundamentales que hace tiempo eran el tejido que las unía. Los padres tienen que hacer malabares con la escuela, el trabajo, la casa y la vida social, y dependen enormemente de las tecnologías de la comunicación, la información y el transporte para lograr unas vidas más rápidas y eficientes”, advirtió el neuropediatra.

Las tecnologías del entretenimiento (televisión, internet, videojuegos, tablets, teléfonos móviles inteligentes) han avanzado con tal rapidez que las personas apenas se han dado cuenta del enorme efecto y los grandes cambios que han supuesto en la estructura familiar y el estilo de vida, prosiguió el experto.

En ese sentido, el director del instituto SOMA mencionó un estudio llevado a cabo en 2014 por Kaiser Foundation, que mostraba que los niños en edad de primaria consumen un promedio de 7,5 horas diarias de tecnologías del entretenimiento, el 75% de ellos tiene televisor en su dormitorio, y el 50% de los hogares estadounidenses tiene la televisión encendida todo el día. “Ya no hay conversación en torno a la cena, sustituida por la gran pantalla y el delivery”, remarcó.

MENOS CREATIVIDAD

En opinión de Waisburg, los niños recurren a la tecnología para la mayor parte de sus juegos, lo cual reduce los retos para su creatividad y su imaginación. Además, disminuye los obstáculos con los que se enfrentan y que son necesarios para que sus cuerpos adquieran un desarrollo sensorial y motor óptimos.

“Los cuerpos sedentarios y bombardeados con estímulos sensoriales caóticos generan retrasos en el cumplimiento de las etapas del desarrollo infantil, con las consiguientes repercusiones negativas en las aptitudes esenciales para la alfabetización”, apuntó, para luego añadir: “Los jóvenes de hoy, preparados desde el principio para la velocidad, llegan al colegio con problemas en su capacidad de autorregulación y de atención, dos elementos necesarios para aprender, y que al final acaban por ser problemas importantes de control del comportamiento para los profesores en el aula”.

En esa misma línea, indicó que desde el punto de vista neurobiológico, los sistemas sensorial, motor y emocional del niño, en pleno desarrollo, no han evolucionado para englobar el carácter sedentario pero enloquecido y caótico de la tecnología actual.

“La influencia de la tecnología y sus rápidos avances en el desarrollo del niño incluye un aumento de los trastornos físicos, fisiológicos y de conducta que los sistemas educativos y sanitarios están apenas empezando a descubrir y, desde luego, no comprenden todavía”, subrayó el profesional.

De hecho, Waisburg puso de manifiesto que a la epidemia de obesidad y diabetes infantiles se suman los diagnósticos de trastorno de déficit de atención e hiperactividad, autismo, trastorno de coordinación, retrasos en el desarrollo, habla ininteligible, dificultades de aprendizaje, trastorno del procesamiento sensorial, ansiedad, depresión y trastornos del sueño, asociados al uso excesivo de las tecnologías y en alarmante aumento.

“Una mirada más detallada a los factores cruciales para cumplir las etapas de desarrollo y los efectos de las tecnologías en esos factores ayudaría a los padres, educadores y profesionales sanitarios a comprender mejor las complejidades de esta cuestión y a construir estrategias eficaces para reducir el uso de la tecnología”, sugirió.

CUATRO EJES

De acuerdo con el especialista, los cuatro factores críticos para un desarrollo saludable del niño son: el movimiento, el tacto, la conexión humana y el contacto con la naturaleza. “Estos tipos de aportaciones sensoriales garantizan el desarrollo normal de la postura, la coordinación bilateral, los estados óptimos de excitación y la autorregulación que hacen falta para adquirir las bases necesarias para la escolarización”, afirmó.

En concreto, Waisburg especificó que los niños pequeños necesitan dos o tres horas al día de juegos activos para adquirir una estimulación sensorial apropiada de sus sistemas vestibular, propioceptivo y táctil. “La estimulación táctil recibida al tocar, abrazar y jugar es fundamental para el desarrollo de la coordinación motora (praxia), las pautas planificadas de movimiento. Además, el tacto activa el sistema parasimpático, que disminuye el cortisol, la adrenalina y la ansiedad. La naturaleza y el espacio verde no solo ejercen una influencia tranquilizadora sino que restablecen la atención y fomentan el aprendizaje”, insistió.

Asimismo, el neuropediatra planteó que los videojuegos, computadora y TV generan ciertos dilemas, ya que hay quienes afirman que pueden generan violencia, sedentarismo y aislamiento mientras algunos expertos destacan su utilidad a la hora de agilizar la mente, tomar decisiones, trabajar en equipos virtuales y descargar  tensiones.  

Como ejemplo citó un artículo de la revista norteamericana ‘Discover’, en el que James Gee, profesor de Ciencias del Aprendizaje en la Universidad de Wisconsin, reseñó los beneficios cognitivos de los videojuegos: desarrollan el pensamiento sistemático, el reconocimiento de patrones y la coordinación visomotora. “Según este investigador, los jugadores exitosos aprenden a focalizar, a tener paciencia, a demorar la gratificación y a priorizar recursos. En una palabra, piensan”, comentó Waisburg. 

Sin embargo, el director de SOMA aclaró que todo depende del videojuego de que se trate. “No es lo mismo el Pac-Man, que sólo exige reflejos y cierta coordinación visomotora, que enredarse en una partida de World of Warcraft (uno de los juegos de estrategia más populares)”, aseveró.  

Al respecto, apuntó que los videojuegos más modernos exigen demandas extraordinarias en habilidades tales como la atención y la representación visual y motora. “Posiblemente, jugar estos videojuegos aumente algunas capacidades, pero no está demostrado que esto sea útil o que se generalice en la vida cotidiana”, matizó.  

Además, mencionó que hay una corriente de especialistas, representados por el divulgador científico Steven Johnson, que compara la experiencia de jugar videojuegos con una situación de aprendizaje, dado que la mayoría de ellos va escalando las dificultades a medida que el jugador progresa. No son estáticos, sino que generan nuevos desafíos todo el tiempo.

“Esta capacidad de aprender de los propios errores los hace divertidos y potencialmente adictivos.Ciertos programas de PC y videojuegos podrían favorecer el aprendizaje. Pero en chicos con problemas para la lectoescritura, pasar mucho tiempo frente al televisor o a los jueguitos empeora su situación porque no realizan la ejercitación suficiente”, previno Waisburg, quien aconsejó supervisar a qué juegan nuestros hijos y limitar el tiempo frente a una pantalla de TV o de computadora.

Los videojuegos podrían aumentar la rapidez para visualizar y seguir múltiples imágenes en simultáneo. Estas actividades estimulan los procesos de pensamiento, la toma de decisiones y las funciones ejecutivas. También se ponen en evidencia la creatividad y la resolución de problemas. Pero, al mismo tiempo, cuando recibimos demasiada información simultánea podemos tener dificultades en su correcto procesamiento. “La clave está en el equilibrio y en saber cuál es la dosis justa”, sugirió el profesional. 

TIEMPO PRUDENCIAL

El tiempo debería ser bien controlado. “No creo que sea parte de nuestra realidad cero TV en menores de tres años pero no tiene que ser ni la única ni la actividad más importante”, enfatizó. A modo de guía dijo que los niños mayores de seis años no deberían estar expuestos a las pantallas por periodos mayores a 45-60 minutos mientras que los menores de seis años esos periodos deberían ser de entre 20 y 30 minutos.

Cuantas más horas se pasen frente a la consola, más posibilidades hay de desarrollar una dependencia. "No se mide sólo por tiempo, sino por aquellas cosas que se postergan o se dejan de hacer, como la interacción social, el juego simbólico y la creatividad. Basta con que se prefiera jugar con estos dispositivos antes que hacer una actividad en familia o en grupo. Hay que tener en cuenta que a determinadas características propias de cierto aislamiento social, la TV, compu o consolas les traerán un perjuicio peor”, puntualizó Waisburg. 

Los tiempos exagerados asignados al uso de tecnología restan tiempo a otras actividades que requiere el desarrollo de los niños. “Algunos ejemplos son la disminución de las horas de sueño, que son necesarias para la generación de hormonas de crecimiento; la disminución de tiempo dedicado al deporte, que es una actividad imprescindible para el desarrollo cardiovascular, pulmonar, inmunológico y músculo-esquelético, además de ser fundamental para prevenir la obesidad infantil; la falta de contacto directo entre las personas, que genera aislamiento de los niños en sí mismos y una mala adaptación social”, argumentó.

SANAS RECOMENDACIONES

Para concluir, el experto enumeró una serie de estrategias a tener en cuenta para prevenir la influencia negativa del uso de las tecnologías sobre el desarrollo infantil:

1-Interactuar, jugar y que el niño se sienta querido ha demostrado tener una relación directa en el crecimiento, maduración e interconexiones cerebrales.  Por otra parte, muchos estudios han demostrado que amar, abrazar, interactuar y jugar con su niño tiene un fuerte efecto en el desarrollo de la Inteligencia. La conexión amorosa entre padres e hijos es la base de las funciones cerebrales superiores.

2-Hablar con los hijos y poder escucharlos desarrolla no solo la base del lenguaje sino  de la comunicación. Mantener una comunicación diaria y fluida con nuestros hijos no es “estar con ellos”, sino hablar con ellos en forma humana, con confianza, calidad y tiempo.

3-Leer libros a los niños, inclusive antes que entiendan las palabras, desarrolla tempranamente las bases lingüísticas. Los estudios muestran que a los niños que les han leído precozmente suelen tener más interés por la lectura, les va mejor académicamente y tienen  más éxito en la vida adulta; leerles libros es uno de los estímulos que más favorecen la inteligencia.

4-Dejar a los niños Jugar, ya que cuando lo hacen se instauran las bases intelectuales, sociales, físicas y emocionales. Cuando esto lo hace con otros niños, aprende además a combinar ideas, impresiones y sentimientos.

5-La actividad física es de suma importancia para el cerebro en desarrollo.

6-Dejar que la música forme parte de la vida de los niños, ya que estimula la memoria, atención, motivación y aprendizaje y disminuye el estrés. Aprender a tocar un instrumento musical estimula el pensamiento abstracto.

7-Que los niños vean a sus padres realizar actividades estimulantes que puedan ser imitadas.  Se educa con el ejemplo. Los chicos reciben más de lo que ven que lo que dicen.

8-Limitar el tiempo de exposición a sumatoria de todas las tecnologías. Evitando la exposición por más de dos horas seguidas. El uso de tecnología siempre debe ser supervisado por los padres.

9-Utilizar la tecnología para juegos de ingenio que utilizan la matemática, letras, música como base, ya que además estimulan la coordinación visomotora. Aprender jugando y divirtiéndose es la mejor forma de aprender. Los padres deben mostrar interés por las nuevas tecnologías para poder guiar a sus hijos en el uso de éstas.

10-Nutrición completa y balanceada desde el embarazo. El desarrollo cerebral y el proceso de mielinización requieren de ácidos grasos esenciales.  Los procesos de  alerta, atención y razonamiento requieren de proteínas.  Las vitaminas y minerales son importantes también.

11-Los padres deben estar al día con las tecnologías de “controles parentales” existentes para los distintos aparatos tecnológicos, evitando la exposición de sus hijos a contenidos no apropiados. Son los padres los encargados de poner límites a la tecnología y hacerlos cumplir. Deben establecer qué contenidos serán consultados, cuándo, dónde y cómo.

12-Frente a todo, debe desalentarse el uso de la tecnología durante los horarios de comida, de conversación, juegos y de resolución de problemas familiares.