Siete días de política

La sorpresa electoral en EE.UU., un factor más de incertidumbre

La salida del default y el regreso a los mercados de crédito permitieron minimizar el ajuste. Pero si la victoria de Trump genera una suba de tasas, la economía local se verá afectada.

Con resignación ante lo inevitable el jefe de Gabinete, Marcos Peña, reconoció hace 48 horas que el triunfo de Donald Trump en las presidenciales norteamericanas representa un "cambio que genera mucha incertidumbre". Esa muestra de realismo es simultáneamente un abuso de lenguaje eufemístico.

El éxito del candidato republicano es en verdad una muy mala noticia para un gobierno que intenta salir del desastre económico "K" por un camino político muy estrecho. Un camino en la que una brusca reducción de un gasto público desorbitado le provocaría una inmediata pérdida de gobernabilidad.

La única herencia positiva que Mauricio Macri recibió de Cristina Fernández, el bajo nivel de endeudamiento externo, parece en entredicho, ya que según anticiparon los expertos antes del fatídico martes 8, la llegada de Trump a la Casa Blanca podría provocar un cambio negativo en los mercados financieros globales. Esto sin contar con la ola de proteccionismo comercial de efecto también negativo para una Argentina que se encuentra en una etapa de transición, que pretende dejar atrás el aislamiento "K" y abrir, aunque sea moderadamente, la economía.

Hay en ese sentido varias consecuencias posibles del resultado electoral estadounidense. En México el peso se devaluó 13%. Argentina está mucho más lejos y mucho menos conectada, pero no tanto como para no recibir el impacto negativo de una política antiglobalización que pretende retrasar el reloj 30 años.
Para confirmar el pesimismo del gobierno habrá que esperar, de todas maneras, que el presidente electo asuma o que nombre su gabinete. Ese será la primera señal acerca de la profundidad del cambio en la Casa Blanca.

Sobre esto último hay especulaciones de distinto alcance, pero curiosamente todas hechas por políticos, medios y "expertos" que consideraban a Trump un millonario excéntrico Ñpor no decir, un payasoÑ que jamás lograría derrotar al "establishment" político y mediático. Esos mismos profetas desorientados dicen ahora que no podrá cumplir con sus promesas y terminará adaptándose a la realidad. Nada asegura, como es obvio, que no se equivoquen nuevamente.

Otra curiosidad reside en el hecho de que el presidente norteamericano que significa un dolor de cabeza para Macri haya ganado por razones bastante parecidas a las que beneficiaron a su colega argentino en 2015. Ambos son antisistema político y ambos representan a ciudadanos que están hartos de los políticos, de su corrupción, de sus abusos de poder, de sus privilegios y de su "corrección" ideológica.

Los votantes de ambos también están cansados de ser discriminados "positivamente" en beneficio de minorías ávidas de derechos, pero no de responsabilidades y que a la hora de concurrir a las urnas resultaron un fiasco.

Tanto los demócratas norteamericanos como los peronistas nativos se equivocaron al no detectar ese hartazgo. Al no advertir que hay una sociedad de dos marchas con sectores retrasados, pero que tienen aún un peso electoral determinante. En el caso norteamericano, los blancos pobres, los no integrados, los olvidados por la clase política que cortejó a minorías irrepresentativas. En el caso argentino, la clase media castigada por el populismo que la empuja desde hace décadas hacia la pobreza, para integrarla con el pobrerío que constituye su clientela más fiel.

En buena medida el triunfo de los dos "outsiders" fue posible por esos errores y en el caso del peronismo todo hace temer que continuarán. Su presidente, José Luis Gioja, descalificó en forma grosera a Macri durante una reunión partidaria por utilizar técnicas de márketing, redes sociales en internet y por "tocar timbres" como estrategia proselitista. Exhortó a sus compañeros a tomar las calles, "porque la calle es de Juan Perón y de Evita Perón".

Sin duda sigue mentalmente en el 45, lo que tranquiliza al gobierno. No lo hace, en cambio, la economía. La inflación no cede, el consumo se derrumba y hasta los empresarios se quejan de la pérdida de poder adquisitiva de los salarios. Se quejan, pero no bajan los precios por lo que la puja distributiva sigue erosionando las expectativas del gobierno. En ese marco una racha de viento de frente puede retrasar aún más una reactivación que sigue sin salir del terreno de las promesas.