SOPHIE HANNAH CONTINUA CON LA SAGA QUE EXHUMO A HERCULE POIROT

Una mera franquicia literaria

Agatha Christie (1890-1976) es uno de los autores de novelas policiales con más ejemplares vendidos de la historia de la literatura. De Diez negritos colocó entre los lectores 100 millones de copias. El policía belga Hercule Poirot es su investigador más popular.

De ambos hechos los albaceas de Christie sacaron una conclusión: podría resultar un buen negocio que Poirot resucite. Resolvieron por lo tanto autorizar a una escritora reconocida a escribir nuevas intrigas con él como protagonista.

Así nació la serie iniciada con Los crímenes del monograma (2014) que ahora continúa con Ataúd cerrado (1). La amanuense se llama Sophie Hannah, tiene nueve "thrillers" de inspiración propia ya publicados, vende bien y ha recibido importantes premios editoriales. En pocas palabras, se lleva perfectamente con la industria.

Al convocarla, los dueños del copyright de la "dama del crimen" cruzaron la frontera entre la literatura y el derecho comercial en dirección de este último. El otorgamiento de lo que es lisa y llanamente una franquicia (como ocurre con cualquier empresario que pone una sucursal de McDonald"s para vender hamburguesas) hace que todo se desarrolle en el territorio de los negocios.

El producto es en consecuencia algo más vinculado con la economía que con el arte, aunque esté entre tapas de cartulina y conste de más de 300 páginas.

Esta exhibición de utilitarismo parece dar la razón a una de las tesis del marxismo crítico sobre la industria cultural: la que proclama que en su actual etapa el capitalismo se encuentra en pleno proceso de colonización de la parte más remota de la mente -la estética- que parecía resistirse a su lógica. Es uno de los principios fundamentales de la estética clásica que la obra de arte carece de un fin exterior a ella misma.

OTROS CASOS

La continuación de la saga de un detective famoso posterior a la muerte del autor que lo creó no es un hecho de todas maneras sin precedentes. En 1989 el norteamericano Robert Parker completó la última novela de Raymond Chandler que tenía como protagonista al archifamoso investigador privado Philip Marlowe: Poodle Springs. Chandler, sin duda el más inspirado creador de novelas policiales, la había dejado inconclusa un año antes de su muerte en 1959.

Los herederos de Chandler, satisfechos con el resultado, le encargaron a Parker la continuación de El sueño eterno, publicada en 1939. En 1991 cumplió con el pedido publicando Perchance to dream y puso fin a esa veta. Razonó públicamente que no pensaba pasarse el resto de la vida escribiendo las novelas de otro tipo (sic).

Pero Chandler no es comparable con Christie, ni Parker con Hannah. Lo que producen las británicas es un entretenimiento para ejercitar el ingenio y prevenir el Alzheimer antes que literatura, cualquiera sea el significado de esta última palabra.

En el caso de Ataúd cerrado el "misterio" se desarrolla en una típica casa de campo. Todos los invitados pueden ser culpables de la muerte de uno de ellos, excepto Poirot y un policía inglés que oficia de narrador. Hacia el final Poirot los reúne a todos en una habitación y resuelve el caso a puro vigor de pensamiento, combinando datos que Hannah fue esparciendo, no muy hábilmente dicho sea de paso, a lo largo de la trama. Los personajes, en tanto, son marionetas que, una vez finalizado el espectáculo, vuelven a ser colocados en una caja. Hasta la próxima novela.

(1) Ataúd cerrado, de Sophie Hannah, Espasa, 362 páginas.