Siete días de política

Los cambios que Macri impulsa y la dirigencia peronista bloquea

Una ley para permitir que los empresarios compitan por la obra pública y otra para combatir el fraude electoral son trabadas en el Congreso por el peronismo en sus distintas vertientes.

La posibilidad de una regeneración política nacida el 10 de diciembre por el cambio de gobierno chocó la semana última con la realidad más inflexible. La dirigencia peronista, aunque dividida y sin líder, intentó y tuvo en principio éxito en la tarea de frenar los primeros cambios concretos.

Preocupan al PJ dos iniciativas: una vinculada con la obra pública y otra con los mecanismos electorales. No quiere renunciar al manejo discrecional de la principal fuente de financiamiento de la política, la obra pública, ni perder el control de las votaciones, consecuencia ineludible del uso de la boleta electrónica con `chip' para el escrutinio.

El viejo sistema de boletas de papel y el conteo manual le permitieron consolidarse como un partido hegemónico con una presencia tan abrumadora en los poderes del Estado que ha generado el convencimiento de que sin el PJ no hay gobernabilidad posible en la Argentina. En pocas palabras, el peronismo quiere continuar reproduciendo las condiciones de su existencia y sabe que si no logra preservar el actual estado de cosas su futuro se volverá complejo.

El campo de batalla por estos cambios es el Congreso, donde el macrismo es una reducida minoría (en el Senado directamente es minúscula) y el peronismo en sus distintas variantes dispone de mayorías absolutas. El miércoles pasado el kirchnerismo y los legisladores que responden a Sergio Massa se pusieron de acuerdo en la Cámara de Diputados y votaron juntos la vuelta a comisión del proyecto de participación pública y privada (PPP), asestándole un golpe inesperado al macrismo. Al retirarse del recinto los camporistas cantaban `Vamos a volver, vamos a volver'.

Los massistas dejaron trascender que su voto junto a los seguidores de Cristina Fernández era una `vendetta' porque el macrismo había hundido el proyecto de reforma de la Procuración General. Con esa iniciativa la massista Graciela Camaño hubiera adquirido un insólito poder sobre los fiscales como presidenta de la comisión bicameral encargada de controlarlos. Cuando los massistas creían que tenían cerrado el acuerdo con el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó, una denuncia de Elisa Carrió mandó el proyecto a la papelera de reciclaje. La dura reacción massista terminó impactando sobre el proyecto PPP.

¿En qué consiste ese proyecto? En abrir el juego de la obra pública a grandes empresas privadas que aporten financiamiento. El modelo imperante durante la década K es el representado por Lázaro Báez. Empresas que surgen de la nada para ganar licitaciones y de las que se sospecha que pertenecen a los gobernantes de turno. Es el modelo de Sueños Compartidos y de Milagro Sala.

Pero como el Estado tiene problemas financieros Macri pretende que la inversión en obra pública la hagan los privados. Frente a esta novedad la llamada `patria contratista' puso en marcha una doble estrategia. Busca compartir negocios con empresas multinacionales, mientras espera para ver si la dirigencia política pone obstáculos efectivos a la nueva regulación. Resultó elocuente en ese sentido el rechazo del empresario y diputado massista Ignacio De Mendiguren a la iniciativa oficial. Su suerte no está echada, pero habrá  que ver cómo reacciona Massa esta semana a la hora de llevarla nuevamente al recinto. Hay fondos multimillonarios en juego.

El otro proyecto que afecta al peronismo es el de la boleta electrónica que pasó de Diputados al Senado. Allí un importante número de kirchneristas quiere modificar un punto central de la norma: el del `chip' incorporado en la boleta que permite controlar el conteo. Con la excusa de que podría ser hackeado quieren volver al escrutinio manual, método denunciado por muchos oficialistas, Elisa Carrió, por ejemplo, como vehículo del fraude peronista en las mesas donde los demás partidos carecen de fiscales.

Massa votó a favor del `chip' en Diputados, pero una nota periodística aseguró que se había aliado al kirchnerismo para eliminarlo en el Senado. La reacción de Elisa Carrió fue inmediata: lo acusó de querer `mantener el fraude electoral' junto con el PJ. De nada valió que Graciela Camaño intentara refutarla y dijera que el massismo no cambió de posición. La idea de que Massa y los `K' tienen la misma genética es muy fuerte. En la guerra entre el macrismo y la `vieja política', entre el pasado y el futuro, las posiciones intermedias son insostenibles y el `ancho camino del medio', cada vez más estrecho, como está comprobando amargamente el líder del Frente Renovador.­