El intangible patrimonio jesuita

La Iglesia de San Ignacio alberga el XI festival de música antigua barroca iberoamericana. Incluye el repertorio obras que pertenecen a los archivos de las reducciones jesuíticas, de reciente descubrimiento. Los conciertos son a beneficio de las obras de restauración del templo, el más antiguo de Buenos Aires.

La iglesia de San Ignacio de Loyola, el templo más antiguo de Buenos Aires, es escenario en estos días de un festival de música antigua -barroco iberoamericano- compuesto de seis conciertos que se extenderán hasta el 6 de diciembre, una ocasión para disfrutar del patrimonio musical de los jesuitas.

El festival, que va por su undécima edición y fue declarado de interés cultural por el gobierno de la ciudad, comenzó el martes pasado con el Coro Estable del Parque del Conocimiento de Posadas, bajo la dirección de Emilio Rocholl, y continuará todos los martes (ver aparte).

Desde 2005, este festival se realiza a beneficio del plan maestro de restauración del templo, ubicado en la Manzana de las Luces (Bolívar 225), en el casco histórico porteño.

En una entrevista con La Prensa, el padre Francisco Baigorria, párroco de San Ignacio, explicó que "entre esta música y la fe hay una vinculación desde los orígenes".

"Lo que se conoce como música antigua -recuerda- es aquella compuesta antes de 1750, antes del clasicismo, y abarca la música renacentista, el gregoriano y el barroco. Una música, en gran medida, de carácter religioso, que podía ser litúrgica o popular pero estaba compuesta mayormente para la fe, para la espiritualidad".

Lo singular del barroco iberoamericano, escrito e interpretado en América, "es que es toda música religiosa porque fue una tarea llevada adelante fundamentalmente por músicos que eran religiosos, con una gran influencia o impronta de los jesuitas", asegura.

La elección de esta música, según el padre Baigorria, se debió a que este festival fue pensado con un doble propósito: "recaudar fondos y agradecer a quienes ayudan económicamente en la restauración del templo", ofreciendo "este patrimonio intangible que es la música", una música, en este caso, con una "fuerte impronta jesuita".

En el festival de este año se presentan grupos de la Argentina y de países vecinos con repertorios en algunos casos integrados por obras que pertenecen a los archivos de las reducciones jesuíticas del siglo XVII y XVIII.

NOVEDAD

"Esa es toda una novedad -resalta el sacerdote-. Se trata de archivos recientemente descubiertos después de un trabajo de investigación concluido en las últimas tres o cuatro décadas. Son archivos que se desconocían pero que estaban en los templos misionales, en pueblos situados en medio de la selva y con difícil acceso hasta hace unas décadas".

El párroco explica que tras la expulsión de los jesuitas esos pueblos conservaron la organización de cabildo eclesiástico, y a la cabeza quedaron los caciques. "Todo lo que dejaron los jesuitas, ellos lo tomaron como muy propio, incluido el tesoro musical. Lo guardaron incluso sin saber leer en muchos casos", dice.

"Cuando empiezan a descubrirse todas estas misiones e interviene la Unesco, que las declara Patrimonio de la Humanidad, comienzan a restaurarse estos templos y ahí se descubre la existencia de estas partituras", continúa.

Baigorria destaca en particular la labor de un musicólogo polaco que viene a la región a investigar el tema, el padre Piotr Nawrot, del Verbo Divino, con quien aún dialoga por correo electrónico. "Es un gran musicólogo. El se instala allí, de hecho vive la mitad del año en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, y empieza a salvar todas estas partituras. Muchas se han transcripto. El hace un gran trabajo de recuperación", detalla.

En esas partituras, según el sacerdote, se observa "una confluencia muy amigable de las tradiciones y culturas indígenas con las europeas. Se da una unidad. No un sincretismo, sino una confluencia armoniosa donde los misioneros incorporan elementos religiosos valiosos que tenían su religiosidad natural".

"Como el hombre es naturalmente religioso -explica-, había elementos que sin ser cristianos convergían a la perfección con la fe cristiana. Nosotros lo llamamos semillas del Verbo. Es importante decir que los misioneros respetaron su acervo cultural. Evangelizaron sobre la religiosidad de ellos".

En el caso de la música "aparecen estos elementos, aparecen nuevos instrumentos que no hay en Europa, nuevas sonoridades, notas. Y en el festival se puede apreciar todo eso", apunta el sacerdote.

Sobre la autoría de las partituras, Baigorria señala que "hay mucha música anónima. Esto se debe a que en algún caso se perdió la carátula donde decía quién la había escrito, o al hecho de que el autor puede haber sido un maestro de capilla indígena, porque ellos mismos escribían, y que no sea conocido".

COMPOSITOR

Sin embargo, indica que "hay algunos autores que sí eran conocidos" y cita como ejemplo al jesuita italiano Domenico Zipoli, considerado el compositor europeo más famoso que haya viajado a América durante la época colonial y el músico más dotado que haya contribuido con las misiones jesuíticas.

"El se radicó en Córdoba y escribió mucha música para las misiones. Se encontraron obras suyas tanto en Bolivia como en Paraguay", explica el párroco de San Ignacio.

En el festival intervienen varios grupos de nuestro país pero también hay dos grupos bolivianos y uno guaraní, "que -si bien viene de Misiones- tiene integrantes hasta de Paraguay".

Sobre el público que suele asistir a estos conciertos, el padre Baigorria dice que es un público diverso, principalmente "gente a la que le gusta la música". Y luego aclara: "Este no es un evento propiamente religioso, pero nosotros apostamos a que haya una experiencia de Dios y que sea un momento evangelizador. Que no sea un hecho meramente cultural, sino también religioso".

La iglesia de San Ignacio de Loyola, uno de los históricos templos incendiados y saqueados en 1955, se encuentra en la última fase de restauración de un plan maestro que contemplaba cuatro etapas y un costo de entre 25 y 30 millones de pesos. En esta última etapa, cuya obra lleva ya cinco meses de los dieciocho previstos, se realizan trabajos para la recuperación y restauración del claustro jesuítico.

"Los claustros -explica el párroco- es lo que queda del antiguo colegio jesuítico, que después de la expulsión pasa a llamarse Real Colegio de San Carlos. En este colegio, tanto con los jesuitas como posteriormente, se formaron todos nuestros próceres: Moreno, Belgrano, Paso, Alberti".

"Es lo único que queda de aquel colegio, que fue demolido. Porque el actual Colegio Nacional de Buenos Aires, que de algún modo es la sucesión del Real Colegio de San Carlos, ocupa un edificio que se construyó en 1930", concluye.