El hombre que inventó una literatura

Martín Caparrós explica los temas y la escritura de "Echeverría". Su última novela recrea, imagina, la vida del poeta que hacia 1830 se propuso fundar la literatura argentina. Y de paso, enfrentarse al régimen de Rosas y pensar el país que lo sucedería.

Un café pequeño y poblado de Recoleta. Martín Caparrós, alto, vestido de negro infalible, se destaca entre los clientes. Ha venido al país a promocionar su última novela, Echeverría (Anagrama, 368 páginas). Lleva un par de días dando entrevistas sucesivas, repetidas, agotadoras. ¿Gajes del oficio? "Sí, pero no sé de qué oficio", bromea.

Echeverría recrea, imagina, la vida del poeta que hacia 1830 se propuso fundar la literatura argentina. Y de paso, enfrentarse al régimen de Rosas y pensar el país que lo sucedería. La idea de la novela le llegó a Caparrós de manera casual, al recibir una invitación de México para presentar una colección de clásicos de la literatura latinoamericana. Entre ellos estaba El matadero. Así empezó lo que hoy es este libro del que, por unos días, no parará de hablar.

-¿Cuánto le llevó escribir el libro desde aquella presentación en México?

-Creo que unos seis o siete meses. Sé que eso que cuento sucedió en diciembre de 2014 y me acuerdo que la primera lectura se la pasé a la editorial en septiembre (de 2015).

-El Echeverría de la novela es un personaje desarrollado con entidad propia, pero también puede ser leído como un símbolo del "intelectual comprometido". ¿Le parece válida esa interpretación?

-La palabra símbolo siempre me despierta sospechas y suspicacias. Tampoco me interesa particularmente. Sé que es alguien que, efectivamente, se pensó a sí mismo como lo que hasta hace unos años solíamos llamar "intelectual comprometido". Pero me incomoda la idea de símbolo. Prefiero la idea de representante. Es alguien que hizo lo que a lo largo de estos 200 años de historia muchos otros argentinos intentaron hacer sólo que de algún modo él lo hizo primero. La idea de inventar una literatura es particularmente original, porque ya después de él nadie lo pudo intentar. Y la idea de intervenir en el debate político de su época es algo que sí muchos retomaron.

-En Echeverría deja en claro que no se propuso escribir una novela histórica. ¿Por qué?

-Si se entiende por novela histórica aquello que yace en las tristes mesas de las librerías con el cartelito de novela histórica, evidentemente es un género que me cae muy antipático. Es un género de interés fuertemente comercial que consiste en escribir un best-seller y situarlo en las páginas de atrás del manual de historia. En ese sentido, claramente Echeverría no es una novela histórica. Pero, claro, trata de un personaje que de algún modo existió. Lo que pasa que a esta altura ya no sabemos de qué modo. Porque afortunadamente la documentación que hay sobre él es bastante escasa. Por un lado hay suficiente como para producir los grandes rasgos y me interesó y me entretuvo buscarla, revisarla y ver qué me sugería, pero por otro lado hay suficientemente poca como para dejar mucha libertad a la novela.

IDENTIFICACION

-Parece haber una cierta identificación entre el Caparrós escritor y el Echeverría personaje. ¿Cómo la abordó?

-Me interesaba esa zona de riesgo en la que efectivamente había momentos en que encontraba en Echeverría, o en mí Echeverría, ciertos reflejos que me sonaban muy familiares. Pero también quería evitar la caída total dentro de esa especie de trampa de identificación. Esa tentación del abismo, de verlo y al mismo tiempo escaparle, me atrajo mucho a lo largo del proceso de escritura.

-Al leer la novela es muy difícil no establecer analogías históricas entre el régimen de Rosas con el de Perón y, tal vez, el de los Kirchner. Algo que usted, como autor, desalienta en el mismo libro.

-Eso es lo interesante de una novela. Que se puede leer de esa manera, seguramente habrá bastantes personas que la lean de esa manera, o se puede no leer de esa manera. Sería tonto que yo pretenda establecer una guía de lectura.

-¿Pero crear esa forma de lectura analógica estaba dentro de sus planes con la novela?

-No, más bien estaba dentro de los planes de Perón y de los Kirchner (risas).

-Al final de cada capítulo hay una sección llamada "Problemas" donde la voz que se expresa es la del autor, no ya la del narrador de la novela. ¿Por qué la incluyó?

-Eran cuestiones que se me planteaban mientras escribía la novela. Las empecé a anotar y no sabía si las iba a incluir dentro del texto. Por momentos me parecía que valían la pena, justamente para marcar esa distancia, para subrayar en la novela su condición de novela, de artefacto. Hasta el último momento no supe si ponerlas o no ponerlas. Finalmente me convencí de incluirlas. Me pareció que podía ser interesante agregarle al libro otra capa, otro punto de vista. Es un relato pero también se leen las dudas que el autor puede haber tenido sobre cómo constituir ese relato. Quizás sea un error, no lo sé.

-El personaje de Echeverría es un hombre con una misión, pero también es alguien que duda mucho y que teme mucho. ¿Cómo concilió esa aparente contradicción?

-Sí, por un lado está esa misión desmesurada, sólo posible en ese momento y en ese lugar, de inventar una literatura nacional. Es algo que a nadie se le ocurriría en general, y que si se te ocurre se te debe ocurrir en una situación como esa: un país que tenía en ese momento apenas 20 años, que había roto todos sus vínculos con su tradición anterior, que había rechazado muy violentamente todo lo hispano. Era una misión de algún modo aterradora, por lo amplia. Sobre todo para alguien de los menguados talentos poéticos de Esteban Echeverría, que no era un buen poeta. Y él lo sabía: hizo un esfuerzo por aprender a ser poeta porque pensaba que para crear esa literatura lo que tenía que hacer eran esos grandes poemas románticos que intentó. Entonces, de ahí la duda, el temblor ante una misión que se anuncia muy complicada.

-¿Debe resultarnos curioso que un hombre de izquierda como usted tome como personaje de su novela a alguien que podríamos llamar liberal?

-Bueno, lo de liberal va por tu cuenta. Hay mucha gente que incluso tiene la confusión opuesta, porque el único texto político de Echeverría se llama El Dogma Socialista. Yo también había caído en esa confusión cuando no tenía idea de quién era Echeverría. Hasta que estudiándolo entendí bastante fácilmente que cuando él dice socialista no significa lo mismo que empezaría a significar diez años después, con los primeros textos de Marx. Pero aun así Echeverría es un tipo de ideas bastantes progresistas para la época. En El Dogma Socialista hace una defensa muy encendida del pueblo, de los pobres, que siempre son explotados, siempre son mandados a la guerra. Lo cual no tiene nada que ver con lo que harían después sus amigos liberales una vez en el gobierno.