Siete días de política

Macri administra una escasez agravada por la incertidumbre

Como la reactivación se demora, crecen la puja sectorial y las dudas sobre el futuro político. Los empresarios no invierten, remarcan y esperan. La CGT amenaza con un paro todos los días

En una reunión de gabinete ampliada que se realizó el jueves pasado el presidente Mauricio Macri pidió “paciencia” a sus ministros y secretarios ante los reclamos sociales. Admitió que a él también le gustaría que la mejora de la economía marchase más rápidamente, pero que a la gente no le han llegado aún los efectos de las medidas adoptadas, por lo que su derecho a la queja es legítimo.

Pidió a los funcionarios que siguieran adelante más allá de lo que está planteando el “círculo rojo”. “Círculo rojo” es la expresión que usa para referirse a los poderes “de facto”: empresarios, sindicalistas, la Iglesia, la Justicia, la clase política, etcétera. Esos poderes permanentes que no sufren, o lo hacen en mucho menor medida, los humores del electorado.

El planteo presidencial lo muestra aún atrapado en la situación en la que se encuentra desde el 11 de diciembre. No avanzó demasiado. Explica a la gente que lo votó -y a una buena porción de la que no lo hizo pero podrían hacerlo- que existen dos campos claramente delimitados. Uno, el del grueso de la sociedad cuyos intereses él defiende; otro, el de los sectores establecidos que han iniciado una feroz puja distributiva por recursos escasos de los que se quieren apropiar. Esa puja ha generado trabas, perjudicado a los sectores más vulnerables y demora la salida del 32% de pobreza.

¿Es eso lo que sucedió? Es cierto que el gobierno tomó medidas en beneficio de los sectores más desprotegidos, aumento de las jubilaciones, de la Asignación Universal por Hijo, de los planes sociales, etcétera, pero también lo es que la incipiente recuperación de agosto parece haberse frenado en algunos sectores, lo que puede ensombrecer el clima social.

Y en ese punto las responsabilidades parecen compartidas. El sector privado sigue remarcando con ganas, pide energía regalada, más devaluación y que le bajen los impuestos. Al mismo tiempo no invierte a la espera de que se despeje el futuro político: ¿qué ocurriría si el peronismo vuelve al triunfo en 2017?

Por su parte, la principal responsabilidad del Estado en la actual encerrona es que no pudo o no se animó a hacer el fuerte ajuste imprescindible para reducir las expectativas inflacionarias.

No lo hizo, dicho sea de paso, porque lo impidieron, entre otros, la justicia (tarifas) y la clase política. En cualquier caso las condiciones negativas se retroalimentan, conspirando con un reordenamiento sostenido de las variables macroeconómicas. Las conductas corporativas contribuyen a deteriorar las expectativas, generan incertidumbre y consolidan el estado de cosas anterior al 10 de diciembre pasado.

Transcurridos casi diez meses de gestión ya quedan pocas dudas de que este panorama no cambiará demasiado en el futuro inmediato. En principio por la debilidad institucional del gobierno y, en segundo término, por su baja capacidad de operación política. Los factores de poder  tienen la iniciativa y nada indica que vayan a perderla.

Macri tiene a favor, en cambio, que no ha cometido errores graves en materia económica. Sus problemas son políticos: administra recursos escasos, una economía fuertemente deteriorada y presiones sectoriales inacabables. Y, en rigor, sus contados errores políticos fueron de escasa repercusión. Por ejemplo, el fracaso de la canciller Susana Malcorra por llegar a la secretaría de la ONU. Macri desdibujó políticas claras como la confrontación con el régimen de Maduro para no perjudicar la candidatura de Malcorra.

Benefician en cambio al gobierno hechos fortuitos, como el reposo obligatorio de Elisa Carrió por razones de salud y otros más estructurales como la parálisis en la que se encuentra el peronismo. Los sectores que impulsan una “renovación” no consiguen despegar y la ex presidenta Cristina Fernández los está  desplazando de la agenda para satisfacción de la Casa Rosada.

Una de las pocas estrategias políticas claras del oficialismo reside en presentarse como la perfecta contracara del kirchnerismo, de la corrupción de la “década ganada”, de la autocracia y la intolerancia. La ex presidenta le facilita la tarea en perjuicio de los que como Sergio Massa quieren transitar el “camino del medio” cada vez más estrecho.

Pero el futuro electoral no depende de la política, sino de la economía. Si la reactivación continúa retrasándose, no habrá  paciencia que alcance.­