"EL LIBRO NEGRO DE LA NUEVA IZQUIERDA" DESCIFRA EL IDEARIO PROGRESISTA

Razones de un cambio cultural

Con afán polémico, Agustín Laje Arrigoni y Nicolás Márquez indagan en los orígenes de los movimientos que impulsan la ideología de género y otras subversiones del orden tradicional. En todos ellos ven la mano de un marxismo reconvertido.

En el último medio siglo, y en particular en los pasados 15 años, el mundo ha vivido una encubierta revolución social. A la temprana rebeldía contracultural de la década de 1960 le siguieron el auge del feminismo, la legalización del aborto, la proliferación de la droga y la aceptación de hábitos desordenados que la moral, la religión o el sentido común desde siempre habían reprobado, como la homosexualidad, el travestismo o el sadomasoquismo. Toda una forma milenaria de entender la civilización fue puesta de cabeza en el transcurso de apenas dos generaciones de humanos.

Quien estudie semejante transformación a escala planetaria se enfrenta como mínimo a dos opciones: aceptarla con la resignación de quien ve llover, o indagar en sus causas y preguntarse por las razones que expliquen su arrolladora potencia y su misteriosa ubicuidad. Nicolás Márquez y Agustín Laje Arrigoni pertenecen al segundo grupo y el resultado de sus investigaciones ha sido El libro negro de la nueva izquierda (Grupo Unión, 286 páginas).

Acostumbrados a tratar temas políticamente incorrectos, los dos jóvenes ensayistas argentinos no se andan con rodeos. A su juicio, los cambios en la forma de vida del mundo occidental ocurridos en los últimos 50 o 60 años no sucedieron por casualidad. Y hubo un actor central moviendo los hilos: a saber, la vieja izquierda marxista, que en un principio se mantuvo apegada al dogma de la lucha de clases pero luego se recicló para mostrarse "amable y moderna".

El motivo de ese transformismo no fue otro que el derrumbe del imperio soviético, catástrofe que, en palabras de Laje Arrigoni, empujó a comunistas y afines a "maquillarse y encolumnarse detrás de nuevos argumentos y banderines que oxigenaran sus envilecidas y desacreditadas consignas".

El libro negro... intenta contar esa reconversión estratégica. Se divide en dos partes: la primera, a cargo de Laje Arrigoni, traza la evolución del marxismo al postmarxismo (llega incluso a las teorizaciones de Ernesto Laclau y el socialismo del siglo XXI), hasta concentrarse en el súbito predominio del feminismo y la ideología de género. En la segunda, escrita por Márquez, se analiza el uso intelectual y político del homosexualismo.

Debe quedar en claro que la obra, de la que los autores ya prometen una continuación, es un libro de batalla, un desafío irónico y provocador a la nueva forma de pensamiento único que domina en universidades, medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones no gubernamentales.

El tono burlón conviene a la pretensión polémica y ayuda a digerir el catálogo de extravagancias intelectuales en que por momentos se convierten sus páginas, por las que desfilan algunas de las grandes luminarias del pensamiento progresista del último siglo, de Wilhelm Reich, Antonio Gramsci y Simone de Beauvoir al omnipresente Michel Foucault, Betty Friedan o la feminista incendiaria Shulamith Firestone.

Márquez y Laje Arrigoni están convencidos de que este formidable ataque dirigido contra la familia y la cultura de Occidente es, en realidad, otra forma de continuar con la lucha que en el siglo XIX europeo iniciaron los movimientos marxistas para suplantar al capitalismo por el socialismo.

Un diagnóstico respetable que sin embargo admite ser completado. Porque a esta altura resulta evidente que el capitalismo es perfectamente compatible con el aborto y el matrimonio gay y no da señales de tambalearse a causa de ellos, para no hablar de la constante ayuda económica que notorios íconos del capitalismo como George Soros, la Fundación Ford o la Fundación Rockefeller prestan a cualquiera que impulse el progresismo cultural (algo que El libro negro... también constata al pasar).

Afincados en un ideario liberal-conservador, los autores esbozan una explicación política y económica del fenómeno. Pero cabría preguntarse si la verdadera explicación no es más bien de tipo teológica, y si la "subversión cultural" tan presente en estos días no tiene orígenes mucho más antiguos y profundos que los devaneos de Marx o las teorizaciones de Foucault.

Si no es, acaso, otro ejemplo entre miles del bíblico espíritu luciferino que sigue tentando a los hombres. Eso que San Pablo llamó "Misterio de Iniquidad" y que el padre Leonardo Castellani definió de este modo: "El Misterio de Iniquidad es el principio de la Ciudad del Hombre, que lucha con la Ciudad de Dios desde el comienzo; es la raíz de todas las herejías y el fuego de todas las persecuciones;...es la continua rebelión del intelecto pecador contra su principio y su fin, eco multiplicado en las edades del "No Serviré" de Satanás (...). La cúspide del Misterio de Iniquidad es el odio a Dios y la adoración idolátrica del Hombre".