Crítica: "Nadar...", un logro de Lucas Lagré

La educación cuestionada

Lagré parece recordar escenas de su infancia, las acomoda para hacer un gran manifiesto en contra de un tipo de educación basada en la exigencia extrema y la evitación del placer y que excede, desde ya, al mundo deportivo.

"Nadar mariposa" de Lucas Lagré. Dirección: Lucas Lagré. Escenografía: Agustín Escalante. Diseño de luces: Gastón Calvi. Vestuario: Alfredo de la Fuente. Música: Fernando Sayago. Asistencia de dirección: María Julieta Prieto. Actúa: Fernando Sayago. Espacio Polonia (Fitz Roy, 1477), sábados a las 20.30.

Estamos ante un hombre fracasado. Esa podría ser una de las tantas explicaciones para el excelente texto de Lucas Lagré, base de la puesta de "Nadar mariposa". Tal vez el más complicado de los estilos de natación, el mariposa, exige y demanda una alta concentración, coordinación, paciencia.

Todas características que en algún momento u otro de su vida a Pablo, el protagonista, le faltaron. Ansioso por demás, súper exigido y por tanto exigente al máximo, nuestro personaje no la ha pasado bien en la vida. Queda claro desde su gesto adusto, su voz rasposa (¡ay, cómo molesta!) y esos ojos que parecen a punto de querer asesinar a alguien. Pero Pablo no asesina, a lo sumo, lanza cuchillazos en forma de palabras.

Dicta sentencias. "No pensar en nada y mirar al agua. Onda, brazada, pegarle al agua con fuerza", repite a sus alumnos. La construcción de una cierta masculinidad que felizmente va pasando de moda enmarca el decir de este profesor de natación, con hirientes dardos homofóbicos y xenófobos a lo largo de todo su relato.

Pablo también recuerda anécdotas que resultan muy redondas, como la de la competencia del "pobre morocho" y el "porteño". Hay otras, tristes y quizá esperables, relacionadas con lo salvaje de su educación natatoria. Por ejemplo, cómo su profesor lo trató en el trampolín, minutos antes de tirarse por primera vez. Todo está narrado en poco más de 40 minutos. Bien conciso, seco, sin excesos. A latigazos, podría decirse.

Lagré parece recordar escenas de su infancia, las acomoda para hacer un gran manifiesto en contra de un tipo de educación basada en la exigencia extrema y la evitación del placer y que excede, desde ya, al mundo deportivo.

Su texto funciona como advertencia. Es un muy claro "miren lo que pasa si..." para cualquier padre, tutor, encargado, docente, jefe, o quien sea que tenga poder sobre otro. Y sirve también para observar qué sucede cuando el alumno, hijo o empleado no pudo hacer nada más que repetir ese discurso nefasto que lograron instaurarle.

Las excelentes iluminación y música ayudan a recrear ese mundo acuático para nada bello sino opresivo, incómodo, del que uno quiere poder emerger.

Fernando Sayago, en tanto, pone todo su cuerpo al servicio de la puesta. Lo hace recurriendo a veces a ciertos excesos que, tal vez, le vienen como anillo al dedo a su criatura. Esa voz rasposa que lastima, quizá sea innecesaria. Sin embargo, podría pensarse que sirve para recrear la barrera que indiscutiblemente Pablo levanta con el resto del mundo que lo rodea. Se trata, por fin, de un ser experto en el estilo mariposa, pero que en otros puntos de su vida, todavía tiene muchísimo por aprender, aunque jamás aceptaría reconocerlo.

Calificación: Muy buena.