Siete días de política

El liderazgo "light" de Macri genera un falso clima de crisis

El gobierno tomó decisiones económicas duras que no pueden ser defendidas con un discurso conciliador y exigen una respuesta simétrica a los ataques de un peronismo que ya olvidó su pasado.

Uno de los hechos de los últimos días que describen más acabadamente el falso clima de crisis que algunos sectores de la oposición fomentan con éxito fue el incidente entre Sergio Massa y el presidente Mauricio Macri a propósito de las importaciones.

Massa había prometido un proyecto para prohibirlas por cuatro meses en defensa de las pequeñas empresas y el trabajo nacional, pero Macri le pidió que dejara de "hablar por hablar", ya que en ningún caso las importaciones habían superado más del 2 o el 3% del mercado local.

El ex jefe de gabinete de Cristina Fernández, que está en campaña permanente, había repetido una afirmación habitual en los sectores sindicales y kirchneristas ultra acerca de una imaginaria invasión de productos chinos, mientras el presidente se entrevistaba con autoridades de ese país. Bastó el sosegate público de Macri para que Massa presentase un proyecto que no prohibe las importaciones y atribuyese su paso en falso -como no podía ser de otra manera- a un problema de comunicación.

El episodio permitió corroborar varias cosas. En primer lugar, el oportunismo y la falta de un libreto medianamente conectado con la realidad del principal dirigente opositor. Segundo, que fue necesaria la intervención personal del presidente, con el costo que implica, para poner fin a su operativo. Tercero, que la única estrategia del peronismo, hasta hoy exitosa, consiste en denunciar un clima de crisis económica que no se condice con los hechos.

El gobierno adoptó decisiones duras como una fuerte devaluación que tuvo impacto negativo en la inflación, el nivel de actividad y en menor medida sobre el nivel del empleo, pero que no pueden ser comparadas con la crisis de 2002 después de la mucho más radical devaluación duhaldista, la devastación del sistema bancario, la pesificación asimétrica, el corralón, etcétera, etecétera. Entonces hubo empobrecimiento masivo, corrida cambiaria, crisis bancaria, pérdida de empleo y una feroz caída del PBI que tomó un año y medio empezar a revertir. Hoy eso no sucede.

Los kirchneristas que fomentaron el dólar atrasado en contra de las economía regionales, el congelamiento de las tarifas y la inflación galopante hablan de un "ajuste" que no es tal a juzgar por el nivel del gasto público y el reparto de fondos entre gobernadores (peronistas en su mayoría) y sindicalistas (peronistas en su totalidad). La CTA y los "nuevos gordos" de la CGT, que no son nuevos pero siguen siendo gordos, hablan paradójicamente de hambre, se alían con los piqueteros y preparan un paro nacional antes de que el gobierno cumpla un año.

El gobierno, por su parte, los mira indiferente y sigue en una actitud zen sin ocupar la parte del escenario político que le corresponde saliéndoles al cruce y desactivando el clima de crisis que intentan instalar. Se creen cuáqueros. Evitan la confrontación a cualquier costo. Su respuesta más agresiva se limita a tocar timbres.

Al oficialismo no le falta sólo "operación", sino hasta presencia en los medios; en materia política aparece totalmente desorientado. El jefe de Gabinete se encuentra desaparecido de la escena pública, el ministro de Hacienda otro tanto (sólo aparece para chicanearse con el presidente del Banco Central) y Macri no tiene voceros para dar la batalla cotidiana contra una oposición fragmentada y poco creíble que dejó el poder hace nueve meses junto con una situación económica lamentable.

Más aún, su liderazgo "light" fomenta involuntariamente el hecho de que sus ministros cuiden más su propio futuro que el del gobierno. Como la canciller que supeditó la política contra el régimen venezolano a sus aspiraciones para ocupar la secretaría de la ONU o el presidente de la Cámara de Diputados que negocia leyes que benefician a Massa y está enfrentado con la gobernadora María Eugenia Vidal o como el ministro del Interior que a esta altura parece más interesado en la próxima campaña electoral en la provincia de Entre Ríos que en cualquier otra cosa.

Por fortuna para Macri, esta solidaridad anémica se ve compensada por la desorientación que también prevalece en el peronismo. El martes intentó presentar en sociedad una "renovación" partidaria de la que participaron, entre otros, Alberto Fernández, Felipe Solá, José Luis Gioja y Gildo Insfrán, este último gobernador de Formosa desde hace 21 años. Por ese camino difícilmente lleguen a renovar nada y a la hora de las urnas carezca de candidatos atractivos. Es el único consuelo que les queda a los macristas.